Urban Beat Contenidos

¿La dictadura de los influencers?

Hay épocas en que las palabras pierden su peso específico porque el lenguaje se desnaturaliza y pasa a seducir con una naturalidad impostada. Vivimos precisamente en esa era: la del impacto inmediato, la del titular que brilla tres segundos y desaparece en el flujo de una pantalla. El periodista, antaño custodio de la verdad, observa cómo su oficio se diluye ante una nueva casta de narradores improvisados: los influencers, esos demiurgos digitales que dictan tendencias, emociones y opiniones desde el altar de la autopromoción. Las redes sociales —esa ágora sin moderadores donde todos hablan y nadie escucha— han diluido la frontera entre información y entretenimiento, entre noticia y rumor, entre periodista y celebridad. Es un batiburrillo donde cabe todo. Las plataformas digitales han democratizado la comunicación, sí, pero también han democratizado la mentira, en sus disímiles contextos poco verificados.

La diferencia esencial entre ambos mundos no es solo metodológica, sino moral. El periodista de formación responde ante la verdad, mientras que el influencer responde ante su público para construir una dictadura sutil que se retroalimenta a través de sus fieles insensatos. El primero investiga, contrasta, filtra; el segundo exhibe, emociona, repite. Lo que para el periodista era un compromiso con la realidad, para el influencer es un contrato de visibilidad. La ética se ha desplazado hacia la métrica. Y la veracidad, ese viejo atributo del oficio, se ha convertido en una especie de reliquia de museo.

El siglo XXI ha disuelto la frontera entre información y espectáculo. Las redes sociales —ese teatro global donde todos somos actores y espectadores a la vez— han reemplazado la noticia por la experiencia, el análisis por el testimonio, la profundidad por la empatía.
El periodista, formado en la rigurosidad del dato, ha sido desbordado por una ola de narrativas que apelan directamente a la emoción y no al entendimiento. En este nuevo orden comunicativo, la veracidad se subordina al deseo de “conectar”, de “ser escuchado”, de “viralizarse”.

El fenómeno no es banal. Supone una transformación sociológica de gran calado: el desplazamiento del conocimiento por la percepción. Lo que importa ya no es lo que se dice, sino cómo se dice. Y, sobre todo, cuántos lo repiten.
El público, atrapado en la economía de la atención, ha dejado de ser un lector crítico para convertirse en un consumidor de estímulos. Así, la información se degrada a simple contenido, y el contenido se convierte en ideología sin esfuerzo.

El narcisismo como forma política

La dictadura de los influencers no se impone por la fuerza, sino por la fascinación. Es un régimen de adhesión voluntaria, donde la influencia se mide en “likes” y el carisma en reproducciones. La autoridad moral se ha sustituido por la estética de la cercanía.
En apariencia, es una democracia del discurso: todos pueden opinar, todos pueden ser escuchados. Pero en realidad es una plutocracia algorítmica, donde el poder pertenece a quien domina los códigos del deseo digital.

Desde una perspectiva psicológica, el influencer encarna la figura del yo hipertrofiado: una identidad que solo existe en función de su reflejo público. Su poder radica en la ilusión de autenticidad, en la capacidad de hacer creer que lo privado es espontáneo, que la vida cotidiana es un producto transparente. Sin embargo, detrás de esa fachada de sinceridad se oculta la maquinaria más sofisticada de manipulación emocional jamás concebida.

El ocaso del periodismo

El periodismo atraviesa una crisis de identidad. Su estructura profesional, basada en la lentitud del contraste y la solidez del dato, se ha vuelto incompatible con la lógica de la inmediatez. Las redacciones se vacían; los titulares se fabrican al ritmo del trending topic. Y la verdad, esa vieja materia prima, se convierte en un lujo que pocos pueden pagar.

Los periodistas se debaten entre dos abismos: el de la irrelevancia y el de la adaptación. O se resignan a ser la conciencia incómoda de una sociedad que ya no quiere escuchar, o se mimetizan con el lenguaje de los nuevos profetas digitales. Algunos resisten, otros se disfrazan de creadores de contenido. Pero el conflicto de fondo sigue intacto: cómo mantener la honestidad intelectual en un entorno que premia la complacencia.

