Veinte años es todo lo que tengo. Buceo los recuerdos entre nubes algodonosas y ácidas a través de la minúscula ventanilla del avión, y un escalofrío de exiliado en éxtasis me recorre la espina dorsal descendiendo hasta mis miembros temblorosos. La limonada está caliente. Zoé, compañera de viaje, es una mulata de pechos pequeños y mirada profunda que no ha cesado de parlotear desde que salimos de Madrid. Sus cinco elekes y un bolso de chanel azul marino conforman su atuendo de blanco impoluto. Una extraña turbulencia nos estremece y le cojo la mano ansiando que cierre el pico y duerma un poco. Todo en vano. El avión desciende y el océano Atlántico lo invade todo. Distingo la bahía de Nipe, coto de caza de avezados turistas e imagino con amarga ironía una fauna diversa, con venados de cola blanca, cebras y antílopes mientras los cubanos beben de un sorbo el café de chícharos tostados y engullen sin fé, el pan viejo con azúcar prieta. Seguimos descendiendo y el interior del avión abarrotado, ebulle en un griterío incesante y un pájaro extraño colisiona contra mi ventanilla. Todo el mundo entra en trance lacrimógeno. Nuestro avión aterriza bajo un breve aguacero inesperado. Estamos en Holguín.
Algo curioso, que diferencia a Holguín, del resto de las ciudades de Cuba, es que en el eje de las calles Libertad y Maceo están situados los 12 parques edificados durante la colonia y parte de la República , de ahí proviene el sobrenombre de Ciudad de los Parques . Y es que La Ciudad de los Parques se engalana ante mis ojos y me doy cuenta de que los últimos veinte años que he estado fuera han barnizado con estupor y melancolía todos los espacios, todas las fachadas y todas consignas desvencijadas de un comunismo con acalorados tintes consumistas. Me siento un turista accidental en mí propia ciudad.
En la sociedad cubana , por razones históricas , la cultura aborigen se diluye en profundos procesos de transculturación. Cuba es una etnionación, mestiza, heterogénea. Los genes africanos, europeos, asiáticos, nativoamericanos…, están ahí, todos mezclados. Mestizaje en estado puro.
Recorro el centro de la ciudad y me detengo en La Begonia, bar-terraza situado junto a la plaza parque Calixto García . Degusto con vehemencia dos deliciosas papas rellenas de picadillo de carne de res molida , una porción de yucas fritas con mojo de ajo y limón , tostones de plátano macho , un batido helado de guayaba, de postre dulce de leche cortada y una tacita de café Cubita para concluir mi breve viaje gastronómico. La noche avanza ante mis ojos de nativo-extranjero y el cuerpo me pide salsa así que continuo mi recorrido hasta llegar a la Casa de la Trova El Guayabero situada en Maceo entre Martí y Frexes.
La descarga está en su punto de caramelo y el espacio reúne numerosos visitantes nacionales y foráneos. Disfruto a mis anchas de la Peña Alta Marea con el trovador FERNANDO CABREJA , bebo dos cubalibre de ron Guayabita del Pinar e inevitablemente canturreo el emblemático son de Cándido Fabré. Un sudoroso bailoteo se apodera de mí y entro en éxtasis cuando mi amigo oriundo de Santiago de Cuba , que no veía desde hacía dos décadas, me agasaja con un cuadro antológico del mítico Cosme Proenza.
Santiago de Cuba es la segunda ciudad en importancia del país caribeño. Se encuentra en el sur de la isla y ha sido testigo a lo largo de la historia de importantes acontecimientos históricos desde la época de la colonización española. La ciudad tiene una ubicación privilegiada situada en la Bahía de Santiago de Cuba. El relieve de la zona da muchas oportunidades de disfrutar de unos paisajes de ensueño mientras se realizan actividades relacionados con el turismo ecológico y de montaña. De esta forma, podrás contemplar el increíble paisaje del mar Caribe desde el Pico Turquino, las verdes vistas que se pueden contemplar desde la Gran Piedra o las preciosas imágenes desde el Cayo Granma o desde el Castillo de San Pedro de la Roca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.
Al al día siguiente, al despertar, preparo mi mochila con refresco de tamarindo muy frío , pan con timba, (barra hecha con guayabas frescas y azúcar de caña) , dos tamales rellenos de lechón asado , congrí de mi abuela y media guanábana muy madura. Salgo a la calle y sonrío al ver al antiguo presidente de mi CDR parloteando con dos turistas canadienses acerca de los logros de la Revolución , cojo una guagua y recorro los 52 kilómetros que me separan de la deslumbrante Playa de Guardalavaca. El camino es un reguero verde de palmeras, cedros , jazmines del pinar y ceibas enmarcado en un cielo espejado de azul profundo y nubes ácidas en almíbar de nubarrón en colapso. El salitre se apodera de mis sentidos y mis pies son engullidos rápidamente en las arenas albas de un finísimo candor . El astro poderoso e intenso me invita a sumergirme con premura en un mar infinito de berilio y añil. Un paraíso salpicado de Resorts de lujo , chiringuitos donde saborear el archiconocido cóctel de camarones junto al Mojito y el helado Coppelia; bañistas despistados en su soft lujuria y música melosa de Silvio , que lo envuelve todo con olas de eterna espuma . Al norte de la región, esta playa distinta está cercada por una barrera de coral que imprime tranquilidad a sus aguas, mientras que al sur, está ocupada por una espesa y verdísima aura de clorofila y rico sazón. A su vez, y algo más alejadas, se encuentran Playa Esmeralda y Playa Pesquero, las cuales te dejarán enamorado de este lugar inolvidable que te transportará más allá de la idea que siempre habías concebido de las playas caribeñas.
Es mi último día en la Isla , oriento mi brújula emocional hacia el norte mientras retoña el alba y con dos besos de mi abuela me encamino con paso firme hacia la imponente Loma De la Cruz . Se trata de un accidente geográfico a 261 metros sobre el nivel del mar , para acceder a la Loma se construyó una escalinata de 458 escalones. El nombre deriva de la cruz de madera que preside el lugar y que, cuenta la leyenda, fue subida y colocada por primera vez en 1790 por un fraile franciscano con la esperanza que se acabaran los períodos de sequía. Desde entonces, se instauró la fiesta religiosa-tradicional española, las Romerías de Mayo, celebrándose la peregrinación al mirador los días 3 y 4 de mayo que se prolongaron hasta bien entrada la década de los cincuenta del siglo XX.
El avión asciende, mi ventanilla está lista para vislumbrar nuevos horizontes. Se cierne sobre mí nuevamente la melancolía, y poco a poco, “la isla más hermosa que ojos hayan visto” se va diluyendo ante al compás de “Adiós a Cuba” de Ignacio Cervantes .
Por Juan Carlos Trinchet