Ana Belén no necesita probar nada. Es una de las voces más reconocibles y queridas de nuestro país, una figura que ha traspasado con soltura las fronteras entre música, cine y teatro. Pero Vengo con ojos nuevos no es un disco de consagración sino de relectura reinterpretadas desde la madurez vocal y expresiva de una artista que no se deja arrastrar por el vértigo del tiempo. «La primera vez que salí de gira tenía 17 años y recuerdo que mi madre me dijo: ‘No dejes que nadie te invite, porque además a ti te están pagando un sueldo y tú te pagas lo tuyo’. Porque aunque nuestras madres no tuviesen los mimbres que tenemos nosotras, tenían cierta sabiduría», rememora, antes de subrayar que por eso siempre ha apostado por que «la independencia de las mujeres va unida a la independencia económica» cuenta para la Agencia EFE. El 21 de junio, Día Europeo de la Música, estará en la sala Mozart de Zaragoza. Después visitará otros puntos como Santa Cruz de La Palma el 26 de junio, el ciclo madrileño de Noches del Botánico el 3 de julio, la plaza de toros de Toledo el 5 de julio o las Noches de la Maestranza de Sevilla el 5 de septiembre, por citar algunas.
El título del álbum ya sugiere la clave de lectura: Ana Belén se asoma al mundo con “ojos nuevos”. No son ingenuos ni vírgenes, sino renovados. Su mirada no es la de quien descubre, sino la de quien comprende, selecciona y resignifica. Y así, la elección del repertorio funciona como una declaración de intenciones: hay una voluntad de actualizar el discurso sin traicionar la esencia.
En tiempos de sobreproducción, inmediatez y consumo efímero, Vengo con ojos nuevos se presenta como un disco contra el ruido. No hay urgencia ni marketing vacío. Hay un concepto, un compromiso artístico y una mirada lúcida sobre el presente. Ana Belén no pontifica ni se encierra en el pasado glorioso: simplemente ofrece un modo de estar en el mundo a través de la música.
Desde una perspectiva periodística, el disco puede leerse como un gesto político —en el mejor sentido del término—: una mujer que no acepta los límites de la edad, que se mantiene en activo con rigor y sensibilidad, que rehúye el espectáculo de la fama para centrarse en el arte de la canción. Su propuesta no es rupturista, pero sí es resistente: es el arte de la permanencia, del cuidado, del detalle.
Vengo con ojos nuevos no es solo el retorno discográfico de una figura consagrada: es un manifiesto sonoro de alguien que ha aprendido a mirar —y a cantar— desde la madurez sin renunciar a la ternura ni a la lucidez. Ana Belén entrega un disco que es tanto un testimonio de su vigencia como una lección de dignidad artística. En un panorama saturado de estridencia y superficialidad, este álbum se escucha como un remanso. Y eso, en sí mismo, es una forma de resistencia









