El recorrido reúne más de quinientas piezas de un centenar de artistas e intelectuales procedentes de África, Europa y América, abarcando un arco temporal que va de los años veinte a la actualidad. Pintura, fotografía, escultura, cine, música, libros y documentos conforman un corpus que trasciende el canon museístico: los periódicos, carteles o panfletos son tratados con la misma relevancia que las obras plásticas. La idea de fondo es clara: la cultura panafricana no es solo estética, sino pensamiento, militancia y archivo.
Esta es la primera gran muestra internacional que examina de forma integral la dimensión cultural del panafricanismo. Su carácter polifónico rompe con la mirada uniforme que históricamente ha reducido el movimiento a una ideología monolítica. El proyecto es fruto de una colaboración entre el Art Institute of Chicago, el Barbican Centre de Londres, el KANAL Centre Pompidou de Bruselas y el propio MACBA. Tras su paso por Chicago, recala en Barcelona antes de continuar hacia Londres en junio de 2026.
Archivos negros y documentación crítica
Cada institución adapta la exposición a su contexto. En el MACBA, tres nuevas fuentes documentales amplían el relato. La primera examina cómo se interpretaba África y su diáspora a comienzos del siglo XX, desde la colonización hasta los sesenta, con figuras como W. E. B. Du Bois, pionero en definir el término “panafricanismo”. La segunda procede de Chimurenga, plataforma panafricana fundada por Ntone Edjabe en 2002, que combina publicaciones, mapas mentales y archivos sonoros como herramientas políticas. La tercera, Orogenia Panafricana, es fruto de la investigación de Tania Safura Adam y articula un mapa de las relaciones entre panafricanismo e historia contemporánea española. Su trabajo rescata la presencia de activistas negros en la Barcelona obrera y republicana, muchos de los cuales combatieron contra el fascismo en la Guerra Civil.
Adam propone entender el panafricanismo como una “orogénesis”: un proceso de fricción global que genera nuevas montañas ideológicas. Su estudio recorre desde la Conferencia Panafricana de Londres de 1900 hasta la actualidad, revelando cómo las conferencias, partidos y movimientos derivaron en transformaciones sociales y culturales de alcance universal. En ese marco, la muestra exhibe documentos sobre el paso de Langston Hughes, Nicolás Guillén, Paul Robeson, Richard Wright o Claude McKay por Barcelona, así como testimonios de la comunidad negra que se reunía en los años treinta en el Raval, entre clubes de jazz y rings de boxeo.
Ensayo complementario y lectura política
La exposición se acompaña del libro Panáfrica. Arte e imaginarios políticos para la construcción de un planeta negro, que reúne textos históricos y contemporáneos en torno al papel del panafricanismo en la historia cultural catalana y española. Dyangani Ose subraya que los marxistas y activistas afroamericanos estuvieron íntimamente ligados a los movimientos antirracistas y humanistas que inspiraron la República. Por eso, sostiene, resulta simbólico que el MACBA acoja hoy esta revisión, invitando a imaginar “un mundo guiado por el espíritu colaborativo del panafricanismo”.
Barcelona ocupa, en esta narrativa, un papel central. Ciudad edificada con capitales coloniales, pero también escenario de resistencia y mestizaje, se convierte en espejo de los vínculos entre antifascismo, anticolonialismo y pensamiento negro. En los años treinta, la solidaridad de figuras como C. L. R. James o Robeson con la causa republicana demostró que la lucha contra el fascismo era también una lucha contra el racismo. Dyangani Ose entiende la capital catalana como un nodo del internacionalismo negro: desde las brigadas republicanas hasta las actuales comunidades afrodescendientes, la ciudad refleja la persistencia de un mismo impulso emancipador.
Nueve ámbitos, un mismo pulso
Proyectar un planeta negro se estructura en nueve ámbitos que combinan historia, arte y pensamiento. La exposición arranca cuestionando el tiempo lineal, el mito del progreso y la invención colonial de África. Se revisan figuras y movimientos esenciales —de Du Bois a Marcus Garvey, de la Négritude al quilombismo— que redefinieron la identidad negra y la idea de colectividad. Los artistas del siglo XXI aportan una mirada futurista, donde el panafricanismo se entiende como una utopía vigente: antirracista, transnacional y cosmopolita.
