
El retrato de un país de dos velocidades de un yate que unos pocos manejan en Ibiza a los Veranos en España que algunos conocen
Los veranos en España , según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, cerca del 34% de los hogares con ingresos bajos no puede costear ni una semana de vacaciones fuera de casa. No se trata únicamente de un problema coyuntural ligado a la inflación o a una mala temporada laboral: en muchos casos, es la consecuencia de un modelo económico que concentra la riqueza y convierte el ocio en un privilegio para unos pocos. Nadie sueña con un yate en Ibiza, es más que un sueño. Es la utopía malsana de gente pudiente que nos restriega su poderío en nuestras incapaces fauces de pobres obreros sin vacaciones en Ibiza. Sin yates, sin olas, esclavos de la opulencia de unos señores que no vamos a nombrar, porque nos resulta demasiado anecdótico
Mientras tanto, los veranos en España muestran la otra cara del país se muestra en fotografías cuidadosamente editadas y planteadas para el puñetero instagram que se muestra como un escaparate ilusorio de “gentuza pudiente”: la cantante Rosalía navegando por las aguas de Ibiza en un yate de lujo valorado en más no sé cuantos ceros euros por día de alquiler; futbolistas como Sergio Ramos pasando el verano en su finca de no sé cuantas hectáreas en Sevilla antes de viajar a la Riviera francesa; o presentadoras televisivas como Ana Obregón disfrutando de largas estancias en villas privadas de las Islas Baleares. ¿Qué han hecho ellos para merecer tanto y que no han hecho las familias trabajadoras para merecer tan poco? Urban Beat se ha acercado a tres familias trabajadoras para indagar su opinión sobre este tema cuyo contraste abrazador, repetido año tras año, agranda la brecha emocional y simbólica entre quienes pueden y quiénes no.
Marta, 38 años nacida en Barcelona ahora vive en Montferrer i Castellbò votante del PSOE
Sempre he treballat per tirar endavant, el meu pare era votant del PSOE, jo dic a tothom que votem aquest partit, encara que en el fons sé que el vot és secret. Sola, amb dos nens i els preus pels núvols, ni parlar de vacances. Aquest any passarem agost a casa, amb el ventilador i cercant ombra. Els meus fills pregunten per què els seus amics se’n van a la platja i ells no. Se’n va endur perquè vols donar-los experiències, però la realitat és que no puc. De vegades em sento impotent i amb molta tristesa perquè com que els explicaré que una dona sola, que pateix la violència masclista, treballant per 1000 euros netejant en una immobiliària, els pot donar unes vacances decents. Els tinc a casa, enganxats a TIK TOK, ja sé que no és bo per a ells, però almenys els mantinc entretinguts. Humanament, no puc fer més por a ells.
Luis y Carmen, pareja inmigrante paraguaya que nos habla en guaraní, viven en Tomelloso, no votan a nadie porque no tienen papeles, les gustaría votar al PP
Roĝuahẽ España-pe ojapo cinco áño, rohekávo peteĩ futuro iporãvéva peteĩ contrato de trabajo reheve peteĩ hotel de lujo Valencia-pe. Opa mba’e osẽ vai che aborto jave, ha rova va’erã Tomelloso-pe roiko haĝua che prima María Julia ndive. Luis oñepyrû omba’apo oñangarekóva peteî karai 90 ary orekóva rehe 700 euros mesa guýpe, omano peve ko karai ha oñemosê. Mokõivéva romba’apo tembiapo sapy’ami upe guive ko’ápe Tomelloso-pe, ha apenas roikove. Afortunadamente, heta lucha rire, Luis haimete oreko kuatia. Umi vacaciones ndaha’éi ni peteî posibilidad. Che membykuña imitãvéva araka’eve ndohejái pe táva. Ohecha iprima fotokuéra Paraná rembe’ýpe ha ovy’ase vacaciones, pero ko’ápe ndoroguerekói ni tiempo ni pirapire. Sapy’ánte aimo’ã ndaha’eiha parte pe sueño español-pe. Reporandúramo chéve mávapepa avotáta, ha’éta pe PP. Ndaikuaái avei heta mba’e partido político-kuéragui, pero chegusta pe sigla.

José Manuel, homosexual, 55 años, oriundo de Jaramillo Quemado, Burgos, votante de VOX
No me gusta que me digan que no puedo permitirme vacaciones porque dicen que el Estado no ayuda. Yo trabajo duro, y sí, hay familias que no tienen ni para pagar la luz, pero también creo que muchos gastan en tonterías y vienen a España pensando que pueden adquirir una categoría de inmigrantes cuando solo vienen a delinquir. No vamos a Ibiza ni tenemos yate, pero hacemos escapadas por Castilla y León con lo que podemos. No estoy de acuerdo con que todo sea culpa del sistema, también es cuestión de prioridades. Nunca he sido menospreciado por mi partido por ser homosexual, tampoco lo voy gritando a los cuatro vientos, ni me subo a una carrosa en el día de los maricones. Me guardo de mis cosas en mi intimidad y celebro un partido de mano dura, tanta tontería. Lo que uno haga en su casa, en su cama no tiene que ser aireado, VOX es mi partido y punto. Es verdad que llevo años sin vacaciones, pero estoy seguro que cuando VOX llegue al poder, las tendré de sobra.
