Justo cuando celebra su longevidad, aparece en escena Grokipedia: la criatura recién lanzada por la empresa xAI de la mano de Elon Musk , que irrumpe como un espejo futurista que propone reescribir no ya los artículos, sino la propia lógica del saber. Donde Wikipedia fundada por Jimmy Wales tardó años en construir una comunidad distribuida, Grokipedia promete velocidad, automatización y un catálogo inmenso generado por inteligencia artificial. Una enciclopedia que nace con la pretensión de ser antídoto, alternativa, purga de sesgos y salvación frente a un supuesto cansancio informativo. Dos planetas en la misma órbita, pero movidos por fuerzas opuestas.
La pulsación humana frente al algoritmo
Wikipedia es un organismo coral. Nunca fue un proyecto de iluminados, sino de miles de personas anónimas que corrigen, discuten, ajustan, desarman. Su autoridad no proviene de un centro, sino de la acumulación de decisiones microscópicas. Un texto que puede ser modificado en cualquier momento es, por definición, un texto vivo: poroso, nervioso, imperfecto, pero testigo de una confianza radical en lo colectivo.
Grokipedia, en cambio, se erige como un monolito de datos generados por un solo cerebro: el de la máquina. Los usuarios pueden sugerir cambios, pero no transformar directamente el tejido de la enciclopedia. Es un conocimiento que no se abre en canal, sino que se presenta empaquetado, como si el mundo cupiera en un conjunto de respuestas suaves y uniformes. La velocidad es su virtud; la pluralidad, su talón de Aquiles.
Ambas enciclopedias hablan de neutralidad, pero lo hacen en idiomas distintos. Wikipedia se aferra al equilibrio del consenso; Grokipedia apuesta por la aparente asepsia del algoritmo. Una confía en el diálogo; la otra, en la arquitectura matemática del modelo. Lo inquietante es que la imparcialidad automática puede esconder un sesgo más silencioso: aquel que no se discute porque no se ve.
Dos formas de entender la verdad
La disparidad entre ambas plataformas es filosófica antes que tecnológica. Wikipedia concibe el conocimiento como un territorio en constante disputa —como esos mapas antiguos donde los bordes se rehacen con cada expansión imperial o cada derrota naval—. Grokipedia, por su parte, se presenta como una cartografía exacta y sin fisuras, donde los misterios del mundo quedan convertidos en párrafos lisos y ordenados.
La primera asume que todo saber es negociable; la segunda pretende que todo saber sea definitivo.
Ese contraste se intensifica cuando emergen los temas calientes: política, historia, biografías controvertidas. Allí donde Wikipedia sostiene el peso de la discusión comunitaria, Grokipedia genera artículos impecables en apariencia, pero más vulnerables al gusto, la orientación o los intereses de quienes entrenan y supervisan el sistema. Ambas plataformas aspiran a la universalidad, pero sus caminos divergen: Wikipedia avanza lentamente, a veces con tropiezos; Grokipedia corre, aunque no siempre mira dónde pisa.
Lo que está en juego no es solo qué información ofrecen, sino cómo se produce. Wikipedia nació con una idea radical: que la verdad puede ser un proyecto compartido. Grokipedia propone otra: que la verdad puede ser manufacturada, sin fricción, mediante el trabajo incansable de un modelo de IA.
El usuario, en este nuevo escenario, ya no es contribuyente sino consumidor. Ya no interviene, solo observa. Y sin participación, la verdad corre el riesgo de transformarse en un producto más: elegante, brillante, listo para ser aceptado sin resistencia.
El duelo entre Wikipedia y Grokipedia no es una simple competición tecnológica. Es un choque entre dos formas de imaginar el porvenir del saber humano.
Una apuesta por la lentitud, la conversación, la duda.
La otra por la rapidez, la síntesis y la autoridad algorítmica.
Quizá el verdadero desafío no consista en elegir una u otra, sino en no olvidar que ninguna enciclopedia puede reemplazar nuestra responsabilidad como lectores críticos. El conocimiento no se sostiene solo por lo que dice, sino por quién lo vigila, quién lo corrige, quién se atreve a cuestionarlo.
En esa grieta se juega el futuro: entre la voz múltiple de la comunidad y el pulso incansable de la inteligencia artificial. Dos modelos que conviven, se tensionan y nos obligan a preguntarnos qué verdad queremos —y quién la va a escribir. ¿Un colectivo de manos humanas dispersas o una máquina que promete objetividad mientras proyecta, en silencio, la sombra de quienes la programan?
El tiempo responderá. Pero quizá, como en toda buena enciclopedia, lo importante no sea la respuesta final, sino el proceso de llegar a ella.









