
Por Fernando Jesús Santiago Ollero, Presidente del ICOGAM.
En el mundo empresarial, la palabra “descanso” suena muchas veces como un lujo inalcanzable. Para muchos empresarios y autónomos, detenerse parece incompatible con el éxito. El teléfono no deja de sonar, el correo no da tregua y los plazos se multiplican como si el día tuviera menos horas que antes. Y, sin embargo, paradójicamente, el descanso es uno de los factores más determinantes para que un negocio pueda crecer y mantenerse en el tiempo.
La realidad es que dirigir una empresa o trabajar por cuenta propia implica una implicación emocional y física muy distinta a la de un empleo por cuenta ajena. Los problemas no se dejan en la oficina al final de la jornada: viajan en el bolsillo, se instalan en la mesa del comedor y acompañan incluso durante la noche. Las vacaciones, si llegan, suelen estar llenas de revisiones de facturas, llamadas urgentes y correos que “solo tardan cinco minutos” pero que interrumpen cualquier intento de desconexión real.
Sin embargo, numerosos estudios demuestran que descansar no es un capricho, sino una inversión. El rendimiento mental y la capacidad para tomar decisiones estratégicas disminuyen drásticamente cuando se acumula el cansancio. La mente fatigada se vuelve más reactiva, menos creativa y más propensa a cometer errores que, en un entorno empresarial, pueden traducirse en pérdidas económicas o en la pérdida de oportunidades. Por el contrario, cuando un empresario o autónomo se concede el tiempo necesario para recuperarse, la claridad de ideas, la visión de conjunto y la capacidad para resolver problemas se multiplican.
El descanso también tiene un impacto directo sobre la salud física. El exceso de trabajo prolongado en el tiempo está vinculado a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, problemas de sueño, trastornos digestivos y alteraciones del estado de ánimo. Lo que muchos no perciben es que la salud personal es, en realidad, el principal activo de cualquier profesional independiente: sin ella, no hay empresa que se sostenga. La resistencia física y mental que requiere dirigir un proyecto es un recurso que se desgasta si no se recarga de forma periódica.
En este sentido, descansar no significa necesariamente cerrar por completo el negocio durante semanas. Puede ser tan sencillo como establecer espacios de desconexión diaria, fijar fines de semana realmente libres de trabajo o practicar actividades que permitan “cambiar de canal” mental. La clave está en asumir que el tiempo de inactividad es productivo en la medida en que favorece la lucidez y la toma de decisiones de calidad.
El gran reto para empresarios y autónomos no está solo en reconocer la importancia del descanso, sino en organizar su empresa para que este sea posible. Delegar tareas, digitalizar procesos, establecer protocolos y formar a los equipos son pasos esenciales para que el negocio no dependa en exclusiva de una sola persona. Paradójicamente, la capacidad de desconectar es, también, una medida del grado de madurez y sostenibilidad de una empresa.
En definitiva, el descanso no es tiempo perdido, sino un espacio donde se recargan las ideas, se afilan las habilidades y se preserva la salud. En un entorno cada vez más competitivo y exigente, empresarios y autónomos deben entender que el verdadero lujo no es trabajar sin parar, sino poder hacerlo durante muchos años, con energía, motivación y una visión clara. Y para eso, la fórmula es sencilla: trabajar, sí… pero también parar.En palabras del escritor estadounidense John Ernst Steinbeck, «El arte del descanso es una parte del arte de trabajar».

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