Durante décadas, Talbot ha construido un lenguaje propio: pinturas sobre seda que flotan entre lo pictórico y lo escultórico, dibujos que evocan escritura en movimiento, animaciones que parecen prolongaciones de la tela. La seda, delicada y translúcida, funciona como metáfora: soporta la fragilidad de la vida y permite la fluidez, en contraste con los lienzos rígidos de la tradición. En este soporte vulnerable, su discurso feminista se expresa sin gritos: la vulnerabilidad se convierte en fuerza, la delicadeza en resistencia.
En Human/Nature, Talbot propone un giro radical: dejar de mirarnos a nosotros mismos como medida del mundo. La instalación invita al espectador a entrar en la perspectiva de otras especies, a experimentar la existencia desde sentidos que no son humanos. La obra central combina una gran tela pintada con la película de animación You Are Not the Centre (Inside the Animal Mind), un recorrido visual y sensorial que desplaza la conciencia hacia la vida animal.
En la animación, una protagonista femenina —alter ego de la artista— recorre territorios distintos al humano. Siente la interpretación olfativa del perro, la planificación minuciosa de una araña al tejer su tela, la visión panorámica de un ciervo, la ansiedad contenida de aves en cautiverio. No se trata de describir científicamente estas percepciones, sino de traducirlas en un lenguaje poético, donde la pintura y el movimiento crean un puente entre lo tangible y lo imaginado.
La gran seda colgada se convierte en un desfile de quimeras: criaturas híbridas que mezclan rasgos humanos y animales, manifestaciones de la imaginación y del ego humano. Lobos con extremidades humanas, mujeres aladas, serpientes que se entrelazan con cuerpos fragmentados: cada figura es una metáfora de nuestras relaciones con la naturaleza, a menudo desequilibradas y fantasiosas. Estas quimeras son, al mismo tiempo, advertencia y espejo: el monstruo no está afuera, está en nuestra mirada.
Talbot profundiza este diálogo con la escultura tridimensional textil que acompaña la seda. Por un lado, los elementos —lobo, mujer, pájaro, serpiente— se disponen por separado, recorriendo el espacio de forma autónoma. Por el otro, la sombra negra que emerge de su superposición sugiere una materia compartida, un flujo común que atraviesa todas las formas de vida. Es un recordatorio de que las divisiones entre especies son convenciones temporales y que la energía vital circula sin fronteras.
La obra forma parte de la exposición colectiva Why Look at Animals? A Case for the Rights of Non-Human Lives, que se extiende del 15 de mayo de 2025 al 15 de febrero de 2026 en el EMST. Allí, Talbot se erige como un eje poético: su arte no solo explora la ecopolítica, sino que la hace tangible y emocional, mostrando que la atención y el cuidado pueden ser herramientas de transformación.
A diferencia de otras propuestas que recurren a la culpa o al sermón ambiental, Talbot plantea una empatía radical. Su obra no señala, no condena: nos invita a imaginar cómo sería un mundo donde nuestra mirada no ocupara el centro. En su propuesta, la estética y la ética se entrelazan: despojarse de control, abandonar la jerarquía humana, reconocer lo desconocido como valioso.
Entre sus telas, las inscripciones caligráficas fluyen como pensamientos fragmentarios: “You are not the centre”, “Everything breathes through you”, “All is woven together”. Más que textos, son susurros que guían la mirada y que parecen surgir de un pensamiento que se disuelve en la obra misma.
El universo cromático de Talbot —fucsias, verdes acuosos, amarillos luminosos— no reproduce la naturaleza: la energiza, la hace sentir, la convierte en un pulso compartido entre especies. Cada color late como respiración, como si la vida misma estuviera atrapada en los pliegues de la seda.
En un tiempo donde la tecnología simula la vida y el planeta se convierte en mercancía, Talbot devuelve al mito su poder de conocimiento. Las quimeras dejan de ser monstruos para ser símbolos de reconciliación: puentes entre lo humano y lo no humano, entre lo tangible y lo imaginado.
La pregunta que atraviesa toda la instalación es clara: ¿es posible un retorno ético a la naturaleza? Talbot no da respuestas, pero sugiere caminos de atención y respeto. Contemplar sus sedas y esculturas es un acto político y espiritual: mirar sin dominar, sentir sin apropiarse, aprender de lo que no podemos poseer.
Human/Nature explora la interdependencia entre seres y ecosistemas, propone un arte más permeable, más vivo, más vulnerable. La obra no se limita a ser observada: se recorre, se habita, se atraviesa. Cada visitante se convierte en parte del tejido, en un testigo que comparte materia y energía con los animales, con las quimeras y con la tela que flota en el espacio.
En la planta segunda del EMST, los monstruos de Talbot no amenazan; las quimeras no castigan. Lo que queda es la sensación de pertenencia a un organismo mayor, la comprensión de que nuestra vida no es un centro, sino un fragmento dentro de un flujo compartido. Human/Nature exige atención, sensibilidad, participación: un recordatorio de que seguimos respirando junto a lo que no comprendemos del todo, y que en ese gesto mínimo reside la potencia más profunda del arte.









