No necesita embaucarte: te gana la partida antes de que te sientes frente a él. Te mira como si fueras una cámara. Refleja que se lleva bien consigo mismo y que su verdadero lujo es habitarse en su trabajo y en su tiempo libre. Es sensible, pero no frágil. Observador. Tímido, hasta que se lanza. Y cercano cuando y con quien quiere.
-¿Qué se siente cuando se nace Rey?
-Yo nací siéndolo. No tuve que ser príncipe.
Interrumpe la conversación para despedirse de los participantes en la sesión de fotos. Lo hace de forma cálida, como si los conociera de siempre, deseándoles lo mejor.
-¿Siempre estás así de tranquilo?
-Lo intento. También es que ahora me pillas cansado.
-¿Tu profesión te lo permite?
-Claro, es como cualquier otra. Lo que pasa es que hay un gran desconocimiento. Con los años también aprendes a normalizar todo: un estreno, rodar secuencias en no sé dónde con no sé quién, una sesión de fotos.
-En tu última película, La casa del caracol, es la primera vez que interpretas a un escritor.
-Sí. Y lo que más me atrajo del personaje es la inconsciencia sobre su propio pasado. Como cuando las cosas te afectan y sientes la incapacidad de reconocerlas porque te pueden hacer daño. A mucha gente le pasa y acaba yendo a terapia. El autoconocimiento exige ser muy valiente para poder enfrentarse a él.
-¿Has tenido algún punto de coincidencia con el personaje?
-Me ha ayudado mucho. Cuando me lo ofrecieron, estábamos confinados. Tenía otros proyectos que se fueron cayendo. El mundo se venía abajo. El guión me gustó y me dijeron que íbamos a rodar, cuando las noticias solo hablaban de que no se sabía de qué iba esto.
-¿Te creó ilusión en la desesperanza?
-Me sanó el confinamiento. Viajé a Málaga. Se convirtió en una aventura. Este trabajo es más que una película: me ha ayudado a normalizar una situación que nos ha cambiado a todos.
-En la película dicen que nadie es lo que parece. ¿Tú eres lo que pareces?
-No, como cualquier ser humano. Todos tenemos una cara que queremos mostrar. Somos un cúmulo de cosas. Nadie va por la calle mostrando sus miedos a la primera de cambio. No soy lo que parezco y, dedicándome a lo que me dedico y preservando mi intimidad como la preservo, menos todavía.
-¿Eres tan buen chico como pareces?
-Mi madre dice que sí y parte de mis amigos también.
Su carrera parece perfectamente diseñada. Hilvana personajes con el hilo que ha confeccionado el traje que hoy muestra con humildad y elegancia.
-¿Un galán nace o se hace?
-Creo que lo hacen los demás. Autodefinirse como galán ya es de otra liga, a menos que seas Brad Pitt.
-Tú eres un galán.
-Me definen como tal, pero al principio de mi carrera no lo era. Luego vino Velvet. Entonces dije: bueno, si me convierten en galán, lo soy.
-¿Lo aceptas?
-Yo solo hago personajes. Si los demás les ponen una etiqueta y les funciona, no soy nadie para quitársela. Pero no se me va la vida en serlo.
-Recuerdo al tímido Pablo de 8 citas, con el que debutaste en 2008. ¿Le debes mucho al narco?
-Le debo mucho a Fariña. Y a Velvet, a Hispania y a Bambú Producciones.
-¿Cómo empiezas en esto de interpretar?
-Mi historia es la de una hormiguita, la de un tipo que quiere ser actor y tiene oportunidades en función de lo poco que sabe. Empiezo teniendo personajes episódicos en series. Después, de reparto, secundarios y protagonistas. Voy teniendo una evolución lógica y me imagino que los espectadores igual cada vez me ven más.
-¿Qué te da Fariña?
-Aunaba muchas cosas. Es una serie increíble para su momento, con una productora valiente para contar una historia como no se había contado hasta entonces en este país. Cuando alguien es valiente y contrata a gente con mucho talento, como Carlos Sedes y Jorge Torregrosa, lo lógico es que salga bien. Y salió bien.
-¿Qué es para Javier Rey el éxito?
-Vivir de mi oficio.
-¿Los aplausos, las alfombras rojas?
-Los agradezco, como las sesiones de fotos, pero no soy modelo.
-¿Cómo te llevas con la cara B de la profesión?
-He aprendido a llevarlo y a no pelearme con nada. Mi trabajo, en un 98%, es dar verdad al personaje y a una letras que están escritas en un papel, pero eso no sirve de nada si la gente no lo ve. Asumo que tengo que acercar ese trabajo al espectador.
-¿Siempre sales guapo en las fotos?
-No es que se me den bien, pero tampoco mal.
-¿Lo de enamorar mirando venía de fábrica o también lo has aprendido?
-Hay gente a la que le ocurrirá y otra a la que no.
-¿Eres consciente de que en las distancias cortas miras bien?
-Con la cámara, sobre todo en movimiento, más que con la fija, me llevo muy bien porque es lo que me da de comer y por lo que llevo años matándome para ser lo mejor posible.
-¿Cuál es tu objetivo en el camino de la vida?
-Tener una carrera diversa, larga, estupenda. Buscar mis límites. Quiero que se me ponga contra la espada y la pared. Hacer personajes que no he hecho. Cosas difíciles, que me saquen de lo que se presuponga que soy.
-¿Dónde vas a llegar?
-No lo sé. Tampoco sabía que iba a llegar aquí. Quiero ser el mejor actor posible, hacer mis trabajos de la forma más honesta y que yo esté orgulloso de lo que hago. Ese es mi objetivo. Para eso lo que tengo que hacer es meterle muchas horas.
-¿Cuando no trabajas qué haces?
-Siempre tengo cosas. Si no estoy rodando, estoy promocionando o preparando un personaje. En mi tiempo libre veo cine y estoy con los amigos y la familia.
-¿Emocionalmente esta profesión es cruel?
-No necesariamente. Cada uno tenemos una tendencia de vida y una forma de ver el mundo.
-¿Cuál es la tuya?
-Estar sano y, a los 95 años, tener la cabeza increíble, una forma física estupenda y hacer pelis. Querer a los míos. Que me quieran. Respetar. Que me respeten. Tomar cañas y viajar. Para mí eso es la felicidad.
-Cuéntame algo de ti.
-Yo respondo a tus preguntas. No hago monólogos.
-¿Has dicho todo lo que me tenías que decir? Si quieres, nos vamos.
-Pues sí. –Mira el reloj–. Me da tiempo a ir a recoger un paquete.
-Y a mí a ir al gimnasio.
Por Javier Bellot.
Editor Jefe Jaume Amills.
Fotografía Raciel del Amo.
Estilismo Ewin Puello.
Make Up Diego Vitaller.
Peluquería Occón Salón, por Raúl Cotte.