Eduardo Casanova desembarca en el Festival de Locarno de Suiza con “Silencio”, su nueva miniserie queer, presentada como una tragicomedia oscura que enlaza vampirismo, lesbianismo, la peste bubónica y el SIDA. El joven realizador, que intenta —con más aspiraciones que certezas— erigirse como promesa del “cine español subvencionado”, ha acudido a exhibir un proyecto que presume de “aplastante originalidad” y que se autoproclama rupturista por reunir en un mismo eje narrativo elementos tan dispares como vampiras, enfermedades pandémicas y tabúes sexuales. El resultado, sin embargo, es un collage farragoso, carente de humor y de afinación, saturado de clichés, que pese a evocar con fuerza las tendencias escatológicas de su filmografía previa, no consigue transmitir autenticidad. Se hunde en un aquelarre desarticulado de imágenes inquietantes sostenidas únicamente por un elenco femenino en estado de gracia: María León, Ana Polvorosa y Mariola Fuentes. El empeño de Eduardo Casanova por imprimir a este entramado visual la poética del sufrimiento femenino invisibilizado se queda a medio camino entre una serie B mediocre y un producto televisivo plano y previsible, sin la solidez que aportan los clásicos, aunque con un envoltorio deslumbrante gracias al trabajo de Óscar del Monte, especialista en maquillaje y efectos con quien ya Casanova colaboró en “Pieles”.