Marta Astfalck-Vietz mostraba en sus imágenes, cargadas de humor, ironía y teatralidad, el uso de máscaras, telas, poses grotescas y encajes florales para desplegar una feminidad plural, en constante metamorfosis. Se retrató como bailarina de charlestón, como mujer glamourosa de pelo corto, como figura enmascarada envuelta en brocados brillantes. En este juego de ocultamiento y revelación, la artista unía introspección personal y comentario social, convirtiendo su cuerpo en un laboratorio de crítica a los roles femeninos y a las tensiones de la época.
La Berlinische Galerie, en el marco de su 50 aniversario, dedica ahora una gran exposición individual a su obra. Más de 140 piezas organizadas en seis capítulos temáticos rescatan su producción fotográfica, junto con sus poco conocidas acuarelas botánicas, realizadas desde mediados de los años treinta hasta el final de su vida. Por primera vez, la muestra las presenta en diálogo con sus fotografías vanguardistas, revelando la amplitud de su lenguaje artístico.
El recorrido incluye también el contexto de sus contemporáneos: fotógrafas como Marianne Breslauer, Lotte Jacobi, Cami o Sasha Stone, cuyas obras dialogan con las búsquedas formales y temáticas de Astfalck-Vietz. Además, los artistas Andreas Langfeld y Sophie Thun ofrecen una lectura actual de su legado a través de un video monocanal que conecta pasado y presente.
Una obra de múltiples capas
El universo creativo de Astfalck-Vietz fue vasto y proteico. Con telas, encajes y luces dramáticas, escenificaba atmósferas misteriosas que jugaban con la frontera entre lo visible y lo oculto. En sus series fotográficas narrativas, desarrolladas en colaboración con amigos, retrató escenas domésticas y sociales con tono irónico: mujeres en la sala de espera, en medio de lecturas emancipadoras o preparándose para una fiesta. Estas historias visuales ponían en evidencia los estereotipos femeninos y reflejaban tanto fenómenos sociales como la cultura popular de la década. Sus imágenes circularon en revistas de amplia difusión y en publicaciones especializadas como Die Aufklärung o Das Deutsche Lichtbild.
Un capítulo crucial de su trayectoria fue su colaboración con Heinz Hajek-Halke (1898-1983), a quien conoció en 1922 en la Escuela del Museo de Artes Decorativas de Berlín. Juntos trabajaron en la agencia Presse-Photo, además de producir obras experimentales que firmaban bajo el sello “Combi-Phot”. En ellas, utilizaron técnicas de doble exposición, distorsión y juegos de sombras para abordar temas como la soledad, el alcoholismo o lo siniestro en la cultura popular.
El cuerpo en movimiento
Como fotógrafa profesional, Astfalck-Vietz también documentó la efervescencia de la danza moderna en Berlín. Más que en las representaciones teatrales, se interesaba en capturar la energía del cuerpo en movimiento. Fotografía a bailarinas como Mary Wigman, pionera de la danza expresiva, y se inscribe en una tendencia que también catapultaban espectáculos internacionales como los de Josephine Baker. Sus encargos incluían retratos para anuncios, tarjetas de invitación o documentación de espectáculos.
En paralelo, desarrolló un grupo de obras centrado en las manos en pose expresiva: con joyas, pieles o desnudas, las manos se convirtieron en protagonistas, como si fueran bailarinas en miniatura.
Las acuarelas botánicas
A partir de mediados de los años treinta, las flores ocuparon el lugar de los cuerpos. Con un enfoque naturalista, casi científico, Astfalck-Vietz pintó más de 6.000 acuarelas a lo largo de su vida. Dalias, lirios, amapolas u orquídeas aparecen en composiciones que evolucionaron desde lo minucioso hacia lo ornamental y esquemático. Estas obras revelan un interés por el movimiento y la danza también en el mundo vegetal, y muestran su vínculo con el prestigioso jardinero Karl Foerster, quien llegó a dar su nombre a algunas variedades.
Trayectoria vital
Nacida en 1901 en Neudamm (hoy Dębno, Polonia), Astfalck-Vietz se trasladó a Berlín en 1912. Estudió en la Escuela Superior de Industria Textil y de la Confección, y entre 1920 y 1924 se formó en moda, diseño gráfico e ilustración. Aprendió fotografía en el estudio de Lutz Kloss y en 1927 abrió su propio taller en Berlín. En 1929 contrajo matrimonio con el arquitecto Hellmuth Astfalck, con quien fundó un estudio de fotografía y artes decorativas.
La crisis económica y la llegada del nazismo marcaron un giro forzoso en su trayectoria: se volcó en el diseño gráfico y la enseñanza de dibujo, incluso a niños y jóvenes judíos vetados de la escuela pública. Tras la guerra, abandonó la práctica fotográfica de los años veinte y se centró en la pintura botánica y en la docencia artística. En 1970 se trasladó a Nienhagen, donde continuó dando clases hasta su muerte en 1994, a los 92 años.
El legado recuperado
El bombardeo de Berlín en 1943 destruyó su estudio, pero muchas de sus obras sobrevivieron gracias a su padre, el editor de arte Reinhold Vietz, que había guardado algunas fotografías en los años veinte. Durante décadas, su nombre quedó en el olvido. No fue hasta 1989, con la exposición Photographie als Photographie en la Berlinische Galerie, cuando dos imágenes firmadas como “Marta Vietz” permitieron redescubrirla.
En 1990, la propia artista donó un conjunto de fotografías al museo, y tras su muerte el legado se completó. En 2022 y 2023, este fondo fue digitalizado y restaurado dentro del programa de conservación del patrimonio cultural de Berlín. Hoy, la Berlinische Galerie le rinde homenaje situándola por fin en el lugar que merece: como una voz fundamental de la fotografía experimental de entreguerras, una artista que supo cuestionar identidades y crear belleza en tiempos convulsos.









