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Cecilia Roth

Cecilia Roth versus Javier Milei

La actriz Cecilia Roth se ha mostrado recientemente indignada con las políticas de Javier Milei y ha dejado claro que ese señor en el poder sumergirá Argentina en un mar ultra-neoliberal lleno de tiburones censores de la cultura guiados por la energúmena manera de ver las cosas del Presidente; refugiado bajo los techos de la Casa Rosada, donde ruge como un felino rabioso sin esterilizar.
Cecilia Roth

Tras asumir el poder, el 10 de diciembre de 2023,  Javier Milei hizo desaparecer el Ministerio de Cultura e inició el desmantelamiento del Instituto Nacional del Cine y las Artes Audiovisuales (INCAA), donde han eliminado cientos de empleos cuya única función era alimentar un arte libre, pletórico en sus convicciones. Cecilia empieza a tener razón.

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Este organismo era el encargado de apoyar producciones y liderar la expansión del cine argentino en festivales y salas de todo el mundo. Milei también ha antepuesto los créditos sobre las subvenciones, lo que deja al séptimo arte argentino herido de muerte, sin posibilidad de resurrección. Javier considera la cultura una cuestión secundaria.

El disparate Milei irrita a Roth y a miles de argentinos que ven pisoteadas sus nociones del necesario e indiscutible arte contemporáneo. Nadie duda el valor y el poder de la cultura a la hora de cambiar conciencias, sin embargo; Milei entiende que su vocación ultraderechista, rancia, con reminiscencias hitlerianas de “quema de libros” debe ser impuesta. Cecilia sabe que su presidente “está loco” porque quiere hundir Argentina en el silencio torpe de anacoretas ignorantes dispuestos a inmolarse en aras de la ignorancia más rentable. Es más fácil someter a las masas, cuando las masas han sido desprovistas de su núcleo vital cuya esencia es la cultura libre, revolucionaria, directa al corazón. 

La cultura argentina se va a quedando enflaquecida a unos niveles impensables. Milei fue recortando, recortando, recortando, sacando esa motosierra infernal y absurda de hombre esquizofrénico en sus convicciones. Y nosotros y nosotras, en un nivel de shock, mirando pasar a Milei delante de nuestros ojos como poseído por su propio Dios, nos quedamos absortos en una oposición profundamente tocada, vilipendiada, nos sentimos indefensos. Nosotros y nosotras tenemos la cultura como arma, Milei tiene una motosierra delirante que terminará extirpando las manos que la sostienen. Milei desprecia su propia cultura porque en su devaneo elitista solo lee libros de economía y de la escuela austriaca, solamente escucha ópera italiana y alemana. Poco más.

Los decretos de Milei apuntan a dar subvenciones  a las películas que ofrezcan, textualmente y según sus parámetros:  “suficiente calidad, contengan valores morales, sociales, educativos y nacionales”. El Gobierno va a decidir qué tipo de cine se va a hacer en Argentina porque sabe que a la hora de lavar cerebros es mejor tomar el ejemplo de regímenes autoritarios que han inoculado sus doctrinas del horror en las mentes de las nuevas generaciones. Ya lo hizo Fidel Castro, Hitler, Putin, Hugo Chávez … ahora toma el relevo Milei. Un relevo secundado por la urnas. ¿Quién sabe cómo funcionan las urnas ? Una paradoja que Donald Trump se sabe al dedillo. Todo hilvanado por los hilos del poder tejidos con sorna por los asiduos al sol que más calienta de las políticas neoliberales de Wall Street, donde vale el capital monetario por encima del capital humano. Todo se resume a ganar los máximos beneficios aunque el planeta se vaya al traste, dos guerras quemen los cielos en Europa, África se muera de hambre y frío ahogada dentro de pateras que hacen aguas en el estrecho de Gibraltar y Elon Musk de paso, mande naves con  millonarios aburridos al espacio exterior. Es la vuelta de tuerca a todo lo absurdo que se hubiese podido imaginar. La realidad supera la ficción. Por eso Cecilia Roth tiene toda la razón del mundo al estar enfadada con el primitivo-ultra-mamaracho de Milei. Toda la razón del mundo para una artista que ha hecho historia con una carrera impecable, almodovariana y vital. Una actriz valiente que merece ser escuchada y  respetada hasta límites insospechados porque ha defendido la cultura honesta bajo todas las circunstancias.

En Argentina ya existe una sofisticación represora que sobrepasa a la época de la Dictadura.  Los esbirros no necesitan secuestrarte y desaparecerte, se vanaglorian con escacharte y cancelarte hasta hacerte entrar en una locura indescriptible, usan el miedo para desbancarte, putearte y dejar que te pudras en tus propios principios. Te dejan caer usando armas sutiles de propaganda amarillista, afilada con principios inhumanos desnaturalizados, hechos a medida de un nuevo régimen que sabe como destruir a los opositores sin disparar un tiro. Luego está la guerra del hambre. En Argentina muchísima gente come una vez por día o no come. Esa es la realidad. Cuando hablamos de cultura también hablamos de eso. Lo más triste es que hay niños pasando también hambre en Argentina como futuros esclavos que cuando sean adultos pensaran que para eso han nacido. Milei está librando una batalla cultural encubierta para desterrar la actual e imponer la suya: llena de censura, desigualdad, elitismo, violencia, homofobia, irrespeto a los derechos humanos y total liberalismo económico despiadado y vil en sus ministerios. Lo positivo que puedo sacar de esto es que ha sido elegido democráticamente en las urnas. La democracia funciona, al menos en apariencia.

