
Nacida en 1907 en Poughkeepsie (Nueva York), Miller inició su formación en pintura y escenografía, aunque pronto su carrera como modelo le abrió el mundo visual que acabaría transformándola en fotógrafa. Retratada en sus inicios por Cecil Beaton o Edward Steichen, decidió pronto ponerse detrás del objetivo. En 1929 se instaló en París, donde comenzó una colaboración decisiva con Man Ray. De esa unión creativa surgiría la técnica de la solarización, un hallazgo técnico que generaba halos invertidos en el revelado. Entre las piezas recuperadas por la Tate destaca Sirène (Nimet Eloui Bey), realizada hacia 1930-32, ejemplo de esa experimentación. En paralelo, trabajó en Vogue francesa, abrió su propio estudio y participó como actriz en Le Sang d’un poète (1930) de Jean Cocteau, fragmentos de la cual se exhiben en esta retrospectiva.

París le ofreció un escenario fértil. Sus fotografías urbanas de principios de los treinta capturan lo insólito en lo cotidiano: un charco de alquitrán que parece fluir hacia unos pies anónimos, reflejos que distorsionan la catedral de Notre Dame o escaparates convertidos en escenarios oníricos. En 1932 regresó a Nueva York para fundar Lee Miller Studios Inc. y presentar su primera exposición individual. Su nombre pronto circuló en revistas y muestras colectivas junto a otros innovadores de la modernidad fotográfica.
En 1934, el destino la llevó a Egipto, donde exploró con su cámara tanto la vida urbana de El Cairo como la inmensidad del desierto. La célebre imagen Retrato del Espacio (1937), tomada en el Oasis de Siwa, condensa su sensibilidad surrealista aplicada a la geografía. A ello se suman sus registros de Siria rural y de Rumanía, muchos de ellos nunca antes expuestos. La muestra incluye también retratos lúdicos de amigos célebres: artistas, escritores y cineastas como Leonora Carrington o Charlie Chaplin, testigos de su amplia red internacional.
El giro crucial de su vida llegó con la Segunda Guerra Mundial. Establecida en Londres en 1939, se convirtió en fotógrafa de moda para Vogue británica. Entre bombardeos, sus imágenes transmiten tanto ingenio como resistencia: piezas como You will not lunch in Charlotte Street today (1940) o Fire Masks (1941) combinan el dramatismo con un sutil humor absurdo. No tardó en convertirse en corresponsal acreditada de guerra, una de las pocas mujeres en ese rol. Documentó desde la participación femenina en la retaguardia hasta escenas del frente en Francia, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Austria o Hungría. Sus reportajes revelan comunidades arrasadas y la crudeza de la posliberación.

Estas instantáneas se presentan junto a extractos de sus vívidos ensayos publicados en Vogue británica y estadounidense, donde su voz en primera persona refuerza el impacto visual. Uno de los momentos culminantes de la exposición son las imágenes tomadas junto al fotógrafo David E. Scherman en el baño privado de Hitler en abril de 1945, justo después de visitar Dachau. Allí, Miller aparece retratada en un gesto performativo que desmitifica la figura del dictador y convierte esas fotografías en íconos radicales del siglo XX.
Tras la guerra, Miller continuó fotografiando a sus amistades en distintos puntos del mundo: Isamu Noguchi en Nueva York, Dorothea Tanning en Arizona o Jean Dubuffet en Sussex, donde ella misma residió en Farley Farm. Esos retratos conforman el núcleo íntimo de su producción de posguerra, en los que la complicidad personal se une a la experimentación estética.
La retrospectiva concluye con un autorretrato excepcional de 1950. En él, Miller se muestra en el estudio londinense de Oskar Kokoschka, subida en una escalera entre dos espejos, rodeada de obras de arte y con la mirada fija hacia su propia cámara. Una declaración de identidad: artista entre artistas, mujer que habitó los márgenes y los transformó en centro.
La Tate Britain ofrece así no solo un repaso cronológico, sino una inmersión en la compleja figura de Lee Miller: modelo, musa, fotógrafa, reportera, cómplice de las vanguardias y testigo de la barbarie. Su legado, disperso en géneros y geografías, queda reunido para trazar el retrato de una creadora que entendió la fotografía como un acto de desafío y revelación permanente.
