
Esta edición despliega cuatro documentales que, más allá de la observación naturalista, trazan un mapa emocional del mundo alado. Flamencos, frailecillos, aves limícolas y colibríes protagonizan relatos que se entrelazan con las historias humanas de quienes los estudian, los cuidan o simplemente los admiran. Las costas de Islandia, las marismas británicas de The Wash, el Caribe mexicano o las colinas urbanas de Los Ángeles componen una cartografía de vuelo y resistencia. En cada imagen late una advertencia: las aves son los primeros termómetros del cambio climático, espejos de una crisis ecosocial que ya no se puede ignorar.

El 8 de octubre, Pajareros se inaugura con Flamingos. La vida después del meteorito, narrado por Julieta Venegas y dirigido por Lorenzo Hagerman, una inmersión visual en los humedales del norte de Yucatán, donde el rosado de los flamencos resplandece como una plegaria frente a la devastación. Tras la proyección, el productor Pepe Cohen y la delegada de SEO/BirdLife, Anna Valentín, dialogarán con el público sobre los desafíos de conservación y la labor de voluntarios que, un año después de la DANA de 2024, siguen limpiando los ecosistemas afectados.

El 4 de octubre, el ciclo desplegará sus alas en Tenerife, gracias al TEA, y el 9 de octubre llegará al Centro Cívico Juan de Santander, consolidando una red de espacios que entienden el arte como una forma de activismo. En cada sede, las proyecciones irán acompañadas de debates con expertos, científicos, ornitólogos y cineastas que compartirán estrategias de conservación y reflexiones sobre el papel de la cultura en la emergencia ecológica.

“Pajareros es una apuesta clara por la naturaleza a través de la cultura”, afirma Josefina Maestre, coordinadora del ciclo en SEO/BirdLife. Y lo es también una celebración del compromiso ciudadano: un recordatorio de que mirar al cielo no es solo un gesto contemplativo, sino una forma de cuidar la tierra.
Para Elisa Hernández de Pablo, coordinadora de medioambiente en La Casa Encendida, la expansión del ciclo “es el vuelo natural de un proyecto que crece sin perder su esencia: inspirar, emocionar y educar”.

En tiempos de sequías, incendios y colapsos climáticos, Pajareros 2025 se erige como un santuario simbólico: un lugar donde las alas dialogan con las cámaras, donde la ciencia se encuentra con la poesía. Porque tal vez —como parecen susurrar las aves al pasar— solo quien escucha el rumor del viento sobre el plumaje puede entender que el planeta, en su fragilidad, aún nos pertenece a todos.