El público como víctima y verdugo

El ciudadano contemporáneo participa activamente en esta degradación del relato. Al preferir lo instantáneo sobre lo verificable, se convierte en cómplice del sistema que lo aliena. La dictadura de los influencers no existiría sin una masa dispuesta a ser influenciada, sin una multitud que confunde empatía con verdad, emoción con argumento.

Esa dinámica revela un fenómeno sociológico inquietante: la desaparición del criterio. La educación mediática ha sido reemplazada por la pedagogía del entretenimiento. Saber analizar una fuente, contrastar una versión o desconfiar de una afirmación ya no se considera una virtud, sino una pérdida de tiempo. Y cuando el pensamiento crítico se vuelve obsoleto, la manipulación se convierte en norma.

La economía de la atención

La lógica económica de las redes sociales agrava este proceso. Cada “clic” genera datos, y cada dato, dinero. La información ya no se produce para informar, sino para retener. Los algoritmos premian la polarización, la controversia, el exceso. Cuanto más se odia, más se comparte. Cuanto más se simplifica, más se viraliza.

Así, la esfera pública se convierte en una caricatura de sí misma: un espacio donde la emoción suplanta al razonamiento y donde las ideologías se consumen como productos efímeros. La dictadura de los influencers no solo distorsiona la verdad: reconfigura el modo en que percibimos la realidad.

El último refugio

Aun así, el periodismo conserva una misión irrenunciable: la de nombrar lo que otros ocultan, la de formular preguntas que nadie quiere responder. Su supervivencia dependerá de su capacidad para reinventarse sin traicionarse. No se trata de competir con los influencers, sino de recuperar la profundidad perdida, de devolver a las palabras su peso moral y su densidad humana.

El periodista del futuro —si aún queda alguno— deberá escribir contra la corriente, no para gustar, sino para esclarecer. Su tarea no será entretener, sino resistir. En un mundo donde la mentira se disfraza de empatía y la frivolidad se convierte en norma, la verdad vuelve a ser un acto de rebeldía.

La dictadura de los influencers no necesita censura porque ya tiene lo que toda dictadura desea: un público obediente y feliz. La diferencia es que aquí no hay verdugos visibles ni víctimas conscientes. Solo una multitud fascinada que confunde la luz del escaparate con la claridad del pensamiento.

Pero aún hay quienes, desde una trinchera silenciosa, siguen creyendo que informar no es influir, que la palabra todavía puede ser un instrumento de libertad. Y en ese acto de fe, casi anacrónico, sobrevive el periodismo: como un faro que resiste, a pesar del ruido, en medio de un océano de pantallas.

Compartir:

Facebook
Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Urbanbeat Julio 2024
¡Descarga ahora el último nùmero de nuestra revista!

El ideario político de Ada Colau revive de la mano de Bob Pop

Barcelona respira entre luces, adoquines y el ruido de las maletas de la gentrificación patológica. En los balcones aún ondean las banderas descoloridas de una ciudad que aprendió a protestar con flores, pancartas y urnas proscritas, que convirtió la dignidad en una forma de urbanismo. Ahora, entre los ecos del pasado y la incertidumbre de lo que vendrá, surge un nuevo rumor: Bob Pop, escritor y comunicador, que ha decidido postularse como candidato de “Barcelona en Comú” para las próximas municipales siguiendo la estela del ideario de Ada Colau. Lo hace con la naturalidad de quien no busca un cargo, sino una conversación. “Si Ada no se presenta, ¿Por qué no voy yo?”, dijo sin grandilocuencia. En esa frase caben dos décadas de fatiga política y una necesidad de reencuentro con lo humano dentro de una sociedad dividida entre tantas facciones y ecos independentistas.

