
Al salir de la terminal de llegadas del aeropuerto, nos topamos con el autobús que transporta a todo el mundo, sin cargo alguno, hasta el centro de la ciudad. El tranvía es la otra opción- también gratuita- que nos llevará a ese mismo destino mientras atraviesa bosques a una velocidad moderada, relajante.

Una vez en la capital, nos encontramos con un núcleo urbano que se extiende a ambos lados de un valle fluvial de escarpadas paredes. Esto provocó la construcción de varios puentes y viaductos, muy fotogénicos, que se entremezclan con restos de antiguas murallas y fortalezas. Por otro lado, los bosques que pueblan esta hondonada se extienden por sus laderas rodeando algunos edificios de aspecto palaciego salpicados dentro de su espesura surcada por infinitos senderos. Recorriendo uno de estos caminos, seguimos descendiendo en un agradable paseo. Al fondo de este desnivel se encuentra la ciudad baja, donde el río discurre flanqueado por casas de aspecto medieval en sus dos orillas. Desde aquí, podemos regresar a la parte superior por medio de un ascensor de cristal mientras disfrutamos de una espectacular panorámica.

Continuamos aprovechando del transporte gratuito y lo utilizamos para acercarnos a algunos de los castillos que suelen asentarse sobre riscos desde los que contemplamos pequeños pueblos ubicados a sus pies, como el de La Rochette o el de Brandenburgo. Vianden -cuyas estancias pueden ser visitadas- es el más famoso y también uno de los más grandes. No obstante, nuestro favorito es el de Esch sur Sûre donde la fortaleza domina, junto a una antigua iglesia, una pequeña península envuelta por un meandro del río Sûre poblada por casas de tejados negros.
Otra de las opciones que nos ofrece este país de un tamaño algo menor al de la isla de Mallorca es la práctica del senderismo. La abundancia de modelados kársticos ha provocado la aparición de cañones y cuevas que recorremos mientras el camino atraviesa espesos bosques y cruza riachuelos por medio de rústicos puentes de madera.
Recorremos Gorges du Loup, un parque natural en el que desfiladeros y gargantas se prolongan a lo largo de más de diez kilómetros, dándonos a veces la impresión de que estamos dentro de un laberinto, con sus paredes cubiertas por musgo.

Al atardecer, de vuelta en la ciudad, transitamos por el interior de las casamatas que horadan gran parte de las escarpadas laderas del valle. A través de varias aberturas en sus paredes rocosas, podemos captar alguna perspectiva de la capital que no habíamos detectado hasta ahora.
Frente a la catedral, una explanada bordeada por una balaustrada se convierte en el mirador donde turistas y locales disfrutamos de la puesta de sol. La oferta de bares y gastronómica no es escasa y la tranquilidad diurna de Luxemburgo se rompe por las noches en varias áreas de terrazas, sorprendiéndonos.

Durante los días de lluvia, la ciudad ofrece múltiples museos donde poder disfrutar de diferentes temas bajo techo como el Lëtzebuerg City Museum y el Museo Nacional de Historia y Arte. O el MUDAM (de Arte Moderno) que se encuentra dentro de un impresionante edificio vanguardista que a su vez se asienta sobre los restos de una fortaleza provocando un llamativo contraste entre ambos estilos arquitectónicos.
Por último, podemos realizar una visita a Schengen -ciudad ubicada junto a la triple frontera entre Francia, Alemania y Luxemburgo- donde se encuentra otro interesante museo gratuito que nos desvela ciertos detalles acerca del tratado que lleva el nombre de esta localidad.

Facebook: Jose M Diéguez Millán
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1 comentario en “Descubriendo Luxemburgo, de la mano de nuestro viajero predilecto: Jose M Diéguez Millán”
Gracias por compartir tu viaje a Luxemburgo, una descripción muy amena con fotos muy bonitas.