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Vito Quiles versus Charlie Kirk

En el teatro político contemporáneo, algunos jóvenes ya no militan: performan el fascismo sin despeinarse envueltos en la bandera de España. Han aprendido, según una ideología ultra y sórdida, que el poder no se conquista con discursos en el Parlamento, sino con visibilidad digital, que aglutina un descontento tóxico, ajeno a un conocimiento profundo de los entresijos más oscuros de la historia de España. Podríamos decir que el señorito Quiles presume de una ignorancia democrática, dentro de una adicción egocéntrica por existir, sobre los hombros de una autoestima exuberante, presa de una exaltación absurda, bajo el estado de su aberración intelectual. Es en ese escenario donde surge Vito Quiles, periodista a medias y activista español, convertido en emblema de una generación que ha hecho de la provocación un credo, y de la viralidad, un proyecto ideológico. Su rostro se repite en tertulias, cámaras y titulares; su tono, entre insolente, agresivo, maleducado y pseudo-mesiánico, encarna un nuevo tipo de militancia: la del grosero espectáculo político, circense, como método de influencia decadente en un ecosistema de ignorantes, a los que se les está acabando la fiesta, porque ya la Fundación Franco tiene los días contados.

La extinción de la Fundación Franco: un epitafio político en la España que aún discute su pasado

Hay gestos que no pertenecen al presente, sino al tiempo que la historia se niega a enterrar. El anuncio del Gobierno español de iniciar el procedimiento para extinguir la Fundación Nacional Francisco Franco es uno de ellos: una maniobra jurídica que se transforma, inevitablemente, en símbolo necesario para las víctimas de la dictadura franquista. No se disuelve sólo una entidad legal, sino un eco, un anacronismo, un residuo persistente de una España que nunca terminó de pasar página. En el fondo, la pregunta es otra: ¿cuánto pasado puede tolerar una democracia antes de reconocerse rehén de su propia sombra? Nuestro gran presidente Pedro Sánchez en estado de gracia democrática, sigue ejerciendo como uno de los mandatarios con mayor valor y credibilidad en el ámbito de los mejores entornos progresistas europeos, gracias a su defensa a ultranza de los derechos sociales y, sobre todo, por mantener a España con una salud económica envidiable.

La silla vacía de Celia Cruz en Cuba: una hora de silencio contra una dictadura acostumbrada a silenciar la libertad y la cultura

Nadie lo esperaba, y precisamente por eso dolió tanto. El domingo 19 de octubre , La Fábrica de Arte Cubano (FAC) —ese laboratorio de la contradicción donde conviven el grafiti y el discurso oficial, el jazz y la obediencia— decidió romper el silencio de la censura con otro silencio, más elocuente, más insoportable. Una silla vacía sobre el escenario, iluminada como una reliquia profana, fue la protagonista de la noche que debía celebrar el centenario de Celia Cruz. Durante una hora, el público contempló la ausencia. No hubo discurso, ni proclama, ni aplauso: solo un hueco, un vacío más grande que el Malecón entero. Una hora de silencio por Celia Cruz. ¡NO A LA CENSURA! ¡FUERA LOS CENSORES!”, escribió en su perfil de Facebook Rosa Marquetti, especialista en la artista cubana más famosa de todos los tiempos y que fue la primera en denunciar la medida tomada por el Ministerio de Cultura cubano que aspira a trascender humillando todos los límites.

Los ancianos del alquiler: náufragos en el océano inmobiliario español

En la España de 2025, muchos de nuestros abuelos se ven abocados a compartir piso con desconocidos. No por nostalgia ni compañía, sino por hambre, por pensiones que se deshacen en las manos como papel mojado y por el voraz apetito sórdido del mercado inmobiliario. La vejez, ese territorio que antes olía a sopa y brasero de un hogar romántico , hoy huele a precariedad , a pensiones exiguas, y a desarraigo en pisos compartidos. El desajuste brutal que asola el acceso a una vivienda digna en España, se está llevando por delante a nuestros abuelos que también, por cierto, son desahuciados si tienen la suerte de tener una vivienda en propiedad.

Rastro imposible: la ciencia detrás del robo de las joyas del Louvre

El 19 de octubre de 2025, París despertó con un vacío tangible en su historia de la mano de un robo de película. Cuatro asaltantes, en apenas siete minutos, sustrajeron de la Galería Apolo entre ocho y nueve piezas históricas, entre las cuales se encontraban la tiara y corona de la emperatriz Eugenia, un broche en forma de lazo, el collar y los pendientes de esmeralda de la reina María Luisa, y la tiara que perteneció a las reinas María Amelia y Hortensia, además de un broche relicario. Cada joya no solo brillaba por su oro y piedras preciosas: era un fragmento tangible de la memoria francesa. La espectacularidad del robo capturó la atención mundial, pero detrás del relato policial se abren dimensiones científicas, económicas y sociales que determinan la verdadera imposibilidad de monetizar estos objetos.

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Hay épocas en que las palabras pierden su peso específico porque el lenguaje se desnaturaliza y pasa a seducir con una naturalidad impostada. Vivimos precisamente en esa era: la del impacto inmediato, la del titular que brilla tres segundos y desaparece en el flujo de una pantalla. El periodista, antaño custodio de la verdad, observa cómo su oficio se diluye ante una nueva casta de narradores improvisados: los influencers, esos demiurgos digitales que dictan tendencias, emociones y opiniones desde el altar de la autopromoción. Las redes sociales —esa ágora sin moderadores donde todos hablan y nadie escucha— han diluido la frontera entre información y entretenimiento, entre noticia y rumor, entre periodista y celebridad. Es un batiburrillo donde cabe todo. Las plataformas digitales han democratizado la comunicación, sí, pero también han democratizado la mentira, en sus disímiles contextos poco verificados.

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