El eco de un mito y la violencia del presente
Mouawad, actual director de La Colline – Théâtre National de París, recurre a una antigua leyenda persa para construir el núcleo simbólico de su pieza: un pájaro anfibio que sueña con nadar entre peces y termina desarrollando branquias. En esa metamorfosis se cifra el deseo de reconciliación entre mundos opuestos y la imposibilidad de alcanzarla sin dolor. “Esta historia de mutación —ha escrito el autor— me trastorna por lo que cuenta de nuestra relación con el Otro, con el enemigo.”
El conflicto israelí-palestino, aún vigente en los titulares del mundo, se convierte así en metáfora universal de la fractura humana y la identidad desgarrada. Mouawad plantea su teatro como un espejo de lo irresoluble: una zona donde las palabras se vuelven resistencia frente a la barbarie.
Un amor entre fronteras
En el centro de la trama laten dos cuerpos heridos por la historia: un joven científico alemán de origen judío yace en coma tras un atentado ocurrido en la frontera entre Jordania e Israel; a su lado, su amada, una mujer norteamericana de origen árabe, vela su vida suspendida.
Esa habitación de hospital se transforma en una arena simbólica, donde los familiares que acuden a acompañar al joven encarnan el choque entre religiones, memorias y heridas colectivas. A través de sus tensiones, Todos pájaros expone cómo el odio, cuando anida en la sangre o la fe, convierte al individuo en prolongación de una violencia ancestral.
Como un trasunto contemporáneo de Romeo y Julieta, la obra no busca conciliar sino revelar la fisura, la imposibilidad de una paz que no pase antes por la comprensión del dolor ajeno. Mouawad despoja el mito de romanticismo para devolverle su dimensión trágica: la del amor que se estrella contra el muro de las ideologías.

El pulso teatral de Mario Gas
Pocos directores como Mario Gas poseen la sensibilidad necesaria para adentrarse en el universo emocional y político de Mouawad. Tras su celebrado montaje de Incendios en 2016, Gas vuelve a sumergirse en la poética densa y desgarrada del autor, esa escritura que combina la memoria personal con la devastación colectiva.
Su puesta en escena, sobria y contenida, acentúa la palabra como núcleo del conflicto: el teatro como territorio donde aún es posible entender al enemigo, donde el verbo sustituye al disparo y la memoria se vuelve una forma de amor.
Gas, que ya había explorado en Incendios la violencia heredada y la reconciliación imposible, retoma aquí esa búsqueda de la ternura en medio del caos, de la humanidad en el límite.
Wajdi Mouawad: el exilio como poética
La trayectoria de Mouawad es inseparable de su biografía. Nacido en Líbano, exiliado primero en Francia y luego en Canadá, su teatro se alimenta de ese desplazamiento perpetuo: la memoria como herida y el lenguaje como refugio. Su escritura traza un puente entre lo íntimo y lo histórico, entre la familia y la guerra, entre el desarraigo y la necesidad de pertenecer.
En España, su obra ha encontrado un público fiel. Títulos como Incendios, Cielos, Madre, Hermanas, Litoral, Un obús en el corazón o Seúl han revelado a un creador que es al mismo tiempo poeta, filósofo y narrador del trauma contemporáneo. En todos ellos late una convicción: solo el arte puede rescatar la dignidad humana cuando la política ha fracasado.
Estrenada en Francia en 2017, Todos pájaros prolonga esa reflexión desde la fragilidad del amor. Un amor que, en palabras del propio autor, “solo puede existir si aprende a mirar al Otro sin miedo”.

Una fábula para nuestro tiempo
El regreso de Todos pájaros a los escenarios españoles coincide con un momento especialmente convulso del panorama internacional. Esa coincidencia dota al montaje de una resonancia ética y emocional que trasciende lo teatral: no se trata solo de un espectáculo, sino de una invocación a la empatía y al entendimiento en medio de la barbarie.
En el fondo, Mouawad parece recordarnos que todos somos —como el pájaro anfibio de su leyenda— criaturas en busca de un aire donde respirar juntas, incluso si ese aire se ha vuelto irrespirable.

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