
“Marisa fue una actriz virtuosa que dominaba todos los registros. A pesar de su figura sofisticada podía encarnar a una mujer que friega escaleras, una reina shakesperiana o una diva del teatro. Estaba muy dotada para el humor y para el dolor”. Así define Pedro Almódovar, cineasta indisolublemente ligado a su figura, a Marisa Paredes en la hoja de sala que acompaña al ciclo y en la que comparte páginas con la periodista y crítica de cine Marta Medina, quien también destaca la dualidad del arte de una intérprete “angulosa de físico como de carácter, una ´Marlene Dietrich a la española´, siendo difícil encontrar otra actriz con la extraña combinación antitética de quebradiza dureza que transmitía”.

Esta dualidad estuvo presente, más allá de Almodóvar, en la filmografía que fue construyendo con algunos de los grandes nombres del cine español: Fernando Trueba, con quien rodó Òpera prima (1980), con Jaime Chávarri en Las bicicletas son para el verano (1984), con Enrique Urbizu en Tu novia está loca (1984), con Agustí Villaronga en Tras el cristal (1986), con Iván Zulueta en Párpados (1989), conFelipe Vega en Mientras haya luz (1987), o con José Luis Borau en Tata mía (1986) –cineasta a quien Filmoteca Española también rinde homenajeen el Cine Doré desde el pasado mes de febrero- Esta versatilidad le permitió interpretar, tanto a nivel nacional como internacional, papeles dramáticos y cómicos, consolidándose como parte de una generación de actrices, junto a otros nombres como Carmen Maura o Kiti Manver, que confeccionaron –tal y como apunta Medina- a la mujer española moderna y autónoma.
Una selección de estos papeles, vinculados con algunos de los títulos más emblemáticos de su filmografía, componen el ciclo ´Marisa Paredes. El dolor y el humor´. En abril podrán verse en el Cine Doré la delirante comedia de enredos La reina anónima (Gonzalo Suárez, 1992), Profundo carmesí (Arturo Ripstein, 1996) –proyección de un nuevo máster de la película que añade al metraje una secuencia inédita no incluida en el montaje original-; Mi familia italiana (Cristina Comencini, 2015), refinado y nostálgico tributo a la tradición cinematográfica de la “commedia all’italiana”; o La flor de mi secreto (Pedro Almodóvar, 1995), en la que Paredes dio vida a la memorable Leocadia Macías -o Amanda Gris-, escritora y amante en crisis, y título por ella considerado como su mejor trabajo.
A estos títulos, se sumarán en mayo Tacones lejanos (Pedro Almodóvar, 1991), éxito abrumador en Francia que le acabaría abriendo las puertas del cine internacional, Latin Lover (Cristina Comencini, 2015), Crepúsculo rojo (Edgar Cosarinsky, 2003), Espelho mágico (Manoel de Oliveira, 2005) y Petra (Jaime Rosales, 2018).

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