
Ayuso, la pandillera vuelve a dar la nota. Sorprendente que la derecha garante de la constitución (o del constitucionismo) , de las formas, del oficialismo y de la justificación de cualquier cosa (dictaduras, corruptelas, fugas y regresos “inocentes” de un rey destronado a cualquier emirato que proteja con grifos de oro y cristales de zafiro su emeritaje), en nombre de la unidad, la seriedad y el sentido de estado, le permita a esta mujer comportarse como una impresentable dictadora y chabacana en el día en que se celebra que un pueblo echó al invasor.
Inaceptable el ejercicio de bullying (curiosamente en el Día Internacional contra el Bullying), de clasismo y de totalitarismo ejercido por la presidenta de todos y de todas las personas que vivimos en Madrid. ¿Habría tratado igual, pongamos a la familia real, si se hubiera presentado a su cumple particular sin avisar?. Es que no es su fiesta, es que no es su cumple.
La creadora del esperpéntico claim “Comunismo o libertad”, nos avanza las claves de su idea de libertad y nos hace sentir un poco más comunistas.

No tengo palabras para describir la rabia que uno siente ante la visión de un ministro (más o menos votable –pero no por ello menos ministro y representante de todos, todas y todes-, al igual que tantas otras figuras del estado que tanto respeto reclamaron, por el hecho de ser autoridades), tratando de acceder a un acto oficial, a una tribuna, mientras, ante la mirada atónita que nos ofrece la eléctrica compañía, se le niega. Era lo de siempre. El nuevo rico contra el pobre, contra el rojo, contra el revolucionario que le da problemas. Parecieran matones de discoteca ilegalizada, apartando al que no es bienvenido por su pinta, por parecer un secreta, o por cualquier criterio que transite por la mente enferma de la tipa esta.

Uno nunca sabe cómo empezó todo. Uno se pregunta porque semejante cretina puede estar gobernando los destinos, los días y las vidas de más de 6 millones de personas, sin que a nadie le chirríen sus inculturas, su mediocridad y su falta de respeto ante eso que ella intentó inventar desde la más zafia estrategia emocional para recoger los complejos de esta región: el madrileñismo. Sus salidas de tono, su ridículo currículo, sus escasos principios, su bochornosa ética, nos pasaron inadvertidos en un momento en el que –reconozcámoslo- acertó, como acertó el burro flautista cuando le sonó la flauta por casualidad. Y resultó que mientras tantos mandatarios residentes en torres de marfiles veían languidecer sus pueblos sin hacer nada o casi nada (mandatarios de todos los partidos –también del PP, pongamos que hablo de Galicia, Andalucía o Castilla León-), la Señora nos abrió los bares, nos dejó atravesar el trance de la pandemia un poco más ebrios, y permitió que los hosteleros y otras PYMES, hicieran rodar la rueda como si no pasara nada.

Pues bien. Gracias a esas decisiones osadas, pero acertadas, se granjeó una mayoría absoluta a la que este redactor de guardia contribuyó votándola. Porque veréis; no creo en la cancelación, no creo en el veto a ninguna ideología y porque creo que hay que premiar o por lo menos reconocer los aciertos, aunque vengan de posiciones alejadas a la mía.
Hoy esta demente perturbada merece toda mi/nuestra crítica y repulsa. Ningún ejemplo puede dar quien, con una mano, pide derecho al olvido para ladrones y corruptos por cuestiones de estado y estadismos y se le llena la boca con la constitución como elemento vertebrador de todos los españoles, y habla de unidad y sobre todo (¿Cómo se atreve?), de libertad, cuando con la otra mano se comporta como una vulgar antisistema, como una facha venida a más desde su absurda existencia adosada, cuando va por el tercer gin tonic.
Imagino que los pandilleros (Almeida, su sirviente ha llegado a llamar okupa a Bolaños) sacan los colores más a las buenas personas y mejores políticos del Partido Popular y de la derecha democrática en general –siempre necesaria-, que a la propia izquierda, ya acostumbrada al bullying del fuerte y del rico.
