El trabajo de Kor’sia nunca ha sido complaciente. Sus creaciones, como Igra o Mont Ventoux , no se conforman con ser bellas ni contemporáneas en el sentido más cómodo del término. Al contrario, cuestionan el artificio de la representación, indagan en la memoria corporal, en la iconografía occidental, y construyen un lenguaje escénico donde la danza convive con la instalación, el vídeo, la arquitectura y la filosofía. Lo escénico, en Kor’sia, es un laboratorio de percepción, un espejo roto en el que cada fragmento refleja una versión distinta de lo real.
Su nueva creación, Simulacro, que se estrenará mañana en CondeDuque, promete llevar esta línea de investigación a su punto más vertiginoso. El título, lejos de ser una mera alusión a la teoría de Baudrillard, funciona como declaración de principios: Kor’sia no quiere hablar del simulacro como fenómeno contemporáneo, sino habitarlo, recorrerlo desde dentro, señalar sus grietas y también sus encantos ¿Qué es hoy un cuerpo escénico cuando todas las imágenes están mediadas, filtradas, reproducidas hasta la saturación? ¿Cómo reaprender la mirada en una era donde el original ha sido devorado por su copia?
El planteamiento de Simulacro —según las declaraciones previas de los creadores y los ensayos conceptuales compartidos— gira en torno a la disolución de los referentes, la fragilidad de la identidad y la imposibilidad de distinguir lo real de lo representado. Pero lo interesante no es el punto de partida teórico, sino cómo Kor’sia traduce todo ello en experiencia sensorial. Su estilo, que se caracteriza por una extrema atención al detalle, un uso muy consciente del espacio y una fisicalidad que coquetea con la escultura, encuentra en este proyecto un nuevo reto: construir una dramaturgia desde la opacidad, desde el exceso, desde el deslizamiento constante entre verdad y espectáculo.
Simulacro parece consolidar esta búsqueda con una radicalidad mayor, tensando los límites de lo que puede ser aún “presencial” en la era del streaming, el deepfake y la hiperconectividad.
Queda por ver cómo resolverán el dilema escénico que ellos mismos proponen: ¿Cómo coreografiar la imposibilidad de la autenticidad sin caer en el cinismo estético o el vacío conceptual? Conociendo su trayectoria, es razonable anticipar que el resultado no será una afirmación cerrada, sino un espacio de ambigüedad fértil, donde el espectador será convocado no a contemplar pasivamente, sino a desenmascarar sus propias ilusiones.
Kor’sia no ofrece consuelo. Ofrece preguntas encarnadas. Y Simulacro parece ser, más que nunca, un espejo diáfano donde cada cuerpo, cada imagen y cada gesto nos devuelve la pregunta fundamental: ¿Qué queda de nosotros cuando todo lo que creemos ver ha sido ya representado?
.¿Qué balance hacéis de todos estos años de trabajo artístico? ¿Cómo ha sido vuestra evolución creativa?
El balance es profundamente positivo, aunque somos muy conscientes de que todavía estamos en camino. Han sido años de entrega, de constante búsqueda y de construcción colectiva de una identidad artística. KOR’SIA nació con la intención de hacer del cuerpo un espacio político, sensible y poético, y esa voluntad ha guiado cada uno de nuestros proyectos. Con el tiempo, hemos pasado de una mirada más centrada en la coreografía hacia un lenguaje escénico más transversal, donde el cuerpo dialoga con la imagen, el texto, el sonido, la luz y muchos otros elementos que enriquecen el relato.
Próximamente subiréis a los escenarios de Condeduque con vuestro nuevo montaje Simulacro. Cuéntanos un poco acerca del proceso de creación de dicha obra.
Simulacro nace de una necesidad urgente de reflexionar sobre la noción de lo real y su distorsión en la sociedad contemporánea. Ha sido un proceso largo, complejo y profundamente enriquecedor. Partimos de las teorías de Jean Baudrillard como inspiración —no como dogma—, y las pusimos en tensión con nuestros cuerpos, nuestras contradicciones y con las imágenes que hoy consumimos compulsivamente. La creación ha sido completamente colectiva, con un equipo artístico extraordinario y generoso, al que estamos profundamente agradecidos.
¿Qué palabra, gesto o voluntad sintetiza el mundo interno de Simulacro? ¿Cómo se desarrolla el proceso de creación coreográfico en vuestro equipo?
La palabra podría ser realidad. El gesto, quizás, una mirada que no logra fijarse en nada. Y la voluntad: cuestionar lo que damos por cierto. Nuestro proceso de creación coreográfica parte siempre de una investigación conceptual y física. El equipo de intérpretes es esencial, activo, propositivo. Trabajamos a partir de preguntas, imágenes, referencias teóricas y experiencias que alimentan una construcción coral.
¿Qué memorias corporales se intuyen en el grupo y cómo se sedimentan en Simulacro?
Los cuerpos traen consigo una carga de historias, de disciplinas, de tensiones que atraviesan su presencia. En Simulacro emergen memorias, de lo cotidiano e incluso de lo virtual. Esas memorias no se imponen, sino que se integran, se transforman y generan nuevas capas de sentido. Lo interesante es cómo esas experiencias individuales se entretejen para crear un cuerpo colectivo que ya no es uno ni otro, sino un territorio nuevo, compartido.
Simulacro se inspira en la teoría de Jean Baudrillard. ¿Cómo condensáis un universo textual tan complejo en el ámbito de las artes escénicas?
No pretendemos ilustrar la teoría, ni trasladarla literalmente a escena. Más bien, nos inspiramos en ella para provocar preguntas, imágenes, contradicciones. Trabajamos desde la investigación, el archivo y también desde la intuición: el cuerpo como filtro crítico. ¿Cómo se encarna la hiperrealidad? ¿Cómo simular, habitar distintos mundos, construir nuevas dimensiones? A partir de esas preguntas, surgieron imágenes, atmósferas, paisajes escénicos que abren más interrogantes que respuestas cerradas.
