El brutalismo es una corriente arquitectónica que surge a mediados del siglo XX, caracterizada por el uso del hormigón visto, estructuras imponentes y una estética cruda y funcional. Aunque se asocia principalmente con la posguerra en Reino Unido y Francia, España también desarrolló un importante legado brutalista que hoy en día sigue generando debate entre admiradores y detractores.
El brutalismo tiene sus raíces en el Movimiento Moderno y en el trabajo de arquitectos como Le Corbusier, cuya Villa Savoye (1928-1931) y la Unité d’Habitation (1947-1952) que sentaron las bases para una arquitectura basada en la funcionalidad y la expresión sincera de los materiales. Esta corriente responde a unos principios éticos que lograron reconstruir una Europa que todavía estaba recuperándose de las terribles consecuencias de la II Guerra Mundial. El brutalismo comenzó a introducirse en España a finales de los años 50 y alcanzó su auge en las décadas de 1960 y 1970. En un país que todavía vivía bajo la dictadura franquista, el brutalismo encontró un nicho en la arquitectura institucional y residencial, proporcionando soluciones pragmáticas para la creciente urbanización.
La arquitectura brutalista en España comparte muchos de los rasgos de la corriente internacional, pero también presenta particularidades propias:
- Uso del hormigón visto: El material predilecto del brutalismo, con superficies rugosas y texturizadas que enfatizan la honestidad estructural.
- Diseño monumental y masivo: Volúmenes rotundos y geométricos que confieren a los edificios un carácter escultural.
- Integración con el entorno: Aunque la apariencia del brutalismo puede parecer agresiva, muchos edificios buscan establecer un diálogo con su contexto.
- Funcionalidad y racionalidad: La organización de los espacios prioriza la utilidad, con estructuras a menudo modulares.
A lo largo del territorio español se pueden encontrar ejemplos sobresalientes del brutalismo, muchos de los cuales han sido revalorizados y comprendidos como un auténtico tesoro arquitectónico en los últimos años.

Torres Blancas (Madrid) – Francisco Javier Sáenz de Oiza (1964-1968)
Uno de los iconos del brutalismo español, este rascacielos de hormigón expone una forma orgánica que desafió los convencionalismos de la época. Con sus balcones curvos y una estructura cilíndrica, muestra una combinación de brutalismo y organicismo.

Walden 7 (Barcelona) – Ricardo Bofill (1975)
Inspirado en la utopía arquitectónica, Walden 7 es un conjunto residencial brutalista con un diseño laberíntico. Utiliza hormigón tintado en rojo y crea un microcosmos habitacional con patios y pasarelas elevadas.
Walden 7 es un proyecto de aplicación de algunas de las primeras ambiciones de Ricardo Bofill, haciendo frente a la mayor parte de los problemas de la vida urbana moderna. Contruido el año 1975, se encuentra en el mismo lote que el Taller de Arquitectura, sobre las ruinas restauradas de una antigua fábrica de cemento. El proyecto se diseñó a partir de los beneficios de las estructuras de cubierta de investigaciones anteriores de este renombrado arquitecto español junto a la idea de proporcionar espacios y jardines públicos para que los residentes disfruten de una mejor calidad de vida.

Edificio Castellana 81 (Madrid) – Francisco Javier Sáenz de Oiza (1971-1978)
Uno de los edificios de oficinas más importantes del brutalismo español, con una estructura imponente y un diseño que refuerza la estabilidad y la durabilidad.
El edificio Castellana 81, antigua sede del BBVA, ha sido declarado monumento protegido por la Comunidad de Madrid. Se ha convertido así en el primer edificio madrileño del siglo XX que obtenga la categoría de Bien de Interés Cultural, reservada hasta ahora a edificios históricos. Una respetuosa rehabilitación de más de tres años ha devuelto al edificio Castellana 81 el esplendor del proyecto original de Francisco Javier Sáenz de Oiza, al tiempo que lo ha convertido en uno de los inmuebles más sostenibles del país.

Facultad de Ciencias de la Información (Madrid) – José María Laguna (1971-1979)
Ubicada en la Universidad Complutense de Madrid, esta facultad es un claro exponente del brutalismo educativo, con formas contundentes y una apariencia monolítica.
A pesar de su relevancia, el brutalismo ha sido objeto de controversia en España. Para muchos, sus edificaciones son frías y agresivas, mientras que otros las consideran ejemplos de arquitectura honesta y vanguardista. En las últimas décadas, ha habido un renovado interés por esta corriente, con iniciativas para proteger y restaurar algunos de sus edificios más emblemáticos.
El brutalismo en España es un testimonio del compromiso con la funcionalidad y la expresividad material. A pesar de las críticas, su legado sigue presente y, con el paso del tiempo, se ha convertido en un estilo apreciado por su audacia y originalidad. La conservación de estas estructuras no solo es un ejercicio de memoria histórica, sino también una apuesta por el valor estético y conceptual del brutalismo en el siglo XXI.
