Urban Beat Contenidos

La paradoja luminosa del Premio Planeta: cuando la literatura se mira en el espejo de Atresmedia de la mano de Juan de Val

En el otoño perpetuo de los premios literarios, donde el oropel del marketing se confunde con la vocación del arte, el Premio Planeta se alza cada año como un ritual de poder y prestigio. No es solo un reconocimiento editorial, sino un espectáculo mediático con luces de plató, una liturgia que ha sabido adaptar el aura de la literatura al ritmo de las cámaras. Pero en los últimos años, algo más que el talento ha captado la atención del público: la sorprendente coincidencia de que los dos últimos ganadores —Sonsoles Ónega en 2023 y Juan del Val en 2025— compartan un mismo hogar televisivo, Atresmedia. Una ironía que resuena como eco de familia: el canal donde ambos trabajan pertenece, al igual que la editorial que otorga el galardón, al vasto conglomerado del Grupo Planeta. El dato, fidedigno y constatable, ha encendido murmullos en el mundo literario. Algunos lo han interpretado como una mera casualidad; otros, como la confirmación de una tendencia: la de que la literatura, en tiempos de audiencias y tendencias virales, se premie también por su capacidad de resonar en la pantalla. Lo cierto es que el escenario de los premios se ha convertido en un territorio donde las fronteras entre autor, celebridad y producto se desdibujan.
Sonsoles Ónega

En 2023, Las hijas de la criada otorgó a Sonsoles Ónega —periodista y presentadora de Antena 3— el Planeta y el foco inmediato de los titulares. En 2025, Juan del Val —tertuliano de El Hormiguero, también en Atresmedia— ha repetido la hazaña con Vera, una historia de amor. Ambos libros, según los jurados, sobresalían por su sensibilidad narrativa y su estructura clásica. Pero la ironía del espejo corporativo fue inevitable: dos ediciones consecutivas premiando a rostros de la misma casa televisiva, vinculada al mismo grupo empresarial que organiza el certamen.

Esa coincidencia ha abierto una grieta simbólica. No se trata de cuestionar el mérito individual de los autores —ambos han demostrado oficio y constancia—, sino de observar cómo la maquinaria de la visibilidad se convierte, a veces, en una extensión del poder editorial. Porque en el ecosistema de Planeta, la literatura no solo se escribe: se difunde, se entrevista, se promociona, se convierte en contenido transversal. Cada novela premiada puede ser portada, reportaje y debate televisivo. La literatura se transmuta en espectáculo, y el escritor, en figura pública moldeada por la luz blanca del plató.

Esa es la paradoja: el mismo grupo que edita el premio posee los canales que amplifican su repercusión. Lo que antes era una ceremonia íntima —un escritor alzando un trofeo entre aplausos discretos— es ahora un acontecimiento global que se retransmite, se comenta, se repite en bucle. La literatura se ilumina, sí, pero a veces corre el riesgo de cegarse con su propia luz.

La sospecha pública —más emocional que probatoria— es que el galardón se ha vuelto, al menos en parte, una operación de branding. Que la narrativa que se premia no es solo la literaria, sino la del grupo: su relato de éxito, de sinergia, de familia cultural. Pero la historia es más compleja que una teoría conspirativa. En realidad, lo que está en juego es algo más profundo: la lucha entre el prestigio artístico y la lógica del mercado mediático.

Los grandes premios, en todos los tiempos, han sido también herramientas de poder simbólico. Desde los certámenes del siglo XIX hasta los Nobel más recientes, el reconocimiento literario siempre ha coexistido con los intereses editoriales, políticos o comerciales. Lo nuevo no es la relación entre literatura y poder, sino la velocidad con que hoy se transparenta. En la era de las redes, donde cada movimiento se analiza en tiempo real, la percepción pública se ha vuelto juez paralelo: basta una coincidencia empresarial para sembrar la duda.

Sin embargo, sería reduccionista afirmar que la presencia mediática invalida el valor literario. La televisión, por su propia naturaleza expansiva, ha abierto una puerta a la lectura masiva. Sonsoles Ónega y Juan del Val son escritores que han conseguido, gracias a su visibilidad, que miles de lectores —que quizá no frecuentaban las librerías— se acerquen a la ficción contemporánea. Y eso, en una sociedad donde los índices de lectura descienden, no es menor. La pregunta, entonces, no debería ser quién gana, sino cómo equilibrar el fulgor del espectáculo con la profundidad de la literatura.

