Pertenece a una generación de artistas marcados por la búsqueda de nuevas fórmulas de expresión, a través de la experimentación en los formatos y el encuentro con un discurso, capaz de invocar las obsesiones de una sociedad a la deriva.
Se llama Tomás Valdivieso, nacía en Santiago de Chile, hace casi cuatro décadas y su obra presagia el fin de una era. La mirada de Valdivieso atraviesa el tiempo y reúne las voces largamente silenciadas en un mundo que nos oprime dulcemente; de una forma casi imperceptible. Nada escapa a su prisma atormentado; la libertad y el encierro; la belleza y la decrepitud; la exaltación y el hallazgo de un evocador enclave donde esconderse y sobrevivirse. El mundo moderno, las sociedades avanzadas; se presentan ante nuestros ojos, como una promesa permanente que este artista multidisciplinar delata, a partir de su comprometida cruzada contra el fraude de una libertad coartada. ¿Consenso o revolución? ¿Huida hacia delante o hacia ninguna parte? Son preguntas, que probablemente encierren el valor de todas sus respuestas. Respuestas, que a menudo, llegan antes que las preguntas. Como en la mítica Fuga de Logan, Tomás Valdivieso deserta de un mundo feliz y estandarizante, y desafía los objetivos redentores de una sociedad al borde del precipicio.
Por lo demás, Valdivieso, nos habla desde un presente remoto, desde un pasado futurible. Revienta los valores de un universo instantáneo y final, convocándonos como individuos y como colectivo, a adentrarnos en cada uno de los lugares comunes que su obra reivindica: la transformación, el silencio, el regreso al origen, el nacimiento y renacimiento constante, el diálogo con el espectador, la desesperación, la opresión, el feminismo, y un muy premonitorio encierro, que hace tres años revelaba desde Alfa Gallery, en el marco de la mítica Feria de Arte Contemporáneo Art Bassel Miami, en su muy aclamada exposición NADA (ADAN en sentido inverso).
La búsqueda de nuevos materiales y de un nuevo relato alternativo, indagan desde la pintura, el collage, el video arte, el performance o el cortometraje, para construir la narrativa de la obra de un autor irreverente y transgresor. Un artista poseedor de un dinámico metalenguaje vibrante, sonoro y que no concede tregua a un sistema al que interpela con una prosa urgente e inaplazable.
-¿A partir de qué momento tuvo su primer encuentro con el arte?
Siempre crecí en torno al arte. Mi madre siempre me inculcó la pintura y, por tanto, siempre he estado rodeado de pinturas, pinceles, lienzos… Cuando era niño, era de los que prefería pintar a jugar con cualquier juguete. Yo siempre estaba pintando o dibujando, a veces ayudaba a mi madre a hacer sus artesanías. Básicamente siempre he estado vinculado al arte.
-Describa una imagen que le marcara como futuro artista y le haya acompañado a lo largo de su carrera.
Las imágenes van cambiando, no siempre son la misma. Pero me atrevería a decir que el avión es una imagen que siempre me ha acompañado desde hace varios años. Es una imagen que he usado de manera recurrente en mis collages porque para mí simbolizan muchísimas cosas. Por ejemplo, partiendo de la máquina del tiempo; un concepto que siempre me fascinó. Reimagine los aviones como una forma de teletransporte, de emprender viajes insospechados. Los aviones son en sí mismos, eso; una máquina del tiempo que nos permita reventar esas unidades de medida imaginarias tal y como las entendemos.
-Su obra presagia y nos remite a un mundo marcado por la opresión, el encierro y las dinámicas de un sistema autoritario. ¿En qué medida ha influido una infancia como la suya marcada por la experiencia de una dictadura?
Bueno yo creo que muchísimo. La obra se plantea a partir de inputs como el encierro, la invisibilidad, el totalitarismo, el patriarcado y todos estos conceptos tan opresivos. Creo que no solo es un tema político sino también de patrones culturales que terminan condicionando aspectos personales, como el sentimiento de abandono, el desarraigo, el miedo o el exilio forzoso. Por lo tanto, creo que sí tiene una importancia muy grande el haber crecido en dictadura, haber visto tanta opresión y el haber vivido muchos años hasta el día de hoy en ese contexto.

-¿Qué reflexión hace de la opresión como fuente de inspiración?
Creo que la opresión nos lleva a los artistas a algo muy mágico, que es la posibilidad de poder decir lo que queremos pero de una manera solapada, explorando las posibilidades del lenguaje. Un lenguaje subtextual que apela al subconsciente colectivo.

