Greta Thunberg se sube a la “Global Samud Flotilla” porque callar, sería peor, que arriesgarlo todo
El nacimiento de un símbolo pocas veces responde al azar. En ocasiones, la historia selecciona a sus protagonistas con la precisión de un bisturí democrático y azaroso, dotándolos de una claridad que resuena en medio del ruido ensordecedor del mundo contemporáneo, injusto, en colapso, y repleto de muertos por guerras arbitrarias, fascistas y cuyo desarrollo, parece normalizado por la sociedad occidentalmente avanzada que no se acuerda del Holocausto de Hitler y por eso lo normaliza, dando la espalda al genocidio de Gaza. Greta Thunberg, nacida en Estocolmo en 2003, es uno de esos casos donde la biografía íntima se entrelaza con una necesidad colectiva de una voz imprescindible. Su figura valiente y poderosa emerge como un espejo que refleja las contradicciones de nuestra época: el progreso tecnológico que nos envenena, la política que confunde la retórica con el compromiso, la sociedad atrapada entre la urgencia climática y el hedonismo cotidiano que se nutre de racismo, prejuicios, violencia y apatía manifiesta. Greta Thunberg se sube a la “Global Samud Flotilla” porque callar, sería peor, que arriesgarlo todo.