
El jurado ha puesto en primer plano el impacto de su montaje Dämon. El funeral de Bergman, una pieza que, en palabras del acta, condensa una manera de trabajar crítica, sin concesiones, que abre grietas para la reflexión y la controversia. Con esta obra, Liddell alcanzó un hito histórico en 2024: ser la primera artista española en inaugurar el Festival de Avignon, el encuentro más prestigioso del teatro europeo, donde ya ha sido acogida en repetidas ocasiones.
El fallo no solo subraya este momento culminante, sino también la fuerza de sus últimas creaciones, como Vudú (3318) Blixen y Terebrante, que han reafirmado un lenguaje escénico arriesgado, poético y brutal, situándola como una referencia indiscutible dentro y fuera de España en la dramaturgia contemporánea. El premio se concede habitualmente a una obra representada en el año anterior, aunque también reconoce trayectorias completas; en el caso de Liddell, ambas dimensiones se funden en un mismo gesto.
Biografía de una creadora radical
Bajo el nombre artístico de Angélica Liddell se oculta Catalina Angélica González Cano, nacida en Figueras en 1966. Dramaturga, directora y actriz, es hoy una de las voces más poderosas del teatro internacional. Con formación en Psicología y Arte Dramático, debutó en 1988 con la pieza Greta quiere suicidarse, obra que ya anticipaba su pulsión hacia lo extremo y con la que ganó el Premio Ciudad de Alcorcón.
En los años posteriores cultivó un repertorio precoz: La condesa y la importancia de las matemáticas (1990), El jardín de las Mandrágoras (1991), La cuarta rosa (1992) y Leda (1993), esta última surgida en un taller del desaparecido Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, laboratorio experimental del INAEM que marcó a una generación.
El año 1993 abrió un ciclo decisivo: la fundación, junto a Gumersindo Puche, de la compañía Atra Bilis Teatro, desde la que Liddell desplegó un arsenal de obras incómodas, feroces y memorables. Con esta agrupación ha recorrido los escenarios más importantes del mundo, desde el Festival de Avignon —donde llegó a presentar su obra en la imponente Corte de Honor del Palacio de los Papas— hasta el Wiener Festwochen o el Teatro del Odeón de París.
Entre su vasto repertorio se encuentran títulos que ya son patrimonio del teatro contemporáneo: La falsa suicida (2000), El matrimonio Palavrakis (2001), Once Upon a Time in West Asphixia (2002), Hysteria Passio (2003), Y cómo no se pudrió Blancanieves (2005), El año de Ricardo (2005), Boxeo para células y planetas (2006), Perro muerto en tintorería: los fuertes (2007), Anfaegtelse (2008), La casa de la fuerza (2009), Maldito sea el hombre que confía en el hombre (2011), Ping Pang Qiu (2012), Todo el cielo sobre la tierra (2013), Gloria in excelsis (2014), Tandy (2014), You are my destiny (2014), Primera carta de San Pablo a los corintios (2015), Esta breve tragedia de la carne (2015), ¿Qué haré yo con esta espada? (2016), El Decameron (2016), Génesis 6, 6-7 (2017), Una costilla sobre la mesa: madre y padre (2019) y Liebestod (2021).
Actualmente sigue girando con Terebrante (2021), Vudú (3318) Blixen (2023) y Dämon. El funeral de Bergman (2024), confirmando su lugar en el mapa escénico como creadora de vértigo.
Premios y reconocimientos
La proyección internacional de Liddell se refleja en la traducción de sus textos a múltiples idiomas —portugués, alemán, francés, entre otros— y en un catálogo de distinciones que jalonan su carrera. Entre ellas figuran el Premio de Dramaturgia Innovadora Casa de América 2003, el Premio SGAE de Teatro 2004, el Premio Ojo Crítico Segundo Milenio 2005, el Premio Notodo del Público 2007, el Premio Valle-Inclán 2008, el Premio Sebastià Gasch 2011, el Premio Nacional de Literatura Dramática 2012 por La casa de la fuerza y el León de Plata de la Bienal de Venecia de Teatro. En 2017, Francia la distinguió como Chevalier de las Artes y las Letras, una de las máximas condecoraciones culturales del país.
El jurado y la tradición del premio
El tribunal que decidió el galardón estuvo encabezado por Paz Santa Cecilia Aristu, directora general del INAEM, con Miriam Gómez Martínez como vicepresidenta. Lo completaron voces diversas: el periodista Daniel Galindo, el editor Carlos Rod, la actriz María Morales, el gestor cultural Francesc Casadesús, la directora y docente Ana María Contreras, y Ana Belén Santiago, directora artística de Teatro del Barrio, colectivo que recibió el premio en 2024.
El Premio Nacional de Teatro se otorga desde hace décadas para honrar tanto obras recientes como trayectorias completas. En la lista de nombres anteriores se leen figuras como Fernando Arrabal, José Luis López Vázquez, Blanca Portillo, Concha Velasco o Juan Diego Botto, entre muchos otros.
Una creadora imprescindible
Con este reconocimiento, Angélica Liddell se integra de lleno en esa tradición, aunque su lugar siempre será incómodo, siempre al filo. Su teatro no busca complacer, sino desgarrar. Con cada estreno expone el cuerpo y la palabra como materia de sacrificio. Hoy, el Estado premia lo que durante años fue escándalo y vértigo. La paradoja es inevitable: se institucionaliza a quien ha hecho de la insumisión su bandera.
Pero quizás ahí radica la verdadera fuerza de este reconocimiento: aceptar que el teatro español contemporáneo se escribe también desde la incomodidad de una artista que ha puesto la herida en el centro del escenario.
