Urban Beat Contenidos

¿Por qué Pedro Almodóvar no hace su nueva película en Gaza?

El cine español, pese a las proclamas de modernización, pese al genocidio Palestino, entiende, de la mano del cineasta Pedro Almodóvar que la inclusión y diversidad que lo envuelven en los últimos años, continúa arrastrando, eso sí: una brecha estructural y persistente en sus representaciones de colectivos históricamente marginados: personas con discapacidad, identidades trans, sujetos homosexuales, cuerpos racializados, y existencias fuera de la norma patriarcal. Esta exclusión no se manifiesta de forma explosiva ni evidente, sino a través de una arquitectura sutil, casi invisible, que moldea los márgenes de la industria y las lógicas narrativas que la sostienen. En esa sutileza radica su poder de reproducción. La discriminación no necesita gritar; basta con no mostrar. Almodóvar es un cineasta de valor que antes de irse a Gaza, debe seguir siendo un faro para la inclusión honesta de los colectivos desfavorecidos en el cine español contemporáneo.

Vivimos una época de etiquetas, por eso Almodóvar las ha reformulado todas, Almódovar sabe que mejor bueno, que malo por conocer. Lo queer se estetiza para diluir su incómoda iconoclasia, la discapacidad se vuelve un mero accesorio anecdótico vestido de ONGs que nadie conoce, lo trans se convierte en una fase argumental maltrecha  que se supera a sí misma para quedar bien adelante de los esbirros de la ultraderecha, y el inmigrante, al final de la fila,  es instrumentalizado como detonante moral para que el protagonista blanco director de cine haga gala de sus fauces de conciliador inmaculado. La pantalla grande ha aprendido a travestirse de pluralidad, pero rara vez renuncia a la mirada dominante: los relatos se centran en el observador hegemónico, no en los cuerpos vividos por dentro.

En este sentido, muchas producciones contemporáneas que se autodefinen como “progresistas” siguen sin cuestionar el núcleo mismo del modelo narrativo: quién mira, a quién se mira y desde dónde. Las personas discapacitadas suelen aparecer como obstáculos emocionales o inspiraciones funcionales; los homosexuales siguen atrapados en tramas de sufrimiento, o bien son secundarios simpáticos ridiculizados con mucha gracia; los personajes trans siguen siendo interpretados por actores cis, en una perpetuación de la farsa identitaria.

El problema no es sólo narrativo, sino sistémico. La composición de los equipos de producción, guión, dirección y financiación sigue sin reflejar la pluralidad real del país. La industria cinematográfica española continúa en manos de hombres cis, heterosexuales y blancos, quienes aunque bienintencionados, reproducen los relatos que han vivido y consumido, sin sufrir indigestión creativa porque toman las “sales de fruta del dinero fácil”. Así, la diversidad se convierte en decoración, no en transformación.

Los mecanismos de subvención, selección en festivales, distribución y exhibición también perpetúan esta desigualdad. Aquellas obras que intentan romper con los moldes son relegadas a circuitos alternativos, invisibilizadas por una maquinaria mediática que sigue premiando lo reconocible: el drama familiar heteronormativo con visos de telenovela burda, la comedia masculina de barrio con cuñados pesados que fomentan en cada diálogo su propia decrepitud, el thriller que elude cualquier conflicto racial, sexual o funcional que no sirva como ornamento dramático a su propio egocentrismo aburrido.

Es preciso matizar: no se trata de representar a estos colectivos sin más, sino de descentralizar el modelo mismo de relato. La verdadera transformación del cine no radica en añadir una cuota identitaria a las tramas clásicas, sino en desmontar la lógica que coloca al hombre blanco heterosexual como sujeto activo de la historia. La existencia de una película protagonizada por una mujer lesbiana no garantiza nada si el relato sigue anclado en paradigmas de redención masculina o victimismo estético que estamos hartísimos de ver.

Tampoco se puede confundir visibilidad con justicia narrativa. Una persona trans representada desde una óptica sensacionalista o como herramienta para el crecimiento emocional de otros no está siendo visibilizada, sino utilizada. La inclusión real exige no sólo lugar en la pantalla, sino agencia, profundidad, contradicción, verdad. En otras palabras: personajes, no arquetipos.