El Premio Planeta, fundado en 1952, nació con la ambición de dignificar la novela y acercarla al gran público. Hoy, más de siete décadas después, sigue cumpliendo ese propósito, aunque en un contexto muy distinto. Su prestigio convive con la crítica: para algunos, es el último bastión del relato popular; para otros, un símbolo del capitalismo cultural. Entre ambos extremos, el premio sobrevive porque ha sabido mutar: es literatura, pero también es narrativa corporativa, memoria sentimental y evento mediático.

La coincidencia de Atresmedia con los dos últimos ganadores no es una prueba de corrupción, sino un espejo que refleja las tensiones de nuestro tiempo: la literatura busca seguir viva en un mundo donde la imagen y la audiencia dictan los ritmos del reconocimiento. Quizá lo que perturba no sea la coincidencia, sino la evidencia de que la industria cultural se ha convertido en un único organismo: el escritor habla en televisión, el programa cita su libro, la editorial lo promociona, el público lo consume. Todo gira dentro del mismo cuerpo, entrelazado y brillante.

Y sin embargo, la literatura —esa vieja alquimia de la palabra y el silencio— sigue resistiendo. En el fondo, el valor de un texto no depende del canal que lo emite, sino de la huella que deja en quien lo lee. Si el Planeta, con toda su maquinaria mediática, logra que alguien vuelva a abrir un libro y encuentre en él un espejo o una herida, entonces el premio, más allá de la ironía, habrá cumplido su destino.

Porque al final, entre las luces de Atresmedia y los anaqueles del Planeta, todavía late la pregunta esencial que ninguna corporación puede monopolizar: ¿Qué queda de nosotros cuando se apagan las cámaras y sólo queda la palabra escrita?

Compartir:

Facebook
Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Urbanbeat Julio 2024
¡Descarga ahora el último nùmero de nuestra revista!

La FIL Guadalajara 2025 florece con Barcelona y más de 800 escritores de todo el mundo

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara encara su edición número 39 como quien despliega un mapa vivo del mundo editorial: una constelación de más de 800 escritores, 2.800 sellos procedentes de 60 países, 18.000 profesionales y un horizonte multitudinario que prevé reunir a más de 900.000 visitantes entre el 29 de noviembre y el 8 de diciembre de 2025. Este año, el latido cultural se incrementa gracias a la presencia de Barcelona como Invitada de Honor, ciudad que aterriza en México con el lema “Vendrán las flores”, inspirado en un relato de Mercè Rodoreda, como declaración de intención: florecer pese a todo.

“El invencible verano de Liliana”

“El invencible verano de Liliana” de Cristina Rivera Garza nos abre la puerta a un dolor íntimo, pero colectivo. Es memoria, investigación y biografía. Es un libro que es un abrazo de reconciliación, pero que denuncia un feminicidio. Mientras lo leía, no podía dejar de llorar y cuando lo terminé, yo también olía a cloro y supe que algo dentro de mí había cambiado para siempre.

Nadja Manjón presenta “Los que no llegaron”: una epopeya acerca del precio del sueño deportivo y la dignidad de empezar de nuevo desde la sanación

El primer libro de Nadja Manjón, ex tenista profesional WTA, desmonta el mito de la gloria deportiva para iluminar una verdad que rara vez se dice en voz alta: la mayoría de quienes entregan su infancia al deporte profesional nunca alcanzan la élite. “Los que no llegaron” es una confesión, una catarsis y una reflexión sobre el éxito, la pérdida y la necesidad de reconstruirse cuando el marcador deja de contar. Hay libros que narran victorias y otros que revelan el precio invisible que éstas exigen. Los que no llegaron, de Nadja Manjón, pertenece a esta segunda categoría: un texto que se adentra en el reverso de la épica deportiva, allí donde el silencio pesa más que los trofeos y donde los sueños se transforman en interrogantes.

Angélica Liddell, los demonios de su acto creativo y sus cuentos atados a la pata de un lobo

Hay escritores que bajan a los infiernos y vuelven con una flor marchita entre los dientes. Otros, como Angélica Liddell, deciden quedarse allí, a medio camino entre el vómito y la oración. “Cuentos atados a la pata de un lobo” (Malas Tierras Editorial, 2025) es precisamente eso: una colección de relatos que no buscan conmover, sino desgarrar. Cada página exuda una belleza pestilente, una violencia que se convierte en liturgia. Escribir desde el límite —ese parece ser el único verbo posible en su mundo— y convertir el dolor en una forma de conocimiento.

