Urban Beat Contenidos

“Punto y coma, etcétera”: la respiración secreta del idioma

En un mundo que corre sin pausas, donde la prisa ha desterrado al silencio y las palabras parecen competir con la velocidad de la luz, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han decidido detener el reloj. Lo han hecho con un gesto aparentemente mínimo —un signo, una pausa, un paréntesis— que en realidad guarda la respiración misma del pensamiento. "Punto y coma, etcétera" es el nombre de esa tregua: una obra coral, precisa y luminosa que busca reconciliarnos con la puntuación, esa coreografía invisible que sostiene la música de nuestra lengua. Habla de cómo los signos se adaptan a los correos electrónicos, a los hipervínculos, a las direcciones electrónicas y a los mensajes instantáneos, e incluso detalla el uso de la coma y los dos puntos en los saludos y despedidas digitales.

Bajo el sello Taurus, de Penguin Random House Grupo Editorial, este volumen se convierte en la segunda entrega de la colección Hablantes, un proyecto de divulgación que pretende devolver la lengua a su lugar natural: la boca, la mente y el alma de quienes la habitan. La escritora y académica Soledad Puértolas ha dirigido y coordinado esta nueva entrega con la sobriedad y la elegancia que caracterizan su escritura. Y no podía haber mejor escenario para su presentación que el X Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Arequipa, Perú, donde la Biblioteca Mario Vargas Llosa sirvió de templo y refugio para celebrar esta liturgia del signo y la palabra. También es cierto que debemos denotar que hay tensiones internas que han minado de manera metafórica los entresijos intelectuales de dicho Congreso.

El arte de respirar entre las palabras

Punto y coma, etcétera no es un tratado árido ni un manual escolar: es un mapa para orientarse entre los silencios del idioma. Sus 240 páginas recorren el territorio de la puntuación con una mezcla de rigor y ternura, explicando con claridad y humor los usos de cada signo, desde los humildes paréntesis hasta los dos puntos que anuncian lo inminente. A veces la coma actúa como un suspiro; otras, como un muro que separa la razón del deseo. El libro aborda con detalle esas zonas grises donde el hablante duda: la coma entre el sujeto y el verbo, los excesos de comas que sofocan una frase, o los puntos que parecen no puntuar nada, como si el texto mismo vacilara ante la necesidad de detenerse.

Pero quizá el gesto más valiente del volumen sea reivindicar al punto y coma, ese signo medio olvidado que sobrevive en el umbral entre el orden y la libertad. El punto y coma es, en cierto modo, el alma ambigua del idioma: ni final ni continuación, sino respiración intermedia. Es el signo del pensamiento que aún no ha decidido, del escritor que se resiste a concluir. Y es ahí donde este libro se vuelve profundamente humano, porque su propósito no es normativo, sino vital.

Una pedagogía de la pausa

La estructura del libro responde a una clara vocación didáctica. En su primera parte, los autores ofrecen una introducción a los fundamentos de la puntuación, vinculando cada signo con aspectos esenciales de la gramática. A partir de ahí, se adentra en el vasto universo de la coma, que se convierte en protagonista de un capítulo extenso y lleno de ejemplos: comas con vocativos, comas que sustituyen verbos omitidos, comas que ordenan enumeraciones o matizan conectores discursivos. No se trata de imponer reglas, sino de mostrar cómo cada signo nace de una lógica interna que equilibra sentido, ritmo y respiración.

Y como nuestra comunicación ya no se limita al papel, Punto y coma, etcétera mira también hacia los territorios digitales. Habla de cómo los signos se adaptan a los correos electrónicos, a los hipervínculos, a las direcciones electrónicas y a los mensajes instantáneos. En esa sección, el libro revela una verdad fundamental: incluso en el vértigo digital, el lenguaje sigue necesitando sus pausas. Sin ellas, el mensaje se desangra o se malinterpreta; sin ellas, la emoción se vuelve ruido.

