Urban Beat Contenidos

El genocidio en Gaza no pasa por el silencio cómplice del arte y la cultura, bajo ningún concepto

El genocidio en Gaza se vive con mucha soltura en un mundo globalizado, donde los mensajes llegan con inmediatez supurante y calan con una intensidad frívola de usar y tirar y lo más triste de todo es que el arte y la cultura, miran , en ocasiones, para otro lado. Las figuras públicas del arte y la cultura —actores, músicos, escritores, bailarines, creadores visuales— se enfrentan a un dilema cada vez más complejo: ¿Cómo usar su voz con responsabilidad y coherencia cuando la política mundial entra en escena? La crisis desatada por el genocidio en Gaza se ha convertido en un foco de este debate, desnudando tensiones éticas, sociales y profesionales que merecen una reflexión profunda, como mínimo. Es muy comentado el caso del diseñador Miguel Androver que se negó a colaborar con Rosalía aludiendo el silencio atronador de la artista respecto al genocidio en Gaza. Recientemente el movimiento Prou Complicitat amb Israel y la Comunitat Palestina de Catalunya han publicado en elDiario.es una carta abierta a Rosalía y otros artistas para que denuncien el genocidio en Gaza. Es imperativo abandonar el silencio cómplice y asumir el grito redentor, sobre todo cuando se está gestando una limpieza étnica en Gaza (superando con creces el estilo fascista de Hitler y manipulando el subtexto histórico con una venganza impía sin bases ideológicas fechacientes , que a la larga, traerán más odio, más revancha, más destrucción despiadada de la Declaración de los Principios Humanos proclamada por la ONU el 10 de diciembre de 1948)… La masacre sangrienta, inhumana , “típica de asesinos en serie” del judío vengativo nefasto llamado Benjamín Netanyahu ya cosecha 100.00 personas asesinadas, usando por cierto el hambre como arma de guerra y su relación tóxica con Donald Trump para costear todo el suplicio descrito hasta ahora. Mirar para otro lado y aceptar el silencio es una complicidad enmascarada y “descarada” por el derecho a no declarar, que bonito, los artistas que llenan estadios y se lucran, se acogen con su sinvergüencería del conocido como derecho a guardar silencio, derecho fundamental protegido por la Constitución Española, específicamente en el artículo 24.2. Después de 22 meses de genocidio y 77 años de ocupación, colonialismo y apartheid, no posicionarse claramente con Palestina es situarse del lado del opresor.

Las estrellas del mundo del arte y la cultura poseen un altavoz privilegiado, no un silencio cómplice y cómodo del genocidio en Gaza. Cuando los intelectuales mediáticos opinan sobre conflictos como el referido al genocidio en Gaza, sus palabras se amplifican y resuenan más allá de los medios tradicionales. Esa amplificación genera una responsabilidad ineludible: transmitir mensajes considerados, bien fundamentados y con una mirada crítica. Es éticamente problemático reducir un conflicto humano complejo a slogans simplistas. El riesgo de trivializar el sufrimiento, de contribuir sin querer a discursos polarizados o a la desinformación, exige que esas figuras manejen con delicadeza su plataforma. Sea por convicción o por presión de su entorno profesional, algunos artistas se inclinan a la prudencia o incluso al silencio. ¿Es legítimo callar respecto al genocidio en Gaza para proteger contratos, giras o acuerdos comerciales? El silencio puede ser interpretado como indiferencia o complicidad, y eso plantea un escenario ético difícil: ¿L a estabilidad profesional justifica no tomar posición frente a lo que muchos consideran una crisis humanitaria? Aunque es comprensible que la carrera artística dependa de alianzas, patrocinadores o audiencias diversas, esa lógica mercantil entra en tensión con el deber ético hacia la justicia y los derechos humanos respecto al genocidio de Gaza.

La industria musical del arte y la cultura: puertas giratorias de influencia que obvian de manera burda el genocidio en Gaza

 

En el sector musical, este desafío se intensifica. Artistas vinculados a sellos discográficos, festivales, marcas o giras internacionales deben calibrar sus declaraciones con cautela. Una expresión política desfavorable puede costar contratos, tours o patrocinadores. Además, ciertos mercados —geográficos o económicos— ejercen presión para evitar controversias. La ética profesional demanda equilibrio: si bien los músicos tienen todo el derecho a expresarse, su voz puede sentirse constreñida por lógicas de rentabilidad, lo que plantea cuestionamientos sobre la auténtica independencia artística.

