Será el arranque de un mes intenso, donde 23 espectáculos procedentes de 17 países desplegarán en seis escenarios de la región —Madrid capital, San Lorenzo de El Escorial y Móstoles— un mosaico escénico de teatro, danza, música y poesía que dialoga entre generaciones, geografías y estéticas. Con más de la mitad de las propuestas llegadas de Hispanoamérica, el festival traza este año un mapa de sur a norte de la escena contemporánea, confirmando que las artes escénicas son, más que nunca, un territorio de mestizaje y pensamiento compartido.
Un inicio festivo: el barroco se vuelve tropical
Coup Fatal, producción de la Comédie de Genève, regresa renovada una década después de su estreno. Platel, fundador de Les Ballets C de la B —compañía emblemática de la danza contemporánea europea—, combina en esta pieza músicas de Händel, Gluck y Bach con ritmos congoleños, rock y jazz, transformando lo barroco en pura energía tribal. En escena, ocho músicos, el contratenor sudafricano Coco Diaz, tres voces corales y un bailarín despliegan una celebración sonora que convierte la diferencia en una forma de alegría. Las tres funciones, del 6 al 8 de noviembre, inauguran el festival con una fiesta que desobedece fronteras.
Mariana Enríquez y el horror social del Cono Sur
El pulso latinoamericano continúa con Las cosas que perdimos en el fuego, adaptación teatral del libro homónimo de Mariana Enríquez, figura esencial de la literatura argentina contemporánea. Dirigido por el uruguayo-brasileño Leonel Schmidt, este montaje, que podrá verse del 7 al 9 de noviembre en la Sala Negra de Teatros del Canal, reúne seis relatos donde lo cotidiano se tiñe de horror: feminicidios, pobreza, dictadura, desapariciones y obsesiones personales. Schmidt describe la obra como un tránsito “entre la opresión y la liberación”, un espejo de los fantasmas sociales que recorren América Latina.
Sinfonías de un amor imposible
La música también se tiñe de acentos transatlánticos con el concierto Amor imposible, dirigido por la maestra mexicana Alondra de la Parra al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM). En el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, el 7 de noviembre, resonará un tríptico de amores trágicos compuesto por Gershwin, Prokófiev y Silvestre Revueltas.
De la sensual Catfish Row —suite de Porgy and Bess— a las piezas de Romeo y Julieta, el programa concluye con La noche de los mayas, de Revueltas, outsider mexicano que compuso esta obra para una película sobre un amor prohibido entre una mujer maya y un hombre blanco. Una sinfonía de pasiones imposibles y ecos mestizos.
Conchi León: la palabra como exorcismo
También desde México llega Cachorro de León, monólogo escrito e interpretado por Conchi León, que sube a escena en la Sala Cuarta Pared los días 7 y 8 de noviembre. Sola ante el público, la actriz desgrana su propia biografía: la infancia marcada por un padre violento, los comienzos teatrales y la reconciliación con los monstruos familiares. Con humor negro y ternura, León convierte el trauma en poesía, construyendo “una oda al perdón y al milagro de seguir viva”.
Su teatro, profundamente social, nace del dolor colectivo: las mujeres indígenas, los niños en riesgo, los presos, las víctimas invisibles. En sus palabras late la convicción de que el arte cura y transforma.
Lukas Avendaño: danza ritual y disidencia
El 8 y 9 de noviembre, el artista oaxaqueño Lukas Avendaño presentará en CondeDuque su performance Réquiem para un alcaraván, una ceremonia híbrida entre danza, teatro y rito ancestral. Avendaño, reconocido como muxe —identidad de género de las comunidades zapotecas—, se viste de novia y convoca una boda imposible para dialogar con los espíritus, con la Virgen y con su propia memoria.
A través de vestuarios cambiantes y monólogos autobiográficos, celebra la resistencia muxe y denuncia la violencia hacia las disidencias sexuales. Como apunta el investigador Prieto Stambaugh, su obra representa “la confluencia explosiva entre género, etnicidad y deseo”.
Emilia y Pablo: folclore, poesía y psicodelia
El 9 de noviembre, la primera semana del Festival de Otoño cierra en Teatros del Canal con De Púrpura y Melancolía, creación de los músicos y actores chilenos Emilia y Pablo, afincados en Madrid desde hace casi una década. Su propuesta fusiona la música latinoamericana con ecos flamencos y una puesta en escena teatral que transforma el concierto en experiencia sensorial.
Tras su álbum Isla Virtuosa, el dúo profundiza ahora en la poesía latinoamericana, entre el folclore y la psicodelia, acompañado de músicos invitados y una atmósfera que convierte el escenario en territorio de memoria, deseo y color.
Un festival para mirar el mundo desde el sur
La 43ª edición del Festival de Otoño consolida a Madrid como un epicentro de diversidad escénica, donde confluyen cuerpos, lenguajes y acentos. Marcela Diez ha trazado una programación que no solo exhibe obras, sino que invita al diálogo entre generaciones y geografías, apostando por una juventud creadora que piensa el arte como acto político y vital.
Durante casi un mes, los teatros madrileños serán punto de encuentro entre Europa y América Latina, entre lo clásico y lo experimental, entre el ritual y la vanguardia. En este cruce de caminos, cada montaje —del barroco tropical de Platel al realismo sucio de Enríquez, del trance ritual de Avendaño al cante mestizo de Emilia y Pablo— reafirma una idea esencial: la escena contemporánea es un territorio libre donde las fronteras se disuelven y la emoción se convierte en pensamiento.
Treinta días de otoño, seis sedes, diecisiete países, y una única certeza: el arte, cuando es diverso, cuando se atreve a mirar el mundo desde sus márgenes, es la forma más luminosa de resistencia.









