Hay artistas que miran la ciudad como un territorio que se olvida, y otros, como Luis Pérez Calvo (Madrid, 1962), que la transforman en memoria viva. En Cromos de artista, el pintor vuelve sobre la última década del arte madrileño y la reconstruye desde su imaginario —una fusión de humor, nostalgia y calle— donde conviven el cine de serie B, los tebeos, los rótulos de barrio y las portadas de vinilo. Cada obra es un fragmento de tiempo, una estampa que dialoga con lo visto, pero sobre todo con lo sentido.
La exposición, comisariada por Carlos Delgado Mayordomo, se despliega como un archivo emocional que rehúye los cánones del museo tradicional. No busca documentar con rigor histórico, sino recomponer una biografía colectiva del arte contemporáneo de la ciudad desde la mirada de quien lo ha habitado con curiosidad y devoción. Pérez Calvo no se limita a los grandes templos del arte; su itinerario se extiende a galerías pequeñas, espacios autogestionados, talleres efímeros o proyectos independientes. En ese mapa invisible de la creación madrileña, cada parada deja una huella.
El propio artista denomina a este corpus Cromos de artista, en homenaje a aquellos álbumes que coleccionaba de niño en la plaza del Campillo, los domingos de Rastro. Esa práctica lúdica de reunir estampas, de descubrir y completar, define también su relación con el arte: un gesto de entusiasmo y afecto, donde lo importante no es la pieza única, sino la red de vínculos que se teje alrededor.
“Su mirada”, apunta Delgado Mayordomo, “actúa como contrapunto a los relatos dominantes: no responde a criterios académicos ni mercantiles, sino que se guía por afinidades estéticas y humanas. Su obra propone una poética de lo pequeño, un intercambio basado en el reconocimiento mutuo y la complicidad”.
En la exposición, esa poética toma forma a través de un conjunto de “cromos” seleccionados y un mural pintado directamente sobre el muro: un mapa efímero de Madrid donde se localizan las instituciones, galerías y talleres que han sido escenario de esas exposiciones. Más que una guía, es una constelación afectiva que invita al visitante a reinterpretar la historia reciente del arte desde un ángulo íntimo y personal. Lo que emerge no es un registro, sino una narración coral de miradas, presencias y ausencias.
La obra de Luis Pérez Calvo se ha definido por su fidelidad a la cultura popular española de los sesenta, setenta y ochenta. En su pintura y collage resuenan los ecos de la gráfica comercial, los programas de televisión, las verbenas, los cómics y la música popular. Con humor y ternura, rescata del olvido aquello que la alta cultura suele relegar: los signos de una vida cotidiana atravesada por color, ironía y resistencia. Su universo es una arqueología sentimental que combina la inmediatez del gesto con la minuciosidad del recuerdo.
El artista ha presentado exposiciones individuales en espacios como La Gran (Madrid y Valladolid), el Museo Patio Herreriano o la galería Marisa Marimón, con títulos que evocan su carácter autobiográfico y juguetón: Unplugged, Pasar páginas, LPC y amigos: Ruido y Furia al Otro Lado. Además, su obra ha recorrido instituciones y ferias dentro y fuera de España —del CAC Málaga al Instituto Cervantes de Chicago—, consolidando un recorrido que atraviesa fronteras sin perder raíz ni tono popular. Sus trabajos forman parte de colecciones como las del MACVAC de Castellón, la Fundación La Caixa o la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
Por su parte, el comisario Carlos Delgado Mayordomo (Madrid, 1979) —licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense y máster en Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas por la UOC— dirige actualmente la Fundación Cultural Las Rozas, al tiempo que ejerce la crítica de arte en ABC Cultural y la docencia universitaria. Con más de medio centenar de proyectos expositivos en España y América Latina, su mirada se ha caracterizado por tender puentes entre lo institucional y lo independiente, lo académico y lo popular, tal como sucede en esta colaboración con Pérez Calvo.
Cromos de artista no se contempla: se hojea. Como los viejos álbumes de infancia, invita a mirar con ternura lo que se escapa. En cada pintura late la ciudad de los últimos diez años: sus luces de galería, sus pasillos de taller, sus rincones que ya no existen. Madrid, convertida en estampita, se ofrece aquí como una colección de memorias compartidas, de gestos mínimos que sobreviven al olvido.
La muestra puede visitarse hasta el 26 de abril de 2026, en la planta 3 de CentroCentro (Palacio de Cibeles), con entrada libre.









