Harper Lee publicó su primera novela en 1960, “Matar a un ruiseñor” y ese hecho marcó un antes y un después en la literatura, ya que la obra no fue simplemente una novela destacada en su tiempo: fue una grieta en el muro de silencio que cubría las contradicciones morales de la América profunda. Hoy, 65 años después, la obra de Harper Lee resiste como una piedra angular de la literatura estadounidense, no sólo por su pericia narrativa, sino por su valor ético, histórico y estético. Harper Lee plantea un contexto en el que el racismo se intensificó cada vez más, pues muchos creyeron que denostar al ‘diferente’ podría ser una forma de mantener el orden social y combatir la pobreza. Un eco que, 65 años después, la extrema derecha ha vuelto a poner de actualidad con sus discursos racistas. A pesar de las críticas que la señalan como una visión “blanca” del racismo —centrada en la redención del blanco “bueno” más que en la agencia de los personajes negros—, “Matar a un ruiseñor” conserva su vigencia. En parte, porque no ofrece soluciones ni finales conciliadores, sino que expone una estructura de poder basada en la impunidad y el miedo, que sigue operando en muchas sociedades contemporáneas.