
La pulsión por la escritura y el amor de un demiurgo por su arte pasa en lúcidas ocasiones por distintos estadios, en los cuales hay una especie de taller donde el escritor artesano va puliendo con tesón y paciencia la palabra justa, la idea coherente y la metáfora idónea en aras de crear un diamante literario que brille con el dolor de todas sus imperfecciones ocultas. ¿Cuándo sintió por primera vez esta pulsión Itziar Pascual?
Creo que la escritura siempre ha estado en mí: como proceso, necesidad o aprendizaje, de modo que no soy consciente de, en qué momento, de forma exacta, quise escribir. Sin embargo, sí sé perfectamente cuándo nació mi vocación lectora y mi vocación espectadora. Fue leyendo “Zalacaín el aventurero”, de Pío Baroja, tras una larga convalecencia y viendo “Luces de bohemia”, de Valle-Inclán, en el Teatro María Guerrero, con dirección escénica de Lluis Pasqual.
Tu última obra “Pasar a limpio” recoge un compendio de consejos, recomendaciones o sugerencias que ostentan tus veinticinco años de docencia en el departamento de Escritura y Ciencias Teatrales de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) y que sirven de paso a cualquier persona interesada en adentrarse en la escritura dramática, a crecer en dicho ámbito. ¿Cómo fue el proceso de gestación de dicha obra? ¿Qué se te quedó en el tintero?
Fue algo que nació de un modo natural en el Salón Internacional del Libro Teatral (SILT), en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Al darme cuenta de que iba a cumplir 25 años de actividad docente en la RESAD le propuse a Paula Serraller, directora de la Editorial Fundamentos, preparar un trabajo que compendiara ese viaje. Paula recibió la propuesta con interés y el proyecto con entusiasmo. Después, ha sido una verdadera cómplice en el proceso de creación del libro… y una praxis de sororidad, con la complicidad de Cristina Vizcaíno y Natalia Menéndez, que me acompañó en la presentación del volumen en esta XXV edición del SILT. Sobre qué queda en el tintero… Afortunadamente, el tintero es grande. Siempre queda tarea que terminar.
Es indiscutible que tu prolífica obra y tu labor como docente han contribuido a formar grandes dramaturgos de la escena contemporánea en distintos espacios profesionales. ¿Qué balance haces de estos veinticinco años de docencia?
Ha sido un viaje de experiencia y de vida. Me siento muy honrada de haber acompañado el camino de grandes personas y creadoras y creadores. Agradezco a la RESAD la oportunidad de habitar este recorrido.
¿Cómo te enfrentas a la página en blanco cuando en tu mente creativa bullen miles de inspiraciones?
Con alegría. Sí, para mí un día escribiendo es, esencialmente, un día más feliz y estimulante que un día sin escritura. Esto no quiere decir que la escritura sea exclusivamente esa fase en la que se componen escenas y actos. Hay una escritura anterior, procesual, que concierne a la idea matriz, la investigación de todo aquello que rodea al proyecto y la perspectiva heurística. Suzanne Lebeau habla, muy acertadamente, de la metáfora fundacional: ese diálogo entre fondo y forma que desemboca en la esencia de lo que debe ser mostrado. Encontrar la metáfora fundacional es escribir también.
El talento se nutre de la disciplina y viceversa ¿Un dramaturgo nace o se hace?
Ambas cosas. Personalmente, soy muy partidaria de todo lo que debe ser hecho para ser dramaturgo: leer, estudiar, acudir al teatro con amor al oficio y a la escena, aprender del talento de quienes nos rodean y devolverle al teatro todo lo que nos da, que es mucho.
¿Cómo deberíamos entender el papel de la mujer en el mundo actual para extirpar de una vez por todas el machismo patológico que corroe hasta la médula a nuestra sociedad?
Como un lugar de respeto, equidad y justicia. Sin estas tres nociones, nada es posible. Porque necesitamos una convivencia que reconozca la vida y los cuidados.
