
Nacida en el seno de una familia de pastores de renos, Sara procede de Sápmi, la vasta región del pueblo indígena sami que se extiende por Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Su obra, tejida con materiales que acompañan la vida cotidiana de su comunidad, se erige como un homenaje a la relación espiritual entre los renos, la tierra y el ser humano. En Goavve-Geabbil, la artista explora cómo el cambio climático y la explotación industrial de recursos están alterando los ecosistemas árticos y, con ellos, las prácticas culturales que durante siglos sostuvieron la vida sami.

La memoria del reno y la energía de la tierra
La instalación se compone de una escultura vertical de varias capas, construida con pieles de reno tensadas por cables eléctricos que se elevan hasta los 28 metros de altura de la Sala de Turbinas. Este cuerpo suspendido combina materiales naturales —pieles, huesos, madera— con otros industriales —metal, electricidad—, en una metáfora de la tensión entre tradición y modernidad.
El término Goavve- hace referencia a un fenómeno climático devastador: cuando la lluvia o la nieve derretida se congelan en la superficie del suelo formando capas de hielo, los renos no pueden acceder al alimento bajo la nieve. Este bloqueo natural, cada vez más frecuente, ha provocado la muerte de miles de animales en los últimos años.
Los cables eléctricos simbolizan la extracción incesante de recursos en los territorios sami, desde la minería hasta la energía fósil, procesos que alteran ecosistemas, desplazan comunidades y erosionan la cultura ancestral. Las pieles, en cambio, encarnan la fuerza espiritual y el conocimiento heredado del pueblo sami: el poder de la tradición como fuente de resistencia.
La artista concibe esta escultura como un monumento funerario y vital a la vez: homenaje a los renos perdidos, pero también recordatorio de la interdependencia entre todas las formas de vida y de la urgencia de restaurar el equilibrio con la naturaleza.

Geabbil: anatomía del conocimiento ancestral
En el extremo este de la Sala de Turbinas, Sara construye un laberinto titulado Geabbil, inspirado en la nariz del reno, un órgano capaz de calentar el aire a 80 grados en menos de un segundo. Esta estructura invita a los visitantes a adentrarse en los pasajes de un conocimiento que respira: la sabiduría transmitida a través de generaciones que aprendieron a leer el paisaje como un cuerpo vivo.
Las paredes de madera de Geabbil están talladas con marcas tradicionales de reno, signos de identidad transmitidos entre familias que distinguen cada rebaño y expresan un compromiso con la protección de los animales y el entorno. Como parte del duodji, la práctica artesanal sami, Sara incorpora pieles y huesos en las estructuras, dando nueva vida a los restos del animal que no se usan para alimento ni vestimenta. Nada se desperdicia; cada fragmento forma parte de un gesto ritual de agradecimiento y respeto.

El poder del aroma y la voz
La instalación no se limita a lo visual. En ella el olor y el sonido son también materia viva. Sara impregna los materiales con aromas que evocan la comunicación entre especies: el olor del miedo que emite el reno ante el peligro o el aroma de la esperanza que desprenden las plantas nativas como el liquen o el shoegrass, símbolos de renovación.
Un paisaje sonoro recorre toda la Sala de Turbinas: grabaciones del viento y la nieve en Sápmi, el joik —el canto tradicional sami— y los relatos orales de los ancianos de la comunidad de la artista. La experiencia es total, inmersiva, un puente sensorial entre el espectador urbano y un universo donde la ciencia y la espiritualidad se confunden.

Ciencia indígena frente a crisis ecológica
Goavve-Geabbil propone un nuevo entendimiento del poder: no como dominio, sino como energía vital que circula en los sistemas interdependientes de la Tierra. Frente a la herencia del emplazamiento de la Tate —una antigua central eléctrica de petróleo y carbón—, Sara ofrece una lectura inversa del concepto de energía: la que emana del respeto a los ciclos naturales y de la interconexión de los seres vivos.
La instalación se inscribe así en un marco mayor: el diálogo entre arte contemporáneo y cosmovisiones indígenas. La llamada “ciencia sámi” —conocimiento acumulado por experiencia directa y relación con el territorio— emerge aquí como alternativa ética y ecológica a la lógica extractivista que amenaza al planeta.

La décima Comisión Hyundai: una alianza de largo aliento
Esta exposición forma parte de la Comisión Hyundai, un programa que desde 2014 ha ofrecido a artistas internacionales la oportunidad de reinterpretar el espacio industrial de la Sala de Turbinas. Con más de 19 millones de visitantes, la iniciativa ha producido algunas de las obras más recordadas de la última década, desde la monumental fuente de Kara Walker hasta las criaturas flotantes de Anicka Yi.
La alianza entre la Tate y Hyundai Motor, recientemente prorrogada hasta 2036, representa el compromiso más duradero de un socio corporativo con la institución. Además de apoyar la comisión anual, sostiene el Centro de Investigación Hyundai Tate: Transnacional, que explora los cruces entre culturas y geografías.
En Goavve-Geabbil, Máret Ánne Sara convierte la Sala de Turbinas en un organismo palpitante donde la memoria sami se entrelaza con el porvenir del planeta. Su obra no es solo una instalación: es una plegaria contemporánea por el equilibrio perdido, un recordatorio de que toda vida —animal, vegetal o humana— respira en el mismo aire que compartimos.