Entre las piezas más destacadas figura la Virgen Negra de Theaster Gates (Alls my life I has to fight, 2019), homenaje a las madres y evocación directa de El color púrpura. En Barcelona, su conexión simbólica con la Moreneta añade una lectura local. Otro eje clave es la reinterpretación audiovisual del cine de Djibril Diop Mambéty y Ousmane Sembène, realizada por el colectivo The Otolith Group en su mural A Massive Concentration of Black Interscalar Energy (2023).
Banderas, invenciones y genealogías
La primera sala examina el poder simbólico de las banderas como emblemas de solidaridad supranacional. Obras de David Hammons (African American Flag, 1990) y Chris Ofili (Union Black, 2003) hibridan los colores panafricanos con las insignias de Estados Unidos y Reino Unido, cuestionando la idea de unidad nacional. Edith Dekyndt, en Ombre indigène, ondea una bandera hecha con cabellos humanos en Martinica, evocando los naufragios del comercio esclavista.
El siguiente apartado, África como invención, revisa cómo la mirada occidental —de los exploradores al pensamiento hegeliano— redujo el continente a una ausencia de historia. Frente a ello, los intelectuales africanos generaron contrarrelatos emancipadores que imaginan una humanidad común más allá de la raza.
De Garvey a la Négritude: genealogías de liberación
El garveyismo, inspirado por Marcus Garvey, proponía un planeta negro autónomo frente al mundo colonial. Obras como Tectonic Plate (2010), de Yto Barrada, o Caribbean Basin (1982), de John Stollmeyer, traducen esa idea a metáforas geográficas y políticas. En los años treinta, la Négritude —fundada por Césaire, Senghor y Damas— abrió un nuevo frente poético y filosófico: integrar la herencia africana en la cultura universal. Sus ecos se reflejan en las fotografías del polaco Walery al bailarín Féral Benga o en el óleo Agony, de Colette Omogbai, donde el cuerpo negro se transforma en materia de resistencia estética.
Quilombismo, interioridad y espiritualidad
El quilombismo, nacido de los asentamientos rebeldes en Brasil, simboliza la autonomía frente a la esclavitud. Abdias do Nascimento lo representa en Simbiose Africana nº3 (1973), mientras Bruno Baptistelli, en Linguagem (2015), denuncia el colorismo como jerarquía interna. Otros espacios exploran la libertad interior como forma de resistencia: Inji Efflatoun y Samir Rafi retratan el confinamiento físico y la emancipación mental desde la pintura; Ibrahim El-Salahi lo lleva al autorretrato del sufrimiento.
El apartado Apariciones aborda la fe comunitaria y el culto a los ancestros, con la instalación Invisible Presence: Bling Memories, formada por cincuenta ataúdes festivos que denuncian la violencia en Jamaica. En ellos, la muerte se convierte en celebración y memoria colectiva.
Agitación y programa público
El recorrido culmina en Agitación, donde se reivindica la protesta como motor del cambio. Obras como ¡Asesinos! ¡Asesinos! de Kader Attia o las cerámicas de Moataz Nasr condensan la energía de la revuelta y la acción colectiva. El MACBA extiende esta pulsión al espacio urbano mediante un amplio programa público: cine, debates y performances en colaboración con La Poderosa, Filmlab Palestine, la Filmoteca de Cataluña, Dart Festival, Acció>Cinema y Zumzeig.
El ciclo, activo hasta febrero de 2026, se completará con un congreso internacional sobre “urbanismos negros” organizado junto al CCCB y en el marco de Barcelona Capital Mundial de la Arquitectura 2026.
Proyectar un planeta negro no solo revisa un siglo de arte panafricano; propone una mirada hacia el futuro, donde la memoria colonial, la resistencia y la imaginación colectiva confluyen en una misma cartografía: la de un planeta que, por fin, se atreve a girar en torno a su centro negro.