El crepúsculo del poder mundial: los patriarcas del siglo XXI

No hay civilización con sentido común que no haya encumbrado y tenido como faro de experiencia y amor incondicional, a sus abuelos que, en definitiva, conforman el poder mundial del siglo XXI. Urban Beat se aleja del “edadismo”, porque entiende que la sabiduría envejece bien, pero el poder no, al contrario, se llena de un moho tóxico y nefasto cuyas esporas contaminan a su vez, a los nuevos retoños que quieran reverdecer en este mundo hostil en el cual nos hemos acomodado dentro de nuestras minúsculas existencias. Esto debe quedar diáfano entes de seguir leyendo este artículo. Trump tiene 79 años, Putin y Xi 72, Netanyahu 75, el ayatolá Jameneí 86; Fidel Castro se aferró al poder como un animal belicoso insensato hasta los 90 años.

La Flotilla de la Libertad ha sido interceptada por las fuerzas israelíes en una dudosa zona de exclusión marítima, pero el pulso entre conciencia y poder nunca no podrá zozobrar

En el Mediterráneo, donde el azul profundo se confunde con la tensión geopolítica, la reciente intercepción de la Flotilla de la Libertad por las fuerzas militares israelíes en aguas internacionales, llamada de manera burda por el régimen de “zona de exclusión”, demuestra que los gobiernos internacionales insisten, en mirar para otro lado. Los hechos han reactivado un debate que trasciende fronteras y pone en peligro la vida de activistas pacíficos que llevan ayuda humanitaria a una región masacrada por Benjamín Netanyahu, que no da su brazo a torcer porque entiende que su razón absurda nace en el concepto más nefasto que podamos tener de la palabra genocidio. No se trata solo de barcos ni de voluntarios; es un acto simbólico que enfrenta la pulsión de activistas decididos a romper el cerco sobre Gaza y la respuesta férrea de un Estado que busca controlar cada acceso marítimo. En Madrid y Barcelona, ya se repiten concentraciones multitudinarias en contra de la detención de los integrantes de la Flotilla de la Libertad.

Mujeres de Afganistán: el apagón digital de su última esperanza

En Afganistán la oscuridad absoluta en el ámbito de los derechos humanos y la dignidad de las mujeres, se ha instaurado en todos los ámbitos de la sociedad. Primero fueron las aulas que se cerraron a las niñas, después los parques vedados, luego los empleos confiscados a las mujeres, y ahora la penumbra más asfixiante: el silencio impuesto en la red. En las últimas semanas, el régimen talibán comenzó a interrumpir el acceso a internet en varias provincias, bajo el pretexto de combatir la “inmoralidad”. No es solo un corte técnico: es una mutilación simbólica de lo que quedaba de horizonte para millones de mujeres que encontraban en la red un refugio, una ventana, una mínima chispa de libertad.

Premio Nobel de la Paz 2025: ¿Pedro Sánchez, Donald Trump o Benjamín Netanyahu?

El Comité Noruego del Nobel, lleva días enclaustrado, sin móviles, sin ninguna comunicación con el exterior, ni siquiera con sus familias, que interfiera en la decisión que incluye el ámbito de la paz. Al puro estilo del Cónclave, son interminables las horas que se les escurren de las manos a los cinco miembros del Comité Noruego del Nobel debatiendo a quién le otorgan el Premio Nobel de la Paz 2025. Se barajan tres nombres muy prominentes y controvertidos: Pedro Sánchez, Donald Trump y la incorporación de última hora de Benjamín Netanyahu. El Premio Nobel de la Paz se ha convertido, con los años, en un espejo de nuestras paradojas. Su brillo no siempre refleja la virtud pura, sino la complejidad de un mundo donde los hombres y mujeres que aspiran a la paz rara vez caminan por sendas limpias. Este año, el abanico de posibles laureados incluye a Pedro Sánchez, Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Tres nombres que despiertan tanto aplausos como abucheos, y cuya evaluación exige un ejercicio de ironía, rigor y honestidad literaria: la misma que aplicamos al examinar los reflejos distorsionados de la política internacional, sin inmutarnos. La medalla de oro que representa a un grupo de tres hombres en un enlace fraternal en el reverso, con la inscripción “Pro pace et fraternitate gentium” (“Por la paz y la hermandad de los pueblos”). El anverso de la medalla muestra un retrato de Alfred Nobel. Por tanto, a partir de ahora, toda mi argumentación metafórica quedaría justificada.

