El proyecto, comisariado por Domestic Data Streamers y Fundación Telefónica, nace en el marco del Observatorio de Derechos Digitales, impulsado por Red.es, entidad adscrita al Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública. Su vocación: estimular el debate, la vigilancia y la pedagogía pública acerca de los derechos digitales en un ecosistema en perpetua mutación.
La muestra parte de preguntas aparentemente inofensivas:
¿Por qué aceptamos cookies como quien prueba un dulce recién horneado?
¿Por qué abrimos nuestra intimidad —fotos del perro, de un cumpleaños, de un menor— sin detenernos a pensar en su destino final? ¿Por qué usamos “123456” como la llave maestra de toda nuestra existencia online?
La exposición invita a detener la marcha, a suspender el automatismo, y observar el territorio que habitamos con la misma naturalidad con la que respiramos. ¿Sabemos realmente qué significa estar vivos también en la red?
A través de obras que atraviesan la instalación audiovisual, el mural, la IA generativa o la performance algorítmica, la muestra desgrana siete ámbitos esenciales: libertad de expresión, privacidad, identidad digital, decisión humana frente a la IA, derecho al olvido y a la herencia digital, condiciones laborales en el entorno tecnológico y desigualdad en el acceso a internet.
Todo ello se articula en un recorrido que incluye dilemas reales y un manifiesto colectivo en construcción, generado a partir de las respuestas de los visitantes mediante códigos QR. Un poema vivo que se reescribe en tiempo real.
El shock informativo como puerta de entrada
El itinerario comienza con Present Shock III (United Visual Artists, 2025), acompañada por un paisaje sonoro de Robert del Naja, fundador de Massive Attack. Pantallas, cifras, ritmos, pulsos: una catarata visual que encarna la sobrecarga informativa de nuestro tiempo. Una bienvenida que más que abrir la puerta, empuja al visitante al interior del torbellino digital contemporáneo.
La primera sección plantea la tensión entre el derecho a expresarse sin censura y la necesidad de proteger la convivencia digital frente al odio.
Online Hate Speech (Domestic Data Streamers, 2020) lo materializa con brutal literalidad: tres martillos golpean un muro cada vez que en Twitter aparece un insulto. La violencia simbólica deviene ruido físico.
A su lado, Madrid Unfiltered – TikTok and the Emerging Face of Culture (Akshat Nauriyal y Marc Lee, 2025) captura el mosaico de voces que pueblan TikTok, evidenciando cómo el acceso digital ha democratizado la opinión pública.
Y Blacklists (Disnovation.org, 2016) expone un enorme mural con sitios web bloqueados, visibilizando fronteras invisibles que condicionan qué vemos y qué nos es vetado.
La sección dedicada al derecho a la privacidad es una interpelación constante. Thousand Little Brothers (Hasan Elahi, 2025) recuerda el caso real del artista vigilado injustamente por el FBI. Su respuesta: publicar cada detalle de su vida, cuestionando la erosión de los derechos civiles bajo la lógica del control masivo.
The Follower (Dries Depoorter, 2023) conecta cámaras públicas con imágenes de Instagram captadas en el mismo instante, desdibujando las fronteras entre la pose controlada y la vigilancia involuntaria.
Forgot your password? (Aram Bartholl, 2013) materializa 4,7 millones de contraseñas filtradas en ocho voluminosos tomos, recordándonos lo frágiles que son nuestros datos cuando abandonan la esfera personal.
La muestra avanza hacia la identidad digital como territorio maleable.
The NeuroRights Arcade (Roel Heremans, 2022) permite experimentar cómo la actividad cerebral puede ser leída por la tecnología, alertando sobre los riesgos éticos de las neurotecnologías.
Dat-Astral (Noemí Iglesias Barrios, 2024) asigna un “signo digital” según el comportamiento online, mostrando con humor cómo la personalidad puede quedar secuestrada por los patrones del algoritmo.
Unlearning Gender (Miguel Rangil, 2023) propone nuevas formas de representar el género, resistiendo la clasificación rígida que imponen los sistemas automatizados.
Decisión humana y explicabilidad en la era de la IA
Aquí el foco se desplaza hacia la exigencia de transparencia en decisiones algorítmicas que afectan a ámbitos cruciales como el empleo, la salud o la justicia.
En Decoding Bias (Theresa Reiwer, 2023/2025), ocho modelos de IA participan en una ficticia terapia grupal para liberarse de los sesgos que reproducen.
Data Violence (Domestic Data Streamers, 2021) muestra cómo la automatización puede perpetuar desigualdades mientras presume neutralidad. My Word (Carmen Puche, 2023) utiliza IA para revelar cómo la construcción de imágenes está impregnada de imaginarios excluyentes. La pregunta central es incómoda: ¿qué ocurre con nuestros datos cuando ya no estamos? Obscurity (Paolo Cirio, 2016) permite decidir si mantener o eliminar fichas policiales clonadas y difuminadas.
Digital Afterlife (Marta Galindo García, 2021) invita a contemplar el destino de nuestra memoria online tras la muerte. Synthetic Memories (Domestic Data Streamers, 2024) utiliza IA generativa para reconstruir recuerdos perdidos, explorando la fragilidad de la identidad.
Trabajo digital: lo que no se ve, pero sostiene el sistema
Esta parte denuncia las zonas más invisibles del trabajo contemporáneo.
The Bots (Eva & Franco Mattes, 2020) expone la labor de los moderadores de contenido y el impacto psicológico que sufren. Platform Sweet Talk (Ben Grosser, 2021) analiza cómo notificaciones y alertas moldean nuestro comportamiento.
The Flemish Scrollers (Dries Depoorter, 2021) vigila a parlamentarios distraídos con el móvil durante sesiones oficiales, cuestionando qué significa realmente “estar presente”. La exposición culmina con el derecho universal a la conectividad:
Mapa de la desigualdad (Domestic Data Streamers, 2020) visualiza la brecha digital global. The Other Nefertiti (Nora Al Badri y Jan Nikolai Nelles, 2016) cuestiona la propiedad cultural al liberar los datos 3D del busto de Nefertiti.
Solar Protocol (Tega Brain, Alex Nathanson & Benedetta Piantella, 2021) propone una red solar y descentralizada para un internet más sostenible.
El recorrido finaliza en un espacio dedicado a los deberes digitales y concluye con un poema —inspirado en Audrey Tang— que recoge las aportaciones del público en tiempo real. Un manifiesto vivo sobre el futuro digital deseable.
La exposición se integra en el Observatorio de Derechos Digitales (Red.es), financiado con fondos NextGenerationEU y complementado por las iniciativas de Fundación Telefónica: la revista TELOS 128, la plataforma Seres Digitales y el ciclo de actividades sobre manipulación informativa, identidad digital, sesgo algorítmico y propiedad intelectual. Una apuesta por consolidar un espacio de referencia para comprender y defender la ciudadanía digital.