Lengua viva, lengua común

La colección Hablantes, a la que pertenece esta obra, nació un año antes, durante el IX Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cádiz. Su primer título, Nunca lo hubiera dicho, exploraba los misterios del léxico, la ortografía y la historia del español, revelando curiosidades y anécdotas que muchos hablantes desconocían. Con esta segunda entrega, la RAE y la ASALE consolidan su propósito de acercar el conocimiento lingüístico al público general, sin solemnidad ni tecnicismo. Porque el verdadero protagonista de la colección no es el académico, ni el gramático, ni el filólogo: es el hablante.

El hablante, ese ser que a veces escribe con torpeza y otras con intuición milagrosa, es quien da sentido al idioma. Cada punto y coma que escribe o que omite es un reflejo de su pensamiento. Por eso este libro no busca corregir, sino invitar a comprender; no pretende domesticar la lengua, sino devolverle su misterio.

La puntuación como ética

Detrás de la aparente neutralidad del signo, hay una dimensión ética. Puntuar es decidir. Y decidir, en el lenguaje, es una forma de asumir responsabilidad. Cada coma que interrumpe una frase puede cambiar su intención; cada punto puede abrir o clausurar un mundo. La obra coordinada por Soledad Puértolas, con la supervisión lingüística de Raquel Montenegro —miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua y autora del prólogo—, subraya esa idea de que la puntuación no es un adorno, sino un acto de pensamiento.

Montenegro lo explica con lucidez: el sistema ortográfico del español responde a criterios científicos, gramaticales y de uso; pero también a una intuición estética que el hablante desarrolla a fuerza de leer, escribir y escuchar. Esa tensión entre norma y libertad es la que da vida al idioma.

El idioma como espejo de la conciencia

Quizá lo más hermoso de Punto y coma, etcétera sea su forma de recordarnos que el idioma no es una máquina de reglas, sino un organismo vivo que respira con nosotros. Cada signo de puntuación es una huella de nuestra conciencia: una forma de ordenar el pensamiento, de jerarquizar el caos, de establecer un pacto entre lo que sentimos y lo que decimos.

En tiempos donde la palabra escrita parece diluirse entre algoritmos y abreviaturas, la obra de la RAE y la ASALE funciona como un recordatorio de lo esencial: sin puntuación, no hay alma. Sin pausa, no hay música. Sin punto y coma, la lengua pierde su latido intermedio, ese instante en que el pensamiento aún vacila antes de convertirse en palabra.

Punto y coma, etcétera no es solo un libro sobre signos; es un manifiesto sobre la dignidad del lenguaje. Una invitación a escuchar el murmullo de las frases, a respetar el silencio que las sostiene y a comprender que la lengua, como la vida, se construye de pausas, de interrupciones y de pequeños gestos que marcan la diferencia entre el ruido y la voz.

Compartir:

Facebook
Twitter

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Urbanbeat Julio 2024
¡Descarga ahora el último nùmero de nuestra revista!

La literatura como cóctel de bienvenida: sátira sobre el Premio Planeta 2025

Juan del Val, tertuliano de verbo afilado y ego tan bien peinado como su melancolía, ha ganado el Premio Planeta 2025 con “Vera, una historia de amor”. Un título que podría ser el nombre de una serie de sobremesa o de un perfume de supermercado, pero que, paradójicamente, se viste de gloria literaria en una gala donde el talento suele tener guion y patrocinador. “No pretendo dar ningún mensaje, solo entretener”, ha declarado el autor, y ahí, quizá sin saberlo, ha resumido el espíritu de nuestra época: la de una cultura sin conflicto, sin hambre y sin gramática moral, que aplaude a quien no pretende decir nada con tal de que “entretenga” con aplomo. La portada del libro aún no está disponible. Dudo que el jurado se haya leído las 1.320 novelas presentadas, más que nada porque es muy probable que tenían claro, de antemano, al ganador.