Romper esta brecha solapada implica una reestructuración completa de la cadena de valor cinematográfica. No se trata sólo de contar otras historias, sino de contar desde otras miradas. Que las personas con discapacidad escriban y dirijan sus propias películas, que los actores trans sean protagonistas sin que su identidad sea el único conflicto, que los cuerpos queer y racializados sean múltiples, diversos, complejos, y no sólo alegorías.

El nuevo horizonte no es solo más diverso, sino más honesto. Abandonar el cine arcaico implica despojarlo de sus capas de simulacro, de corrección política, de victimismo útil. Las nuevas películas españolas deben aprender a incomodar, a fracturar la mirada cómoda, a narrar desde el interior y no desde el frívolo balcón del espectador privilegiado de “cuatro gatos que se consideran actores”. Eso implica riesgos económicos, tensiones narrativas, transformaciones institucionales. Pero también abre el cine a su función más radical: ser espejo y grieta del mundo que habitamos. Hasta ahora en ESPAÑA es todo los contrario, el cine español se traga en algunas ocasiones, el vómito de sus creaciones mediocres con lucidez, cuando la bestial industria americana le paga las “sales de fruta” de la mano de las plataformas digitales, ansiosas por gastarse sus presupuestos en ficciones autóctonas que den algún brillo al talento local.  Hay mucho dinero para invertir y poco talento español para absolverlo en aras de potenciar el cine español con dignidad.  Todo es cuestión de dinero, obvio, pero sería más productivo usar los recursos en enarbolar un cine español con menos imitación cutre “Yanqui” porque, puestos a imitar ni siquiera imitan bien, son fantoches gastando dinero para nada. Menos glutamato de Almódovar, pobre “vaca sagrada”, que solo falta que lo hagan “ministro de cultura” de tanto que parasitan su talento. Por favor, aprovechar la cresta de esta ola y tened más fe en el entendimiento de que el síndrome del impostor nunca nos hará genuinos, y más sentido común de paso, para delimitar las diferencias de todo este proceso en ciernes.

La tarea no es solo ética, sino también estética, moral, presa de un libertinaje intelectual que podemos permitirnos. El lenguaje cinematográfico mismo —planos, estructuras de guion, arcos narrativos— debe ser cuestionado desde los márgenes. ¿Por qué un personaje gay no puede protagonizar una historia sin que su sexualidad sea el tema central? ¿Por qué una mujer racializada debe demostrar constantemente su humanidad? ¿Por qué lo trans debe explicarse, justificarse, traducirse? La verdadera revolución pasa por no justificar nada, por dejar que las identidades existan en la pantalla con la misma naturalidad con la que existen en la vida.

En este sentido, la deconstrucción del cine español no consiste en “adaptarse” a los nuevos tiempos, sino en asumir el desfase histórico que arrastra y abrir una praxis radical de reapropiación del relato. Los colectivos silenciados no necesitan permiso para existir, pero sí recursos, formación, ventanas de exhibición, apoyo institucional y, sobre todo, respeto narrativo.

La transformación no se limita al creador. También exige una mutación en el público. El espectador español promedio ha sido entrenado para consumir narrativas cómodas, que le refuercen su visión del mundo. Cambiar el cine es también una invitación a incomodar al espectador, a desautomatizar su percepción, a enfrentarlo a realidades que no puede controlar ni juzgar. La cultura audiovisual es, en última instancia, una pedagogía emocional. Y el cine español debe decidir si quiere seguir educando en la nostalgia heteronormativa, o si está dispuesto a abrirse al vértigo de la diferencia.

La brecha no se cerrará sola. Requiere voluntad política, riesgo artístico, inversión pública y una revisión honesta de los privilegios internos de la industria. No es una cuestión de corrección, sino de justicia; no de moda, sino de ética creativa. Porque el cine español no necesita más “inclusión” cosmética, sino un verdadero colapso de la narrativa dominante. Solo entonces podrá emerger una filmografía nueva, en la que lo minoritario deje de ser minoría, y lo diverso deje de ser excepción. No como reclamo, sino como parte orgánica y natural del relato nacional. Un relato, por fin, de todos.

