“El diseño es inevitablemente político, porque comprende un componente de esperanza: el sueño aunque vago de una sociedad más digna de vivirse”.
Gui Bonsiepe
En los peores momentos compartir, tanto nuestras desilusiones como nuestras esperanzas, es vital. Esta última crisis en Ucrania debido a las acciones militares llevadas a cabo por Rusia nos demuestran una vez más lo inestable, delicada e impredecible que es la vida humana.
Según el crítico y divulgador del diseño, Steven Heller, desde principios del siglo XX hasta el siglo XXI, la creciente enemistad entre pueblos, razas, religiones y clases sociales ha generado un flujo constante de terror y cuanto más nos hundimos en el pozo negro de la existencia moderna, más comprendemos la importancia de tener valor y fuerza para luchar contra estas enfermedades. Necesitamos pensadores y hacedores progresistas que no teman expresar su repugnancia y su ira, y que desencadenen llamadas a la acción. Necesitamos fuerza para luchar contra la fuerza, pero también símbolos de lucha para instigar la lucha. Es ahí donde los signos gráficos, símbolos, carteles y otras formas visuales –aunque sólo sean tan fuertes como el papel en el que están impresos– pueden tener efectos positivos, al menos como una iconografía deseable y motivadora.
Todas estas imágenes, ya sean de solidaridad o protesta, son una brillante oportunidad para la toma de conciencia y siempre pueden ser de gran ayuda en cualquier activismo que hagamos. Ser conscientes, sin juzgar, de los sentimientos inmediatos que experimentamos respecto a la imagen que tenemos delante, ya sean positivos o negativos, o descubrir qué suponemos que trata de decirnos cada imagen.
Como señala la craftivista Sarah Corbett, acercarse a cualquier imagen solidaria o de protesta con una «mente de aprendiz» nos ayuda a reflexionar más críticamente sobre el poder de las imágenes y puede resultar un ejercicio de transformación personal para llegar a ser una parte efectiva y empática en el logro del cambio positivo que deseamos ver en nuestro problemático mundo.
El diseñador Milton Glaser era consciente del poder de la imagen cuando afirmaba «chapas, folletos, carteles, postales, camisetas y libros. Qué primitivos son los medios que tenemos para disentir. Y aún así creo que estas modestas herramientas pueden ayudar a cambiar la historia».
Los fondos recaudados a través de la venta de los carteles serán donados a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Matadero Madrid