La paradoja luminosa del Premio Planeta: cuando la literatura se mira en el espejo de Atresmedia de la mano de Juan de Val

En el otoño perpetuo de los premios literarios, donde el oropel del marketing se confunde con la vocación del arte, el Premio Planeta se alza cada año como un ritual de poder y prestigio. No es solo un reconocimiento editorial, sino un espectáculo mediático con luces de plató, una liturgia que ha sabido adaptar el aura de la literatura al ritmo de las cámaras. Pero en los últimos años, algo más que el talento ha captado la atención del público: la sorprendente coincidencia de que los dos últimos ganadores —Sonsoles Ónega en 2023 y Juan del Val en 2025— compartan un mismo hogar televisivo, Atresmedia. Una ironía que resuena como eco de familia: el canal donde ambos trabajan pertenece, al igual que la editorial que otorga el galardón, al vasto conglomerado del Grupo Planeta. El dato, fidedigno y constatable, ha encendido murmullos en el mundo literario. Algunos lo han interpretado como una mera casualidad; otros, como la confirmación de una tendencia: la de que la literatura, en tiempos de audiencias y tendencias virales, se premie también por su capacidad de resonar en la pantalla. Lo cierto es que el escenario de los premios se ha convertido en un territorio donde las fronteras entre autor, celebridad y producto se desdibujan.

La Ciudad Blanca se convierte en el corazón de la hispanidad: Arequipa acoge el X Congreso Internacional de la Lengua Española

Arequipa ya respira el aire solemne y festivo de la palabra. Desde el martes, las calles de la Ciudad Blanca lucen letreros que anuncian el inminente inicio del X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), un acontecimiento que no solo convoca a las instituciones más prestigiosas del ámbito hispano, sino que convierte a la ciudad en un faro simbólico para el idioma compartido por más de 500 millones de hablantes.

¿“El Kremlin de azúcar” o el Putin de bilis?: Vladímir Sorokin nos saca de dudas con su nuevo libro

En “El Kremlin de azúcar”, Vladímir Sorokin construye un espejismo distópico que huele a caramelo derretido con la hoz de bilis incandescente del señor Putin en pleno otoño de un régimen que se enorgullece en la plaza rojiza helada del Kremlin, de masacrar niños ucranianos, y de paso, engordar a su pueblo ingenuo con sórdidos algodones de azúcar, para luego, marcarlo como reses so pena de ser envenenados por ser proscritos. En estas páginas no gobierna el realismo al uso, sino una fantasía brutal, afilada como diamante, una alegoría mordaz de un poder que se disfraza de dulzura para transformarse en sanguinaria tiranía a través de una fábula inocente. Con la precisión del satírico más implacable, Sorokin esculpe un futuro posible –vacaciones navideñas de 2028– donde emerge un “Kremlin de azúcar”, un regalo para niños convertido en símbolo de un Estado neomedieval que consume, que devora y que disfraza su dominio con rituales hipnóticos azucarados

La novela insurrecta hermana del cine distópico

El siglo XX no solo transformó la manera de concebir la literatura, sino también la forma de narrar. La irrupción del cine como lenguaje autónomo, con sus recursos de montaje, sus encuadres y su obsesión por capturar la inmediatez del gesto, se convirtió en un espejo inevitable para los escritores. Así, emergió un tipo de novela que podríamos llamar “cinematográfica”: aquella cuya estructura y ritmo evocan la cámara, cuya prosa se desliza como si fuese un travelling, y cuyos silencios sugieren la elocuencia de un fundido a negro. La literatura, siempre atenta a los lenguajes vecinos, absorbió el impacto del séptimo arte y lo tradujo en un estilo narrativo que privilegia lo visual, lo ágil, lo atmosférico.

Michel Nieva y la distopía disfrazada de salvación: una lectura crítica de “Ciencia Ficción Capitalista”

Hay libros que no se limitan a describir una época, sino que la desnudan con bisturí afilado, y “Ciencia ficción Capitalista”, de Michel Nieva, pertenece a esa estirpe incómoda. “Este ensayo pretende ser una crítica política a la estetización de la acumulación capitalista mediante la tecnología” así describe el filósofo Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) su último libro. No es un ensayo concebido para el consumo rápido ni para engrosar las bibliotecas de moda; es, ante todo, una radiografía crítica de las narrativas con las que el capitalismo tecnológico intenta justificarse. Su eje es claro y contundente: los multimillonarios de Silicon Valley, con sus discursos mesiánicos sobre la colonización de Marte, la inmortalidad digital o el turismo espacial, han apropiado el imaginario de la ciencia ficción para vendernos la ilusión de que habrá un futuro brillante más allá de los escombros de la Tierra.