 

Compartir:

Facebook
Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Urbanbeat Julio 2024
¡Descarga ahora el último nùmero de nuestra revista!

“Pajareros 2025”: el vuelo de la conciencia ecológica

Los pájaros regresan a la pantalla grande. Este octubre, La Casa Encendida abre sus alas para acoger la XII edición del ciclo documental “Pajareros 2025”, una celebración del vuelo y del compromiso que une la creación artística con la defensa del planeta. Organizado por SEO/BirdLife y La Fundación Montemadrid, el ciclo amplía su nido y extiende su vuelo: además de Madrid, sobrevuela Santander y aterriza por primera vez en el TEA – Tenerife Espacio de las Artes, del Cabildo de Tenerife. Tres sedes, tres geografías, un mismo llamado: contemplar la belleza de las aves para entender la urgencia de su preservación.

Entre la carne y el algoritmo: la polémica aparición de Tilly Norwood

La industria del cine, acostumbrada a reinventarse con cada avance técnico, ha parido ahora a una criatura que parece no pertenecer al mundo de los vivos. Su nombre es Tilly Norwood y ya circula como si fuese una actriz de carne y hueso, con gestos, voz y mirada calculadas al milímetro. Pero Tilly no existe en el sentido convencional: es hija de la inteligencia artificial, modelada por un estudio londinense que decidió desafiar las fronteras entre lo real y lo simulado. Tilly Norwood es el producto de Eline Van der Velden, actriz y comediante holandesa convertida en empresaria tecnológica, a través de su empresa de producción Particle6 y su nueva división de talentos de IA Xicoia. El alumbramiento no ocurrió en un rodaje, ni en un teatro, ni en un set iluminado. Fue en los servidores de una productora que ha querido dar un salto más allá de la animación digital: una actriz completa, diseñada para actuar sin haber vivido, para emocionarse sin emociones, para proponer proyectos sin un pasado que la respalde.

“La bola negra”: el cine de Los Javis viaja entre el acervo lorquiano y la reivindicación queer

En el horizonte del cine español se avecina un proyecto que genera expectación y debate: “La bola negra”, la nueva película dirigida, escrita y producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi. Los cineastas, conocidos por su capacidad de aunar emoción, riesgo narrativo y estética singular, se sumergen esta vez en un terreno movedizo de memoria, deseo y herencia cultural, inspirándose en un germen creativo de Federico García Lorca. Apenas cuatro páginas de una obra inconclusa del poeta bastan para que los directores construyan un relato fílmico ambicioso y profundamente íntimo. Según han declarado los directores, es la primera vez que asumen en un proyecto, un personaje protagonista explícitamente gay.

La televisión israelí y la guerra de Gaza: un espejo deformante

Un día entero frente a la televisión israelí basta para comprender la arquitectura narrativa que envuelve la guerra en Gaza. Los informativos y tertulias en hebreo dibujan un paisaje discursivo en el que el Ejército es objeto de veneración, la responsabilidad por la devastación se difumina y el mundo exterior aparece como un tribunal hostil que no comprende la singularidad de la situación. Según el periódico israelí Haaretz, reporteros de los principales medios han admitido que tienen prohibido mostrar el sufrimiento de los palestinos de manera fehaciente y son, de cierta manera, presionados a edulcorar el conflicto y a blanquear el genocidio a toda costa. El periódico israelí Haaretz ha sufrido todo tipo de represalias por parte del régimen asesino de Benjamín Netanyahu por ser fiel a la libertad de expresión y por tener la valentía de desenmascarar a través de sus páginas, la masacre en Gaza.

Sirāt: la odisea íntima de Óliver Laxe rumbo a los Oscar 2026

En un tiempo en que el cine español busca constantemente reinventar su voz, surge Sirāt como un fenómeno extraño y luminoso. La nueva obra de Óliver Laxe, escrita junto a Santiago Fillol, se adentra en la crudeza del viaje físico y espiritual con un arrojo poco común, mezclando rito, trance y dolor familiar en una narración que oscila entre el delirio sensorial y la contemplación desnuda.