-¿Cuáles fueron sus primeros referentes en el arte? ¿Qué corriente artística le gusta más?
Mis referentes yo te diría que fueron los grandes artistas de la historia del arte, son lo primero que uno tiene como referencia. Dentro de ellos, sin duda, los que más me han llegado y han estado conmigo desde la infancia son Van Gogh y Jackson Pollock. Siempre he alucinado con ellos dos y podría decir que me inspiraron e inspiran mucho por lo atrevido, lo contestatario, por atreverse a hacer algo que era distinto.
Como corriente, una de las que me gusta mucho es el Romanticismo porque me gusta lo dramático, lo fuerte, lo crudo,… siempre me lo he imaginado en la época a la que corresponde y nunca he entendido cómo es posible que haya existido.

-¿Cómo influyeron sus raíces culturales latinoamericanas en su obra?
Básicamente muchísimo. El arte indígena se podría decir que tiene muchísima simbología. Lo podemos ver en los telares, en la arqueología, ya sea en vasija, en arquitectura, en la forma de lenguaje, por dibujo o seudo escritura. Mi obra es muy simbólica y todo significa algo. Todo tiene un porqué. Es un poco lo que sucede con una manta altiplanica, que todos los bordados tienen un color y una forma que significan algo, no están porque sí.
En mis collages, he utilizado una técnica de entrelazado de materiales. Lo hago a partir de dos imágenes: una en blanco y negro y otra a color. Imprimo sobre banner y hago un entrelazado que es precisamente una forma mía de citar y reivindicar a la cultura indígena latinoamericana para dar una especie de reivindicación a través de mi obra. También hablo mucho de feminismo, entendido como algo necesario en una sociedad tan machista que necesita de forma urgente despertar la feminidad para mejorar un sistema de valores que a todas luces genera demasiados déficits. Pasa eso un poco con los tejidos; que se entrelazan reivindicando una mejor convivencia en colectivos como los pueblos indígenas o el género femenino con el resto de la sociedad en un plano de igualdad, visibilidad, inclusión y participación en el espacio público.

-¿ Han influido en su obra otras disciplinas artísticas?
Yo crecí yendo mucho al teatro, mi tío tenía una compañía y era muy buena. Se llamaba “La Tropa”. Era de carácter internacional, competían mucho en encuentros de teatro y era de tipo realismo mágico. Entonces creo que el teatro influyó y también fue una de las cosas que quise hacer en un momento determinado, al igual que te comenté que quería hacer ropa, también quise durante muchos años ser actor. Es más, estudié en Ciudad de México. Tengo recuerdos muy bonitos de esa época, formamos una compañía callejera y recorrimos gran parte del país en un coche con los trajes, las maletas, los vestuarios,… Fue una experiencia muy bonita en la que entendí como artista plástico la posibilidad de poder utilizar mi cuerpo como lienzo y, de ahí, nace mi performance.

-¿Cuáles fueron sus primeros trabajos profesionales?
Mis primeras exposiciones fueron alrededor de 2010 en Santiago de Chile. Eran exposiciones grupales, diferentes intervenciones con amigos y exponíamos en centros culturales, galerías… Siempre hacíamos cosas un poco más emergentes y de manera autogestionada. De hecho, lo sigo haciendo hasta el día de hoy ya que pienso que la autogestión es muy importante para que un artista siga en contacto con la realidad en la que estamos.

-¿Existe un momento a partir del cual siente que ha encontrado su propia voz? ¿Hubo un proceso de búsqueda consciente?
Se busca de diferentes maneras. Uno comienza a trabajar sin parar; equivocándose muchas veces para entender que desde el error puede nacer la obra. Poniendo el error de nuestro lado, convirtiéndole en nuestro cómplice. Inexorablemente experimentar y asumir riesgos nos conduce a menudo al error. En momentos de escrutinio espiritual, mental o como lo queramos llamar, somos más capaces de reflejar con menos un mensaje con fuerza y alto voltaje porque de alguna manera hemos aprendido a explicárnoslo a nosotros mismos en primera instancia.
-Hace cinco años decide instalarse en Miami, icono hispano en EE.UU, cruce de caminos de transterrados fundamentalmente latinos y símbolo de una de las Américas más discutidas culturalmente, ¿qué le atrajo de la ciudad y cómo influyó en su forma de entender el arte?
Fue precisamente la necesidad de superar cualquier forma de localismo, viviendo la experiencia global con toda la banalidad que eso también conlleva. Una necesidad que paradójicamente he liquidado.
Lo que más me influyó de la ciudad como tal fueron los colores, únicos en todo el Atlántico. La humedad hace que todo sea hiper brillante, se reflejan colores pasteles…es genial. Allí purifiqué mis collages, fueron más consistentes y limpios. Cada vez todo adquiría más sentido.
-Desde hace tres meses reside en España, ¿cómo fue el encuentro con el universo Mediterráneo?
Miami fue un paso muy positivo para mis obras y para mi como persona, pero sentía una sensación de vacío brutal. Además, mi marido es español. La pandemia precipitó un cambio que ya teníamos planificado. La situación actual no me ha permitido impregnarme de esta atmósfera tan atrapante, intercultural y contradictoria que es el sur de Europa. No obstante y precisamente por estos semi confinamientos, he podido ir a por otros aspectos más intimistas, menos externos; ese conjunto de imágenes que un turista tiene en su cabeza y, por tanto, he vivido esta nueva mudanza con mucha resiliencia y viviendo de una forma muy intensa esto que nos está tocando vivir.