También te puede interesar

La literatura como cóctel de bienvenida: sátira sobre el Premio Planeta 2025

Juan del Val, tertuliano de verbo afilado y ego tan bien peinado como su melancolía, ha ganado el Premio Planeta 2025 con “Vera, una historia de amor”. Un título que podría ser el nombre de una serie de sobremesa o de un perfume de supermercado, pero que, paradójicamente, se viste de gloria literaria en una gala donde el talento suele tener guion y patrocinador. “No pretendo dar ningún mensaje, solo entretener”, ha declarado el autor, y ahí, quizá sin saberlo, ha resumido el espíritu de nuestra época: la de una cultura sin conflicto, sin hambre y sin gramática moral, que aplaude a quien no pretende decir nada con tal de que “entretenga” con aplomo. La portada del libro aún no está disponible. Dudo que el jurado se haya leído las 1.320 novelas presentadas, más que nada porque es muy probable que tenían claro, de antemano, al ganador.

“Punto y coma, etcétera”: la respiración secreta del idioma

En un mundo que corre sin pausas, donde la prisa ha desterrado al silencio y las palabras parecen competir con la velocidad de la luz, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han decidido detener el reloj. Lo han hecho con un gesto aparentemente mínimo —un signo, una pausa, un paréntesis— que en realidad guarda la respiración misma del pensamiento. “Punto y coma, etcétera” es el nombre de esa tregua: una obra coral, precisa y luminosa que busca reconciliarnos con la puntuación, esa coreografía invisible que sostiene la música de nuestra lengua. Habla de cómo los signos se adaptan a los correos electrónicos, a los hipervínculos, a las direcciones electrónicas y a los mensajes instantáneos, e incluso detalla el uso de la coma y los dos puntos en los saludos y despedidas digitales.

Taylor Swift y la mitología moderna: cuando los dioses se visten de lentejuelas

La mitología nunca desaparece. Solo cambia de vestuario. En “The Life of a Showgirl”, publicado en octubre de 2025, Taylor Swift transforma los antiguos relatos heroicos en un espejo contemporáneo donde se cruzan la fama, la memoria y la necesidad de crear sentido en medio del espectáculo. Su nuevo álbum, producido junto a Max Martin y Shellback en Suecia, se inspira directamente en el pulso del Eras Tour, pero también en algo más profundo: la voluntad de darle forma simbólica a una identidad construida a plena luz pública.

La paradoja luminosa del Premio Planeta: cuando la literatura se mira en el espejo de Atresmedia de la mano de Juan de Val

En el otoño perpetuo de los premios literarios, donde el oropel del marketing se confunde con la vocación del arte, el Premio Planeta se alza cada año como un ritual de poder y prestigio. No es solo un reconocimiento editorial, sino un espectáculo mediático con luces de plató, una liturgia que ha sabido adaptar el aura de la literatura al ritmo de las cámaras. Pero en los últimos años, algo más que el talento ha captado la atención del público: la sorprendente coincidencia de que los dos últimos ganadores —Sonsoles Ónega en 2023 y Juan del Val en 2025— compartan un mismo hogar televisivo, Atresmedia. Una ironía que resuena como eco de familia: el canal donde ambos trabajan pertenece, al igual que la editorial que otorga el galardón, al vasto conglomerado del Grupo Planeta. El dato, fidedigno y constatable, ha encendido murmullos en el mundo literario. Algunos lo han interpretado como una mera casualidad; otros, como la confirmación de una tendencia: la de que la literatura, en tiempos de audiencias y tendencias virales, se premie también por su capacidad de resonar en la pantalla. Lo cierto es que el escenario de los premios se ha convertido en un territorio donde las fronteras entre autor, celebridad y producto se desdibujan.

Scroll al inicio

¡Entérate de todo lo que hacemos

Regístrate en nuestro boletín semanal para recibir todas nuestras noticias