 Solidaridad performativa versus compromiso real respecto al atroz genocidio en Gaza 

 

En redes sociales, es común ver declaraciones de apoyo a Gaza que adoptan formas visualmente impactantes —fotografías, hashtags, “carteles digitales”— y se viralizan rápidamente. Esta performatividad de la solidaridad muchas veces se queda en meramente simbólico: un gesto puntual, sin un plan de acción concreto. Cuando una estrella publica un mensaje sentido pero no acompaña esa postura con material de ayuda, donaciones verificadas o incidencia política real, el gesto puede volverse vacío, incluso contraproducente, alimentando un activismo superficial que prioriza la visibilidad sobre el impacto.

Barreras estructurales y responsabilidad colectiva

 

Es relevante reconocer que la capacidad de pronunciarse con libertad tampoco es igual para todos. Estrellas del norte global, con respaldo mediático y económico, tienen margen para expresarse sin temor. Pero artistas en contextos más vulnerables o con doble ciudadanía suelen enfrentar riesgos más serios: censura, boicots, amenazas. Subestimar esas disparidades sería injusto. La responsabilidad ética también implica abogar por un entorno que permita que todas las voces se expresen con seguridad y dignidad, reconocendo que no todos parten desde la misma posición de protección mediática o institucional.

¿Se debe esperar neutralidad o compromiso con el genocidio en Gaza? La respuesta cae por su propio peso.

 

Muchos demandan a los artistas que permanezcan “neutrales” frente a conflictos complejos. Sin embargo, el concepto de neutralidad a menudo oculta una postura tácita sobre todo si nos referimos al Genocidio de Gaza. Cuando los grandes se callan, ese silencio puede interpretarse como aprobación o acomodaticia aceptación de la status quo. En conflictos que involucran violaciones de derechos humanos, genocidio o desplazamiento forzado, una postura “neutral” puede resultar éticamente insostenible. La voz pública de una figura cultural tiene un peso significativo: no se le pide que asuma una postura política partidista, sino que reconozca la dimensión humanitaria de la crisis y actúe desde una perspectiva de dignidad y compasión universal.

Empresas que gestionan redes sociales, festivales o canales de distribución pueden imponer censuras silenciosas o morigeraciones de contenido crítico según presiones políticas, mercados o pautas corporativas. Un creador que intenta proyectar solidaridad puede ver bloqueado su alcance, borrado el contenido, o sufrir restricciones inesperadas. Estas dinámicas tensionan aún más la ética: ¿tilde la responsabilidad recaer únicamente en el artista, cuando la “caja negra” de algoritmos y patrocinios puede alterar o invisibilizar su mensaje?

Lo ético no es apenas decir algo valiente una vez: es sostener discursos, informarse, cooperar con organizaciones acreditadas, escuchar voces locales, y asumir la incomodidad de la contradicción. Si una artista decide hablar, lo ético sería respaldar su mensaje con acciones concretas: colaboraciones, donaciones comprobables, prebendas hacia plataformas independientes, o al menos, un discurso bien informado que muestre escucha de las partes más afectadas.

Más allá de cada celebridad, el desafío reside en construir una cultura artística que sea consciente y solidaria. Las academias, festivales, medios y plataformas de difusión pueden promover la educación sobre conflictos, facilitar diálogos plurales, diseñar políticas de libertad de expresión y responsabilidad, y apoyar a creadores marginados o censurados. De ese modo, no recaerá todo el peso sobre un solo artista, sino sobre una red colectiva comprometida.

En resumen, al abordar la guerra en Gaza, las grandes figuras del arte y cultura se enfrentan a una encrucijada ética: pueden usar su visibilidad para iluminar causas justas, o sucumbir a lógicas comerciales que atenúan su voz. Evitar opiniones puede ser interpretado como complicidad; expresar solidaridad sin sustento puede resultar performativo e inefectivo. La coherencia, acompañada de acción tangible, debería guiarles: hablar no es suficiente si no se sabe por qué, con quién y hacia dónde. En esa coherencia reside el verdadero poder transformador del arte.

Compartir:

Facebook
Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Urbanbeat Julio 2024
¡Descarga ahora el último nùmero de nuestra revista!