“Amarga Navidad”: duelo, ficción y reencuentro de la mano de Pedro Almodóvar

Pedro Almodóvar regresa al cine en español con “Amarga Navidad”, su vigesimocuarto largometraje, y lo hace con la promesa de un drama contenido, íntimo, marcado por la pérdida y la reflexión. El cineasta manchego, después de explorar otros territorios lingüísticos —su última película “La habitación de al lado” fue rodada en inglés—, vuelve a sus raíces, donde mejor se siente: el dolor maternal, los vínculos familiares, la memoria, y esos duelos que no piden permiso. La película llegará a los cines en 2026.

También te puede interesar

La Fundación Casa de México presenta “Re/Generación”, un puente entre lo prehispánico y lo contemporáneo de la mano de la mano de Pedro Lasch

Siete espejos negros contemporáneos devuelven la imagen de once esculturas femeninas prehispánicas en Re/Generación, la nueva instalación del artista mexicano Pedro Lasch, presentada por la Fundación Casa de México en España. La obra, comisariada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), forma parte de su serie Black Mirror/Espejo Negro y dialoga con piezas originales de la exposición: “La mitad del mundo. La mujer en el México indígena. El ámbito divino”, la mayor muestra de arte mesoamericano exhibida hasta ahora en España. Podrá visitarse gratuitamente hasta el 22 de febrero de 2026.

El ideario político de Ada Colau revive de la mano de Bob Pop

Barcelona respira entre luces, adoquines y el ruido de las maletas de la gentrificación patológica. En los balcones aún ondean las banderas descoloridas de una ciudad que aprendió a protestar con flores, pancartas y urnas proscritas, que convirtió la dignidad en una forma de urbanismo. Ahora, entre los ecos del pasado y la incertidumbre de lo que vendrá, surge un nuevo rumor: Bob Pop, escritor y comunicador, que ha decidido postularse como candidato de “Barcelona en Comú” para las próximas municipales siguiendo la estela del ideario de Ada Colau. Lo hace con la naturalidad de quien no busca un cargo, sino una conversación. “Si Ada no se presenta, ¿Por qué no voy yo?”, dijo sin grandilocuencia. En esa frase caben dos décadas de fatiga política y una necesidad de reencuentro con lo humano dentro de una sociedad dividida entre tantas facciones y ecos independentistas.

Cine, pintura y angustia moderna: la nueva exposición que revive el alma del expresionismo en la Fundación Canal

La exposición “Expresionismo. Un arte de cine” es una propuesta ambiciosa que busca descifrar el diálogo fecundo entre el movimiento expresionista alemán y el cine en las primeras décadas del siglo XX, cuando Europa se debatía entre la devastación y la modernidad. La muestra, concebida como una travesía estética y emocional, permite entender cómo arte y cinematografía se fundieron en una misma respiración, compartiendo el deseo de retratar la angustia, la alienación y la búsqueda espiritual del ser humano en una época de crisis. La muestra podrá apreciarse entre el 8 de octubre de 2025 y el 4 de enero de 2026, en la Fundación Canal de Madrid.

El crepúsculo del poder mundial: los patriarcas del siglo XXI

No hay civilización con sentido común que no haya encumbrado y tenido como faro de experiencia y amor incondicional, a sus abuelos que, en definitiva, conforman el poder mundial del siglo XXI. Urban Beat se aleja del “edadismo”, porque entiende que la sabiduría envejece bien, pero el poder no, al contrario, se llena de un moho tóxico y nefasto cuyas esporas contaminan a su vez, a los nuevos retoños que quieran reverdecer en este mundo hostil en el cual nos hemos acomodado dentro de nuestras minúsculas existencias. Esto debe quedar diáfano entes de seguir leyendo este artículo. Trump tiene 79 años, Putin y Xi 72, Netanyahu 75, el ayatolá Jameneí 86; Fidel Castro se aferró al poder como un animal belicoso insensato hasta los 90 años.

Scroll al inicio

¡Entérate de todo lo que hacemos

Regístrate en nuestro boletín semanal para recibir todas nuestras noticias