En la presentación oficial, el consejero Mariano de Paco Serrano y la directora artística Eva Luna García-Mauriño subrayaron la voluntad de esta edición: abandonar las etiquetas rígidas y profundizar en la hibridación, ese terreno fértil donde el circo se deja atravesar por la danza, el teatro, la música o la instalación visual. Si el año pasado Riesgo se planteó como una puerta de entrada a la multiplicidad del circo, este año redobla la apuesta y explora cómo las distintas corrientes circenses dialogan con otras artes para generar nuevos modos de escritura escénica. Todas las obras seleccionadas comparten un mismo impulso: narrar desde el cuerpo y desde la imagen sin renunciar a la complejidad intelectual, sin subestimar la capacidad del público para adentrarse en universos donde lo íntimo y lo colectivo se tocan.
El viaje arranca con la compañía canadiense People Watching, que inaugura el festival con Play Dead los días 12 y 13 de febrero. La obra, nacida en plena pandemia de la complicidad de seis artistas formados en Montreal, se mueve entre lo onírico y lo doméstico. En un espacio que evoca una sala de estar —ese refugio convertido en escenario universal durante el confinamiento— los intérpretes ensamblan malabarismo, trapecio, acrobacias y pequeños gestos cotidianos para capturar la belleza torcida y la comicidad involuntaria de la vida real. La pieza, sin palabras, propone una reflexión sutil sobre el tránsito de la juventud hacia un territorio de incertidumbres, de ideales quebrados y de celebraciones silenciosas. Play Dead respira como un baile perpetuo, una invitación a reírse del absurdo y a recomponer, a través del movimiento, las dimensiones ocultas de la intimidad.
Del absurdo canadiense se pasa a otro absurdo de signo distinto con Les Vélocimanes Associés, que exhiben Der Lauf los 14 y 15 de febrero. Aquí la atmósfera recuerda a un sueño filmado por David Lynch: dos personajes avanzan a ciegas, con la cabeza encerrada en cubos, mientras ejecutan números de malabarismo que dependen en gran medida de la intervención del público. Los espectadores se transforman así en cómplices del riesgo, en detonantes de una comicidad inquietante donde cada acción —hacer girar platos, retarse con guantes de boxeo, buscar el equilibrio imposible de un objeto— parece instalarse en un territorio entre lo ridículo y lo sublime. La pieza convierte la incertidumbre en motor dramático y juega con la vulnerabilidad como herramienta expresiva.
La aportación española llega con Bürstner’s Club, de la compañía valenciana DelsAltres, programada los días 19 y 20 de febrero. Se trata del primer proyecto de gran formato del dúo formado por Eleonora Gronchi y Pablo Meneu, artistas con amplia trayectoria internacional. La obra, reconocida en los Premios de las Artes Escénicas Valencianas, transcurre durante una sola noche que se comporta como un sueño compartido. Inspirada en la vida comunitaria de los circos itinerantes, la puesta en escena alterna virtuosos números de circo —una cuerda suspendida a siete metros, juegos icarios, acrobacias que tensan el cuerpo hasta el límite— con escenas íntimas que abordan la soledad, el miedo al vacío y las tensiones de las relaciones afectivas. Los siete intérpretes bailan, cantan, actúan y se aventuran en un espacio donde la fragilidad emocional convive con la destreza física más extrema.
El 21 y 22 de febrero el itinerario continúa con PANDAX, de Cirque la Compagnie, una formación franco-suiza nacida en 2014 en los últimos años de estudio de sus integrantes en Montreal. La obra posee alma de road movie, pero aquí el relato se despliega como un road circus: cinco hermanos viajan en un Fiat Panda tras recoger las cenizas de su padre, cada uno con una historia familiar distinta, y un accidente imprevisto desata una sucesión de acrobacias que rinden homenaje al circo clásico desde la mirada contemporánea. Báscula, palo chino, lanzamientos de cuchillos y equilibrios sobre escaleras conviven con una banda sonora en directo que amalgama ecos balcánicos, klezmer y jazz. La pieza se sostiene en la energía del conflicto fraternal, en los estallidos cómicos y en la fuerza emocional de un duelo que se expresa a través del movimiento.
El 26 y 27 de febrero llega Takakrôar con Si c’est sûr c’est pas peut-être, un espectáculo marcado por la complicidad afectiva y creativa de Dimitri Lemaire, Charly Sanchez y Louison Lelarge. Los tres, músicos además de acróbatas, convocan al público a una yurta donde lo cotidiano se deshace mediante el absurdo. Sus personajes, atrapados en una sucesión de ocurrencias y desvaríos, componen un tríptico de humor filosófico: tocan una guitarra a seis manos, trepan a una rama para beber té, hacen malabares mientras se besan o interpretan una melodía boca abajo. La obra busca subvertir la lógica con la que se mira el mundo y convertir la rutina en un campo de juego donde el pensamiento y la risa se entrelazan de forma inseparable.
La programación escénica culmina los 28 de febrero y 1 de marzo con Le complexe de l’autruche, del Collectif d’équilibristes, una compañía francesa que ha elevado el arte del equilibrio sobre manos a un lenguaje coral y casi filosófico. Nueve artistas construyen un espacio donde la verticalidad se convierte en metáfora: en vez de esconder la cabeza bajo tierra, como sugiere el título, los intérpretes miran el mundo desde la inversión, desde el temblor controlado y la calma que emerge del riesgo compartido. La obra dibuja una coreografía de cuerpos sostenidos, inclinados, apoyados en otros cuerpos, una reflexión sobre la comunidad, la confianza y la mirada colectiva frente al desconcierto contemporáneo.
El festival también abre un espacio para el pensamiento con la conferencia del director y pedagogo italiano Roberto Magro, figura clave en la reflexión sobre dramaturgia circense en Europa. En su ponencia, titulada “Los siete hilos invisibles: un diálogo artístico entre el significado y el significante dentro de la escritura creativa en el circo contemporáneo”, Magro abordará los vectores que articulan el equilibrio entre técnica, narrativa y coherencia simbólica en la creación circense. Su trayectoria, vinculada a centros de investigación en España, Italia y Francia, hace de su intervención un punto de encuentro entre la práctica y la teoría, entre la intuición física y la estructura dramática.
Así, Riesgo se consolida como un festival que no solo exhibe espectáculos, sino que propone una mirada crítica y abierta sobre lo que el circo es hoy: un territorio híbrido donde el cuerpo piensa, la poesía se encarna y el vértigo es una forma de conocimiento.