Big Five: el privilegio en Eurovisión frente al abismo del genocidio cometido por Israel contra los niños palestinos

Eurovisión nació como un pacto de fraternidad cultural en un continente que acababa de desangrarse en guerras y ultraderecha fehaciente y despiadada. Con los años, ese festival se transformó en un escaparate de colores, identidades y canciones que traspasan fronteras. Y en el centro de todo, los Big Five —Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España— sostuvieron con su dinero y su tradición el andamiaje de la fiesta. Ellos fueron los guardianes del espectáculo, dueños de un privilegio singular: pase directo a la final, asiento asegurado mientras el resto pelea en semifinales. Pero hoy, ese poder comienza a resquebrajarse, porque lo que parecía un juego inocente se cruza con la crudeza de la historia. España ha decidido con un valor inconmensurable abandonar Eurovisión si Israel participa, en respuesta al genocidio que asola Gaza.

También te puede interesar

¿La dictadura de los influencers?

Hay épocas en que las palabras pierden su peso específico porque el lenguaje se desnaturaliza y pasa a seducir con una naturalidad impostada. Vivimos precisamente en esa era: la del impacto inmediato, la del titular que brilla tres segundos y desaparece en el flujo de una pantalla. El periodista, antaño custodio de la verdad, observa cómo su oficio se diluye ante una nueva casta de narradores improvisados: los influencers, esos demiurgos digitales que dictan tendencias, emociones y opiniones desde el altar de la autopromoción. Las redes sociales —esa ágora sin moderadores donde todos hablan y nadie escucha— han diluido la frontera entre información y entretenimiento, entre noticia y rumor, entre periodista y celebridad. Es un batiburrillo donde cabe todo. Las plataformas digitales han democratizado la comunicación, sí, pero también han democratizado la mentira, en sus disímiles contextos poco verificados.

Maria Helena Vieira da Silva: anatomía de un espacio que respira

El Museo Guggenheim Bilbao abre sus salas a una de las miradas más complejas del siglo XX: la de Maria Helena Vieira da Silva, artista franco-portuguesa que transformó la pintura en una cartografía del pensamiento. “Maria Helena Vieira da Silva: Anatomía del espacio” es mucho más que una retrospectiva; es una disección poética del modo en que el espacio se hace memoria, geometría y latido.

“Risa caníbal”: el humor como dinamita contra la ultraderecha

En la penumbra blanca de la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, un grupo de mujeres se encierra a reír del poder hasta hacerlo estallar. “Risa caníbal / Riure caníbal”, la nueva creación del colectivo catalán Las Huecas, es una carcajada feroz contra el dogma, un exorcismo teatral que convierte el humor en un arma de demolición antifascista. La obra, una coproducción del Centro Dramático Nacional, Teatre Lliure, Monte Isla y Las Huecas, puede verse en Madrid hasta el 9 de noviembre, y no deja títere con cabeza.

“Good American Family”: el espejo roto del sueño americano

Hay historias que parecen imposibles de creer y, sin embargo, ocurrieron. “Good American Family”, es una serie dirigida por Katie Robbins, que podemos apreciar en Disney+. La historia se alimenta de una de esas verdades que superan cualquier ficción: el caso de Natalia Grace, la niña ucraniana con enanismo adoptada por una pareja estadounidense que acabó acusándola de ser una adulta infiltrada. Un drama tan desconcertante que desborda las fronteras del thriller para internarse en la región moral de lo inasible: el miedo, la culpa, la duda como enfermedad familiar.

Scroll al inicio

¡Entérate de todo lo que hacemos

Regístrate en nuestro boletín semanal para recibir todas nuestras noticias