¿Qué tipo de simulacro estáis denunciando o encarnando?
Cuestionamos el simulacro de la verdad, de las identidades cerradas, de la felicidad prefabricada. Pero también lo encarnamos, porque el teatro es en sí mismo un artificio. La escena de Simulacro se transforma constantemente, generando múltiples niveles de percepción. No se trata de moralizar, sino de exponer mecanismos que operan en nuestra forma de mirar, desear y construir el mundo. Y en esa exposición, descubrir fisuras, grietas que quizás permitan imaginar otras realidades.
¿Se puede resistir desde el artificio? ¿Puede el simulacro volverse revuelta escénica?
Sí, creemos que el artificio bien utilizado puede ser profundamente subversivo. Puede cuestionar lo establecido, desmontar estructuras rígidas. La escena tiene el poder de amplificar lo invisible, de exagerar lo cotidiano hasta el punto de revelarlo bajo una nueva luz. En ese sentido, el simulacro puede convertirse en una herramienta de revuelta, de resistencia poética y política.
¿Cómo se retroalimentan los elementos escénicos en este montaje?
En Simulacro, cada elemento escénico tiene un papel activo: el cuerpo, la música —que nos transporta a universos múltiples—, la luz, el vestuario en constante transformación, la imagen en movimiento… Todos ellos no ilustran la danza, sino que dialogan entre sí para construir una narrativa no lineal, fragmentaria, como lo es la experiencia contemporánea. Trabajamos con capas, con ecos, con contradicciones. No todo tiene que ser comprendido racionalmente; a veces lo más potente es lo que se siente sin poder explicarse.
Es importante destacar vuestra labor en el plano educativo. ¿Cómo desarrolláis este tipo de iniciativas?
La pedagogía es una prolongación natural de nuestra práctica artística. Nos interesa mucho compartir procesos, generar espacios de pensamiento crítico donde el cuerpo sea también un lugar de reflexión. Adaptamos nuestros talleres a cada contexto: conservatorios, universidades, compañías. Para nosotros, enseñar es una forma de seguir aprendiendo, de dialogar con otras generaciones y perspectivas.
¿Cuáles son vuestros referentes en la historia del arte que más han influido en vuestras creaciones?
Son muchos y muy variados. Nos mueve una gran curiosidad por todo tipo de expresiones artísticas, la literatura, la arquitectura o el cine,la moda, la fotografía. Nos inspira lo que nos conmueve, lo que nos hace preguntas, lo que no se deja encasillar fácilmente.
¿Qué papel debería jugar el arte y la cultura a la hora de poner en valor un cambio de conciencias respecto a los derechos humanos?
Creemos que el arte tiene la capacidad de hacernos ver el mundo desde otros ángulos. Y eso ya es un gesto político. No se trata solo de denunciar, sino de abrir espacios de sensibilidad, de cuidado, de escucha. Estar sentados juntos en una sala de teatro, compartiendo una experiencia estética, ya es un acto comunitario. En tiempos donde la tecnología aísla, el arte puede recordarnos lo importante que es volver a estar en comunidad.
Mont Ventoux (2023) recibió múltiples premios… ¿Qué es el éxito para vosotros? ¿Puede un artista de valor existir sin ser “reconocido”?
Para nosotros, el verdadero éxito es seguir creando con honestidad y deseo, sin perder el porqué de lo que hacemos. Los premios han sido un gran impulso y nos sentimos agradecidos, pero también sabemos que hay artistas maravillosos que trabajan desde los márgenes, sin visibilidad. El valor del arte no se mide en cifras ni en trofeos, sino en la huella que deja, en lo que logra despertar en quien lo ve.
¿Cómo valoráis el desarrollo de las artes escénicas en Madrid respecto al resto de Europa?
Madrid ha atravesado un momento muy interesante en los últimos años, con propuestas arriesgadas, jóvenes compañías emergentes y una escena cada vez más plural y dinámica. Hay un pulso creativo muy vivo. Sin embargo, también estamos en una etapa de cierta incertidumbre, especialmente en lo que respecta a la danza: no está claro qué lugar ocupará en el futuro dentro de las políticas culturales de la ciudad.
Aún queda mucho por hacer en términos de sostenibilidad, internacionalización y apoyo institucional. En otros contextos europeos existen estructuras más sólidas que permiten una mayor estabilidad a largo plazo. Entonces, ¿por qué Madrid y España no han alcanzado aún ese nivel de desarrollo estructural? Aun así, los desafíos son compartidos: defender las artes escénicas como un pilar fundamental de la cultura y garantizar que no se queden al margen debe ser una prioridad común.
¿Qué nuevos proyectos para el futuro están en ebullición en vuestras mentes creativas?
Siempre hay algo germinando… Estamos finalizando una nueva creación con Les Ballets de Montecarlo, que se estrenará el 17 de julio. A continuación, comenzaremos una producción con la prestigiosa GöteborgsOperans Danskompani, y tenemos en marcha nuevas creaciones para teatros y casas de ópera en distintos países europeos como Alemania, Islandia y Reino Unido. En 2027 presentaremos una nueva pieza con KOR’SIA.
Paralelamente, seguimos ampliando nuestro trabajo pedagógico junto a nuestros colaboradores, fortaleciendo un enfoque que cruza lenguajes, geografías y disciplinas. Lo que viene será, como siempre, un salto al vacío, pero con confianza, ilusión y los ojos bien abiertos.
Más acerca de la “mosca” de Kor´sia
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Fotos cortesía de Paul Rodríguez, Ernesto Artillo y Aitor Laspiur