¿Qué papel deberían jugar las instituciones públicas a la hora de fomentar el desarrollo de la cultura contemporánea?
El que designa a tal efecto el artículo 44 de la Constitución. “Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho”. Es importante recordar que, ese todos, concierne especialmente a la población más vulnerable, a la que menos oportunidades tiene, a la infancia y la juventud. Sin cumplimiento real del artículo 44 de la Constitución, sin una cultura excelente, cuidada, de calidad, para todas las personas, no procede hablar de orden democrático.
¿Qué valoración haces de la dramaturgia en España en relación con Europa?
Yo he conocido una época, no tan lejana, en la que la perspectiva ante la dramaturgia española era, en no pocos ámbitos, despectiva y poco generosa. Se estimaba que el autor o autora no tenía un papel relevante en el sistema teatral – fue célebre la boutade de que “el mejor autor era el autor muerto” – y que no era precisa una autoría viva, a la que, con frecuencia se acusaba de no estar en la contemporaneidad estética y formal. La buena noticia es que esa creencia ha dado paso a otra, creo, más abierta e interesante. Hay un rico entramado generacional y una intensa variedad y capacidad en la escritura española contemporánea. Se escribe mucho, y se hace muy bien. Hay talento, oficio y capacidad, y muchas, muchas mujeres ofreciendo una perspectiva alternativa del relato. La tarea es, entonces, hacer una buena gestión de ese talento.
Un viaje, un libro, una película
¡Qué difícil elección!
Como viaje, mi primera visita al Festival Internacional de Teatro de Avignon, en julio de 1989, becada por el Instituto de la Juventud. Impagable aprendizaje, enorme experiencia (cuánto hay que agradecer al área teatral de esa institución, que bajo la tutela de Jesús Cracio impulsó el Premio Marqués de Bradomín y la Muestra de Teatro y Danza Joven de Asturias).
Un libro, “El ruido de los huesos que crujen”, de Suzanne Lebeau.
Una película, “Brave”, de Mark Andrews y Brenda Chapman, porque ejemplifica maravillosamente el viaje heroico de la mujer, según Maureen Murdock.
Las redes sociales engullen la creatividad genuina banalizando la esencia de lo perenne en favor de lo efímero, estamos ultra-informados y nos sirve de poco viendo el panorama incierto que rodea a las nuevas generaciones de Ticktokers que pululan con su merecido mercantilista libre albedrío ¿Qué valoración haces al respecto?
Que es momento de hablar de la esperanza. Me interesa mucho lo que sostiene Byun-Chul Han en “El espíritu de la esperanza”. Él confía en una esperanza activa, dinámica, que es capaz de responder mediante la acción a un estado del miedo, de la angustia y de este momento, en el que recibimos a diario tantas apologías culturales de la catástrofe. “Tener esperanza significa estar íntimamente preparado para lo que haya de venir. Nos hace estar más atentos a lo que todavía no existe, sobre lo cual, no podemos influir directamente”, dice Byun-Chul Han.
¿Qué nuevos proyectos tienes en mente para el futuro?
Pues… Después de publicar “El increíble viaje de William Parry” con la editorial SM, en la hermosa colección Barco de Vapor; publicar “Pasar a limpio”, con la editorial Fundamentos; celebrar la continuidad editorial de “Eudy” tras diez años de vida editorial con Fundación SGAE; ver representada mi obra “Pepito (Una historia de vida para niños y abuelos), a cargo de Ireala Teatro, con dirección escénica de Carmen Losa e interpretación de Leyre Abadía; participar en los encuentros del Teatro Español sobre Susan Glaspell, con Paula Paz, directora de “Bernice”, y colaborar en las X Jornadas de las ESADs, en Palma de Mallorca… ¡Mi proyecto más interesante sería descansar!
Pero… De momento, de forma inmediata, preparar mis colaboraciones con la revista Primer Acto, de cuyo consejo de redacción formo parte, y que dirige Ángela Monleón. Eso será mañana… Ya descansaremos, espero, en vacaciones…

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