Impacto psicológico del “no poder”
La imposibilidad de irse de vacaciones en un verano en España no se reduce a una cuestión de ocio perdido. Tiene implicaciones psicológicas profundas. Las familias que se quedan en casa sienten que se rompe la narrativa social que asocia verano con descanso y felicidad. En un país donde las redes sociales amplifican la comparación constante, el bombardeo de imágenes de playas privadas, jets y hoteles cinco estrellas no solo provoca frustración, sino también sentimientos de exclusión y derrota personal.
En barrios de ciudades como Sevilla, Murcia o Almería, el verano se vive con temperaturas superiores a los 40 °C, sin aire acondicionado y con parques y piscinas públicas saturadas o cerradas por recortes municipales. Mientras tanto, en las portadas de las revistas, artistas y “influencers” brindan en cubierta bajo un cielo mediterráneo despejado.
La dimensión social de la desigualdad vacacional en un verano en España
El ocio no es una frivolidad: es un componente de la calidad de vida y del bienestar colectivo. La ausencia de vacaciones afecta la salud mental, la cohesión familiar y la capacidad de recargar energías para afrontar el resto del año. Cuando una parte considerable de la población vive en un ciclo continuo de trabajo, cuidados y responsabilidades, sin pausas reales, el desgaste se acumula.
A nivel comunitario, la desigualdad vacacional genera dinámicas de aislamiento. En zonas urbanas como Vallecas, Nou Barris o La Chana, las asociaciones vecinales organizan campamentos urbanos y proyecciones de cine al aire libre para suplir la falta de ocio accesible. Al mismo tiempo, el espectáculo mediático del lujo funciona como una reafirmación de jerarquías: los famosos no solo viajan, sino que convierten ese privilegio en contenido de consumo masivo, reforzando la idea de que el ocio es una marca de estatus.
El papel de los medios y el negocio del deseo en un verano en España
La prensa del corazón, junto con plataformas digitales y programas de entretenimiento, construye un verano mediático donde la opulencia es protagonista. No se trata solo de mostrar viajes: se construye un relato aspiracional que convierte en meta vital lo que en realidad es una extravagancia reservada a muy pocos.
Marcas de moda y joyería aprovechan estas imágenes: un collar visto en una foto de Marbella se agota en horas; una toalla de marca fotografiada en Formentera se convierte en objeto de deseo, aunque cueste más que la compra semanal de un hogar con ingresos ajustados. El resultado es una presión de consumo que, para muchos, se traduce en frustración acumulada.
Implicaciones políticas: el ocio como derecho en cualquier estación en España, incluso en verano
El debate sobre las vacaciones como derecho social ha sido históricamente marginal, pero empieza a ganar espacio en la conversación política. Francia, por ejemplo, mantiene programas de “cheques-vacaciones” para que familias con ingresos bajos puedan disfrutar de estancias subvencionadas. En España, este tipo de medidas son excepcionales y de alcance limitado, a menudo gestionadas por ONG o administraciones locales.
En la práctica, la ausencia de políticas estructurales perpetúa una brecha invisible: un niño que pasa sus veranos encerrado en casa o en la calle, soportando olas de calor, no tendrá la misma experiencia vital ni las mismas oportunidades de descanso y aprendizaje que otro que pasa tres semanas recorriendo el Caribe con su familia.
El verano en casa: estrategias y resistencias
Frente a la imposibilidad de viajar, muchas familias buscan alternativas para construir momentos de desconexión sin salir de su entorno. Parques, excursiones de un día, actividades comunitarias y el redescubrimiento de la propia ciudad se convierten en estrategias de resistencia. En Cádiz, asociaciones culturales han organizado rutas gratuitas por el casco histórico; en Zaragoza, huertos urbanos ofrecen talleres familiares; en Madrid, las bibliotecas públicas han ampliado su programación veraniega.
Sin embargo, estas soluciones también evidencian la desigualdad: mientras unos alquilan un velero en Ibiza o se alojan en un resort de Maldivas, otros dependen de la programación cultural gratuita del ayuntamiento para romper la rutina. El contraste no es solo económico, sino simbólico: para unos, el verano es una expansión de posibilidades; para otros, un ejercicio de adaptación.
Una sociedad bajo el espejo del verano
La brecha vacacional no es un fenómeno aislado: es el reflejo de un país donde la desigualdad económica se manifiesta incluso en el derecho a descansar. En este sentido, el verano actúa como un espejo que amplifica las diferencias. Las imágenes de lujo no son el problema en sí mismas, pero sí lo es la normalización de un sistema que acepta que millones de personas vivan sin posibilidad de desconexión, mientras un pequeño grupo convierte el ocio en espectáculo.
Las redes sociales han intensificado esta brecha, transformando la vida privada en una pasarela de consumo. En este escenario, la envidia, la frustración y el sentimiento de exclusión no son fallos individuales, sino reacciones humanas ante una estructura desigual que exhibe, con total naturalidad, lo que niega a la mayoría.
En última instancia, la cuestión de las vacaciones va más allá de un avión, una playa o un hotel. Se trata de cómo concebimos el tiempo, la salud y la dignidad en una sociedad que dice valorar el bienestar pero que, en la práctica, lo reparte de forma desigual. Mientras los titulares sigan celebrando la vida en alta mar de un puñado de celebridades, miles de familias seguirán aprendiendo a hacer vacaciones sin moverse de casa, transformando la resignación en creatividad, pero con la certeza de que el descanso, en teoría universal, se ha convertido en otro terreno más de la desigualdad.