-Su obra habla del encierro, la opresión y la vuelta al origen, una constante que alcanzó una de sus cotas máximas en Art Basel Miami con su exposición “NADA” en 2017 ¿cree que fue algo premonitorio?
En parte creo que sí, fíjate. Creo que el arte en sí es premonitorio. Siempre ha sido premonitorio a lo largo de la historia, es como que contamos lo que va a venir. Los artistas somos tan observadores, estamos observando tanto y absorbiendo tanto, que es como que contamos un poco lo que se viene. Eso lo plasmé en un trabajo mío, una serie que hice en Miami explicando el estallido social en Chile. Yo había hecho una obra que si tú la miras ahora, es el estallido social en Chile y lo hice antes de que pasará, ocho meses antes. Yo creo que aquí pasa lo mismo.
-¿Qué tiene de inspirador la situación que estamos viviendo de confinamiento, encierro y restricciones? ¿Todo esto le remite a épocas pasadas?
Me remueve todo. Me remueve mi infancia, recuerdos,… Me acuerdo de los toques de queda. Escucho esa palabra y cada vez que la nombro me entra mucha emoción y me dan ganas de llorar. Me da mucha angustia y la estamos viviendo ahora de nuevo, y realmente pensé que nunca más la iba a vivir. Esto me ha generado un conflicto dificilísimo que he podido llevar y se llevar hoy en día pero cuando veo militares en las calles, cuando veo la policía armada, escucho los helicópteros,… Es inevitable cerrar los ojos y recordar cuando tenía seis años.
Hoy sé que los toques de queda han pespunteado mi vida. Me han enseñado a esconderme, a escapar, a volver, a ser un poco polizón, a entender que el amor y el odio son emociones de las que ya nunca escaparemos pero que sí podemos convertir en una energía poderosa si sabemos superarlas. En estos días evocando todos los toques de queda que he vivido para tratar de entender la relación que había entre los acontecimientos, recordé un toque de queda en Miami. Fue hace años y en esa ocasión, lo causó la llegada de un huracán. Es sorprendente constatar nuestra capacidad de supervivencia y cómo aprendemos a caminar y a normalizar escenarios tan difíciles. Estos días revivo aquel toque de queda en Miami en el que al intentar volver a mi apartamento a recoger algunas cosas, me encontré con un coche de policía que prohibía el paso e instintivamente me escondí entre dos arbustos evitando las luces de sus coches vigilantes. Aquel toque de queda, me devolvió al Chile de Pinochet pero también a todas las veces que por supervivencia me he escondido.
¿En qué está trabajando ahora mismo como artista?
Precisamente los artistas tenemos que tener el compromiso de que nuestra obra sea y, sobre todo su discurso impregne e interpele al inconsciente colectivo. De manera que si bien sigo creando obras en exclusiva, estoy trabajando también, en la idea de hacer mi obra más inclusiva a través del formato print. De esta forma, el coste de la misma sintoniza mucho mejor con el momento de crisis actual sin perder ni un ápice de su esencia.
Además, estoy preparando junto a mi equipo creativo una línea de prendas textiles en las que exploro las posibilidades de la ilustración, la señalética, haciendo un guiño a las tendencias a las que en este momento estamos asistiendo basadas en líneas simples pero llenas de significados al mismo tiempo. Se trata en definitiva de generar un espacio de encuentro entre mi narrativa, el barniz estético creando una colección que sea absolutamente identificable con todas esas temáticas recurrentes ya en mi trayectoria.

-¿A partir de qué momento un artista se consagra? ¿Es algo premeditado o forma parte de la culminación de un relato? En su caso, ¿qué le queda por contar?
Un artista se consagra cuando alcanza la lucidez y la solvencia suficiente para vivir de su expresión sin renunciar al riesgo y a su espíritu transformador, porque el arte es una herramienta transformadora de la sociedad. el reconocimiento, la fama o los grandes hitos en la carrera de uno, no debería ser una finalidad en sí misma, sino una consecuencia de esa coherencia.
Me queda por contar el resultado de una investigación vital. La convicción y la militancia en la negativa de no asimilar esquemas preconcebidos, valores heredados y estereotipos asfixiantes. Las personas que formamos parte del mundo de la cultura, debemos re-evitar la pulsión por la lucha, por la visibilidad de lo injusto, ofrecer respuestas, un relato alternativo y, en definitiva, crecer por encima de las mentiras que nos contaron.
Jaume Amills.