La Flotilla de la Libertad ha sido interceptada por las fuerzas israelíes en una dudosa zona de exclusión marítima, pero el pulso entre conciencia y poder nunca no podrá zozobrar

En el Mediterráneo, donde el azul profundo se confunde con la tensión geopolítica, la reciente intercepción de la Flotilla de la Libertad por las fuerzas militares israelíes en aguas internacionales, llamada de manera burda por el régimen de “zona de exclusión”, demuestra que los gobiernos internacionales insisten, en mirar para otro lado. Los hechos han reactivado un debate que trasciende fronteras y pone en peligro la vida de activistas pacíficos que llevan ayuda humanitaria a una región masacrada por Benjamín Netanyahu, que no da su brazo a torcer porque entiende que su razón absurda nace en el concepto más nefasto que podamos tener de la palabra genocidio. No se trata solo de barcos ni de voluntarios; es un acto simbólico que enfrenta la pulsión de activistas decididos a romper el cerco sobre Gaza y la respuesta férrea de un Estado que busca controlar cada acceso marítimo. En Madrid y Barcelona, ya se repiten concentraciones multitudinarias en contra de la detención de los integrantes de la Flotilla de la Libertad.

Mujeres de Afganistán: el apagón digital de su última esperanza

En Afganistán la oscuridad absoluta en el ámbito de los derechos humanos y la dignidad de las mujeres, se ha instaurado en todos los ámbitos de la sociedad. Primero fueron las aulas que se cerraron a las niñas, después los parques vedados, luego los empleos confiscados a las mujeres, y ahora la penumbra más asfixiante: el silencio impuesto en la red. En las últimas semanas, el régimen talibán comenzó a interrumpir el acceso a internet en varias provincias, bajo el pretexto de combatir la “inmoralidad”. No es solo un corte técnico: es una mutilación simbólica de lo que quedaba de horizonte para millones de mujeres que encontraban en la red un refugio, una ventana, una mínima chispa de libertad.

Premio Nobel de la Paz 2025: ¿Pedro Sánchez, Donald Trump o Benjamín Netanyahu?

El Comité Noruego del Nobel, lleva días enclaustrado, sin móviles, sin ninguna comunicación con el exterior, ni siquiera con sus familias, que interfiera en la decisión que incluye el ámbito de la paz. Al puro estilo del Cónclave, son interminables las horas que se les escurren de las manos a los cinco miembros del Comité Noruego del Nobel debatiendo a quién le otorgan el Premio Nobel de la Paz 2025. Se barajan tres nombres muy prominentes y controvertidos: Pedro Sánchez, Donald Trump y la incorporación de última hora de Benjamín Netanyahu. El Premio Nobel de la Paz se ha convertido, con los años, en un espejo de nuestras paradojas. Su brillo no siempre refleja la virtud pura, sino la complejidad de un mundo donde los hombres y mujeres que aspiran a la paz rara vez caminan por sendas limpias. Este año, el abanico de posibles laureados incluye a Pedro Sánchez, Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Tres nombres que despiertan tanto aplausos como abucheos, y cuya evaluación exige un ejercicio de ironía, rigor y honestidad literaria: la misma que aplicamos al examinar los reflejos distorsionados de la política internacional, sin inmutarnos. La medalla de oro que representa a un grupo de tres hombres en un enlace fraternal en el reverso, con la inscripción “Pro pace et fraternitate gentium” (“Por la paz y la hermandad de los pueblos”). El anverso de la medalla muestra un retrato de Alfred Nobel. Por tanto, a partir de ahora, toda mi argumentación metafórica quedaría justificada.

Big Five: el privilegio en Eurovisión frente al abismo del genocidio cometido por Israel contra los niños palestinos

Eurovisión nació como un pacto de fraternidad cultural en un continente que acababa de desangrarse en guerras y ultraderecha fehaciente y despiadada. Con los años, ese festival se transformó en un escaparate de colores, identidades y canciones que traspasan fronteras. Y en el centro de todo, los Big Five —Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España— sostuvieron con su dinero y su tradición el andamiaje de la fiesta. Ellos fueron los guardianes del espectáculo, dueños de un privilegio singular: pase directo a la final, asiento asegurado mientras el resto pelea en semifinales. Pero hoy, ese poder comienza a resquebrajarse, porque lo que parecía un juego inocente se cruza con la crudeza de la historia. España ha decidido con un valor inconmensurable abandonar Eurovisión si Israel participa, en respuesta al genocidio que asola Gaza.

