
En Encantado, 11 intérpretes hacen aparecer y desaparecer figuras, imágenes y composiciones que evocan el Brasil de los contrastes, reflejando tanto la precariedad como la riqueza cultural de su entorno y reivindicando el arte como herramienta de transformación social. Como ya hiciera en Furia, también estrenada en Condeduque, Rodrigues se expresa desde una estética hecha a partir de objetos baratos y cotidianos.

Nacida en Río de Janeiro en 1956, Lia Rodrigues inició su carrera en el mundo de la danza en la década de 1970, un período en el que Brasil vivía bajo una dictadura militar. Su educación en danza comenzó en el Ballet do Estado de Rio de Janeiro, donde se formó en las técnicas clásicas. Sin embargo, fue en los años 80 cuando la coreógrafa brasileña comenzó a alejarse de las formas tradicionales y se adentró en el mundo de la danza contemporánea. A lo largo de su carrera, Lia se fue alejando del ballet clásico y fue forjando una voz única dentro de la danza contemporánea brasileña, influenciada por movimientos de vanguardia tanto nacionales como internacionales.

Una de las principales características de su estilo es la forma en que integra elementos de la cultura popular brasileña, como la samba, el funk, y la capoeira, con técnicas de danza contemporánea. Esta fusión de estilos y tradiciones le permitió crear una danza muy particular, que no solo conecta con el público brasileño, sino también con audiencias internacionales, buscando siempre una comunicación directa y emocional.
Su enfoque en la danza como activismo social
Lo que distingue a Lia Rodrigues de otros coreógrafos contemporáneos es su compromiso con la inclusión social. Desde finales de los 80, y especialmente en la década de 2000, la coreógrafa se ha interesado profundamente en usar la danza como una herramienta para el cambio social. Su trabajo está profundamente arraigado en la idea de que la danza puede ser un medio para transformar la realidad de las personas, especialmente aquellas que viven en situaciones de vulnerabilidad social.
En 2004, Lia Rodrigues fundó la “Companhia de Dança Lia Rodrigues” en la favela de Maré, uno de los sectores más empobrecidos de Río de Janeiro.
Esta decisión no fue solo un acto de creación artística, sino también un acto de resistencia cultural. En este espacio, la coreógrafa y su compañía han trabajado con jóvenes de la favela, brindándoles no solo formación en danza, sino también una plataforma para expresar sus realidades y sus luchas. Con ellos (más de la mitad son residentes de Maré) ha creado un catálogo de coreografías relevantes con una estética y un modo escénico sustentado en la supervivencia y la emergencia, que extrae belleza de los elementos de desecho que usa como escenografía y atrezzo en sus producciones. Sus técnicas coreográficas desafían los límites de la danza para explorar cuestiones como la pobreza, la historia o la violencia. La idea de trabajar en un contexto de exclusión social y usar la danza como medio para darle voz a los marginados es un claro reflejo del enfoque social que siempre ha caracterizado a Rodrigues.
Las piezas que ha creado a lo largo de los años son profundas reflexiones sobre la desigualdad social, el racismo y la opresión, temas que en Brasil resuenan con mucha fuerza. Obras como “Furia” (2005) y “A Renuncia” (2014) exploran los conflictos internos y sociales que surgen de estas problemáticas, llevando a la audiencia a una reflexión más profunda sobre la sociedad contemporánea.
La danza como lenguaje de resistencia
Lia Rodrigues es también una ferviente defensora del papel de la danza como un lenguaje de resistencia. Su coreografía no solo busca el deleite estético, sino que también aspira a ser una experiencia transformadora para el público. En este sentido, la obra de Rodrigues se aleja de la danza puramente técnica y se convierte en una reflexión en movimiento sobre el cuerpo, la política y la cultura. Cada uno de sus espectáculos se convierte en una denuncia silenciosa contra las estructuras sociales que perpetúan la opresión, el racismo y la pobreza. A través de sus trabajos, ha logrado que la danza se convierta en una forma de visibilizar a aquellos que generalmente son invisibles en la sociedad. La utilización del cuerpo como un medio para contar historias, a veces desgarradoras, es una de las marcas distintivas de su estilo. En sus presentaciones, la corporalidad se convierte en el instrumento principal para hacer frente a las injusticias sociales, y la danza se utiliza como un acto de denuncia y resistencia.
Lia Rodrigues, es un un faro para aquellos interesados en explorar la danza como un medio de transformación social. Su obra ha sido una plataforma para aquellos que no tienen voz, convirtiéndola en una de las artistas más influyentes del panorama artístico contemporáneo de Brasil.
A través de su compromiso con los jóvenes de Maré y su exploración de temas profundamente sociales, la coreógrafa ha demostrado que la danza puede ser mucho más que una expresión artística. Para ella, la danza es un medio para cuestionar el mundo que nos rodea, un espacio para la reflexión, y sobre todo, una herramienta para el cambio. Su legado sigue vivo en su trabajo, en la compañía que fundó, y en los muchos bailarines y artistas que continúan llevando su mensaje de resistencia a través de sus cuerpos.

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