Remedios Zafra gana el Premio Nacional de Ensayo 2025 y denuncia la burocracia que asfixia el pensamiento

Remedios Zafra ha ganado el Premio Nacional de Ensayo 2025 por su libro “El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática” (Anagrama), una obra que funciona como radiografía y elegía del pensamiento contemporáneo sometido al látigo invisible de la administración. El jurado destacó su lucidez para denunciar la “violencia burocrática” y la “deshumanización tecnológica” que asfixian la creatividad. Pero más allá de los reconocimientos, “El informe” es un acto de resistencia, un testamento íntimo frente a la colonización del tiempo y del deseo por parte de los mecanismos institucionales sumidos en un zarandeo tecnoliberal.

Inteligencia artificial y plagio disfrazado: la sombra invisible sobre la creación literaria

La irrupción de la inteligencia artificial en la creación de contenidos narrativos antiguamente solo hechos por humanos ha abierto una puerta maldita que parecía reservada a la imaginación más retorcida: textos que emergen de algoritmos capaces de imitar estilos, construir argumentos y hasta sugerir emociones sin despeinarse, sin tener en cuenta la labor de un escritor paciente que usa la artesanía del lenguaje para desarrollar historias con estilo propio y ajenas al plagio parasitario. Sin embargo, detrás de esta fascinación tecnológica se esconde un debate urgente y polémico: ¿Hasta qué punto se puede vender como propio un contenido generado por máquinas? Y más aún, ¿Qué implica esto para la ética editorial, la propiedad intelectual y la confianza del lector?

También te puede interesar

Mujeres ante el objetivo: historia, técnica y libertad en la España decimonónica

El Museo Nacional del Romanticismo ha inaugurado la exposición “Retratadas. Estudios de mujeres”, un proyecto que, bajo la mirada historiográfica de Stéphany Onfray, propone una revisión crítica del papel de las mujeres en la cultura fotográfica del siglo XIX español. La muestra, que reúne 152 fotografías y objetos vinculados al mundo visual decimonónico, explora la manera en que las mujeres de aquel tiempo no solo posaron ante las cámaras, sino que también se apropiaron activamente de este nuevo lenguaje para expresarse, transformarse y participar en la creación de imaginarios visuales todavía hoy vigentes. La muestra podrá apreciarse hasta el 25 de enero y estará acompañada de un amplio programa de actividades.

Las tribus urbanas como espejo mutante: pertenecer, diferenciarse y sobrevivir en la era híbrida

Las tribus urbanas no han desaparecido; han aprendido a camuflarse. Ya no se manifiestan únicamente con crestas teñidas, cazadoras de cuero o camisas desleídas por el sol. Hoy se deslizan entre la multitud, alternan entre el ruido del metro y el silencio del algoritmo, migran de un barrio a un servidor digital remoto sin perder aquello que las define: la necesidad de pertenecer y de diferenciarse a la vez. En este doble impulso, humano y contradictorio, reside su vigencia.

Una plegaria flamenca para seis siglos de memoria: estreno mundial de “Así reza mi pueblo”

El Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial se prepara para acoger un acontecimiento singular: el debut mundial de “Así reza mi pueblo”, una misa flamenca sinfónica que aspira a convertir la espiritualidad gitana en un territorio musical habitable para todos. La obra, concebida y dirigida por el extremeño Francisco Suárez, subirá a escena el 13 de diciembre como parte de la programación dedicada al 600 aniversario de la llegada del pueblo gitano a España. No es solo un estreno: es una evocación histórica, un acto de memoria colectiva y un gesto artístico que busca tender puentes entre lo sagrado, lo popular y lo universal.

El Palacio de Cibeles, 100 años después: memoria urbana en un edificio que nunca dejó de transformarse

El Palacio de Cibeles no es simplemente un edificio que alcanza el siglo de vida: es una presencia que ha acompañado a Madrid como una columna vertebral hecha de luz y piedra. En 2019 cumplió 100 años y se impone allí donde otros inmuebles envejecen en silencio, este sin embargo, ha crecido con el pulso de la ciudad, ha respirado sus transformaciones y ha proyectado, década tras década, un imaginario de modernidad y solemnidad. Cumplir cien años, en su caso, no es una efeméride: es la prueba viviente de cómo la arquitectura puede convertirse en memoria colectiva. Durante un siglo, este coloso de piedra, hierro y vidrio, proyectado por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi ha sido centro postal, icono urbano, símbolo institucional y ahora, además, artefacto cultural ya que alberga CentroCentro, un espacio de encuentro intercultural, una gran plaza pública para el ciudadano y un escenario de participación, acción, ocio y aprendizaje. Y aunque forme parte del decorado cotidiano, mucho de su historia sigue escondido bajo su piel arquitectónica.

Scroll al inicio

¡Entérate de todo lo que hacemos

Regístrate en nuestro boletín semanal para recibir todas nuestras noticias