El régimen genocida de Israel allana la casa del director de cine palestino Basel Adra, ganador de un Oscar por “No other Land”

El ejército de Israel ha allanado la casa del director de cine Bassel Adra en Cisjordania mientras colonos invadían su aldea y familiares cercanos resultaban heridos. Los militares interrogaron a su esposa y revisaron su teléfono ante la inocencia atónita de su hija de nueve meses. El estado genocida de Benjamín Netanyahu le persigue para capturarlo y acallar de manera violenta su voz valiente y su corazón comprometido con la causa palestina. El cine, en manos de Basel Adra, se convierte en un territorio donde lo íntimo y lo colectivo se entrelazan, donde la herida se transforma en relato y la injusticia deja de ser silencio para volverse memoria. Este joven cineasta palestino, nacido en 1992 en el pequeño pueblo de Masafer Yatta, al sur de Hebrón, nunca imaginó que su camino acabaría iluminado por la estatuilla dorada de Hollywood. Y sin embargo, con “No Other Land” —documental que retrata la lucha de su comunidad frente a la amenaza de desalojo por parte del ejército israelí— logró lo impensable: llevar el eco de una tierra arrasada hasta el escenario de los Oscar 2025, donde obtuvo el premio a Mejor Documental.

charlie kirk

El eco violento: lo que revela el tiroteo a Charlie Kirk

El asesinato de Charlie Kirk —activista conservador de gran influencia, voz prominente del ala más radical del trumpismo y aliado cercano de Donald Trump— no es solo un atentado individual. Es un síntoma inquietante de la enfermedad democrática que carcome a Estados Unidos y amenaza con propagarse como un virus global. Lo ocurrido en Utah Valley University obliga a mirarnos al espejo: si esto es posible, ¿qué impide que escalemos hacia una violencia política cada vez más frecuente, explícita y brutal?

También te puede interesar

Picasso y Klee: un diálogo eterno en la colección Berggruen

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza inaugura una exposición que parece susurrar secretos entre las paredes: Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen. Más que una muestra, es un encuentro de espíritus, un diálogo íntimo entre dos gigantes del arte moderno que, a pesar de sus diferencias radicales, compartieron un impulso creativo que transformó la manera de mirar el mundo. La exposición, comisariada por Paloma Alarcó y Gabriel Montua, reúne más de sesenta obras, la mayoría procedentes del Museum Berggruen de Berlín, y permanecerá abierta del 28 de octubre de 2025 al 1 de febrero de 2026.

“Pajareros 2025”: el vuelo de la conciencia ecológica

Los pájaros regresan a la pantalla grande. Este octubre, La Casa Encendida abre sus alas para acoger la XII edición del ciclo documental “Pajareros 2025”, una celebración del vuelo y del compromiso que une la creación artística con la defensa del planeta. Organizado por SEO/BirdLife y La Fundación Montemadrid, el ciclo amplía su nido y extiende su vuelo: además de Madrid, sobrevuela Santander y aterriza por primera vez en el TEA – Tenerife Espacio de las Artes, del Cabildo de Tenerife. Tres sedes, tres geografías, un mismo llamado: contemplar la belleza de las aves para entender la urgencia de su preservación.

“Leonora”, entre el delirio y la revelación: Conejero resucita el espíritu surrealista de Carrington

Del 10 al 12 de octubre, el escenario de Contemporánea Condeduque será territorio de tránsito entre la razón y el delirio. Allí se estrenará Leonora, la nueva creación de Teatro del Acantilado, dirigida por Alberto Conejero y protagonizada por Natalia Huarte: una pieza que no pretende narrar una biografía, sino encender un espíritu. El de Leonora Carrington, esa alquimista inglesa que convirtió la locura en arte y el exilio en mitología.

Gastronomía sefardí: el sabor de la memoria en un viaje íntimo e infinito por el mar mediterráneo

Hay viajes que no necesitan avión porque reviven en el paladar de todos los rincones del mediterráneo. Así es la gastronomía sefardí; tan mediterránea, tan oriental, tan africana y andalusí. Basta un aroma, un gesto en la cocina, el tacto áspero de un cuenco de barro para que uno cruce siglos y geografías invisibles. Eso me sucede cada vez que preparo un guiso sefardí. En la textura del cuscús que mi abuela me enseñó a desgranar, en el dulzor ambarino de una berenjena confitada o en la fragancia de la canela que se cuela en platos salados, siento la memoria de un pueblo que caminó, que emigró, que fue expulsado y que, sin embargo, supo convertir la diáspora en un recetario de pertenencia.

Scroll al inicio

¡Entérate de todo lo que hacemos

Regístrate en nuestro boletín semanal para recibir todas nuestras noticias