Jordania. Por José M. Diéguez Millán.
Ammán es cool. Sí. Más allá del teatro romano o del centro histórico, donde debes saborear su lado tradicional, la capital posee múltiples rincones sorprendentes por su aire moderno y original. Desde transgresores murales y grafitis en numerosas calles, hasta bares con ambientación extraordinaria. Disfruta de encontrarlos tú mismo. No voy a darte nombres ni localizaciones. Te imagino subiendo empinadas cuestas o alguna de las largas escaleras, presentes por doquier, buscando esa otra Ammán que no te defraudará: terrazas con buena música, restaurantes con excelentes vinos y deliciosa comida, o animados cafés de atmósfera amigable al anochecer. Descubre perspectivas insólitas de la ciudad, visibles desde muchos de ellos.
Sal directamente hacia el sur del país. Ve a Áqaba. Vive su faceta turística –buceando en el mar Rojo y cenando exquisito pescado–, pero también puedes pasear por la playa de noche y sentarte en la arena para disfrutar viendo cómo los jordanos comparten su narguile, tocan el laúd y cantan o simplemente gozan del ambiente, como tú. Contempla cuán cercanas a Áqaba brillan las luces de Eilat (Israel) y de Taba (Egipto); naciones tan próximas como dispares.
Continúa hacia Wadi Rum. Piérdete en el desierto como Lawrence, y refréscate en el mismo manantial que él. Advierte el color rojizo de la arena (aquí se filmó «Marte», entre otras películas). Sube a la montaña más alta de Jordania y contempla Arabia desde su cima. Duerme al aire libre tras extasiarte observando la Vía Láctea. Halla antiguos templos; e inscripciones en desaparecidos idiomas sobre la pared de algún cañón. Alójate en una casa familiar y admira la belleza en la cara de cada miembro del clan, realzada por su lenguaje gestual, mientras conversa contigo.
Dedica una tarde a la modesta Little Petra. Pasea, después, por las calles de Wadi Musa y contempla la puesta de sol desde algún otero. Madruga, al día siguiente, para explorar Petra. No te conformes admirando únicamente los monumentos que muestran las postales; indaga en cañones secundarios y cuevas aledañas donde la geología exhibe su impactante lado artístico.
Acércate al mar Muerto para flotar sobre sus densas aguas y maravillarte con las formaciones de sal depositadas en la orilla. Lava este mineral adherido a tu piel en alguna de las piscinas cercanas cuyo azul contrasta con el del mar.
Llégate a Al-Salt, antigua capital jordana, y tópate con una pintora que porta su cuadro bajo el brazo. O a Madaba, y visita sus antiguos mosaicos o una acogedora librería con jardín donde puedes degustar un tentempié.
Haz una ruta senderista por algún Wadi para experimentar la Jordania verde y fluvial. Nada, juega bajo refrescantes cascadas en Wadi Rajjeb, por ejemplo. Camina junto al río Jordán, donde recordarás algún pasaje bíblico. Conversa con los transeúntes de la orilla opuesta ubicada, a escasos cuatro metros, en otro país.
No te pierdas los antiguos asentamientos romanos de Jerash y Umm Qais. Desde este último, conmuévete contemplando el ocaso sobre Palestina junto a un corro de nostálgicos expatriados. Aquí, un mapa te indicará lugares tan nombrados en los noticieros como los Altos del Golán, al otro lado de la frontera.
José M. Diéguez Millán es autor del libro ESTE
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