La silla vacía de Celia Cruz en Cuba: una hora de silencio contra una dictadura acostumbrada a silenciar la libertad y la cultura
Nadie lo esperaba, y precisamente por eso dolió tanto. El domingo 19 de octubre , La Fábrica de Arte Cubano (FAC) —ese laboratorio de la contradicción donde conviven el grafiti y el discurso oficial, el jazz y la obediencia— decidió romper el silencio de la censura con otro silencio, más elocuente, más insoportable. Una silla vacía sobre el escenario, iluminada como una reliquia profana, fue la protagonista de la noche que debía celebrar el centenario de Celia Cruz. Durante una hora, el público contempló la ausencia. No hubo discurso, ni proclama, ni aplauso: solo un hueco, un vacío más grande que el Malecón entero. Una hora de silencio por Celia Cruz. ¡NO A LA CENSURA! ¡FUERA LOS CENSORES!”, escribió en su perfil de Facebook Rosa Marquetti, especialista en la artista cubana más famosa de todos los tiempos y que fue la primera en denunciar la medida tomada por el Ministerio de Cultura cubano que aspira a trascender humillando todos los límites.


