En Mazaher las mujeres son las protagonistas absolutas y su propuesta artística conecta con la tradición más antigua en varias regiones de Egipto. Um Sameh, Um Hassan y Nour El Sabah, están entre las últimas practicantes de zar que quedan en el país.
El repertorio de Mazaher, recogido en su álbum Ajabú! (2020), se inspira en los tres subgéneros de la música egipcia zar: el procedente del alto Egipto, el denominado Abul Gheit y el tambura o zar africano. En su conjunto, el zar es un ritual comunitario de sanación que se transmite a través del canto, los múltiples ritmos de los tambores y la danza, siendo las mujeres sus principales transmisoras (los hombres tienen aquí roles secundarios). Se trata de una tradición cuyo ritual con frecuencia se malinterpretó en el pasado habiendo sido considerado como una forma de exorcismo. Su objetivo real no es otro que el de armonizar el mundo interior de sus participantes, generando un espacio donde el comportamiento humano puede ser liberado de tensiones o frustraciones y convirtiéndose en una experiencia catártica y de purificación, que pacífica y calma el espíritu.
Uno de los instrumentos destacados del ritual egipcio del zar es la tambura, instrumento generalmente de seis cuerdas y distintos formatos, cuya presencia, desde la época bizantina, se encuentra también en la península arábica, Persia o el este de África. Otro instrumento peculiar es el mangour, un cinturón de cuero cosido con numerosas pezuñas de cabra que se amarra en la cadera y se hace sonar con fuertes movimientos rítmicos horizontales que, en el caso de Mazaher, lo usan dos hombres. Una de las intérpretes acompaña con sentidas danzas y giros mientras toca la toura (crótalos grandes). Mazaher se sirve también de otros instrumentos más conocidos como son también el daf, el reqq (una especie de pandereta) y varios instrumentos de percusión, tocados por hombres y mujeres, así como la flauta de bambú.