
La exposición parte de una idea vertebral: el cuerpo no es solo un objeto biológico, sino un terreno de conflicto simbólico, político y existencial. En él se inscriben la fragilidad, la enfermedad, el deseo y el control social. El cuerpo puede ser medido, curado, vigilado o estetizado; pero también es vulnerable, finito y profundamente político. La desigual distribución de la vulnerabilidad, sugiere el proyecto, revela quién tiene poder sobre los cuerpos y quién no. Por ello, las luchas contemporáneas en torno a la identidad, el género o la salud son, en el fondo, luchas por el cuerpo y su representación.
Del ideal clásico a las prótesis del futuro
El recorrido se abre con una figura arquetípica: el Croesus Kouros (530 a. C.), procedente de la colección de antigüedades de la Universidad Goethe de Fráncfort. Este imponente joven de mármol, de mirada hierática y postura frontal, encarna el ideal griego del “cuerpo bello”: un modelo normativo y masculino que en su tiempo simbolizaba la medida de todas las cosas. La escultura introduce así el tema del cuerpo como proyección de una visión del mundo, una noción que la exposición irá transformando a lo largo de sus salas hacia formas cada vez más plurales e individuales.

De esa perfección idealizada se pasa a un presente radical con The Alternative Limb Project, de la artista y diseñadora Sophie de Oliveira Barata (Londres, 1982). Sus prótesis —dos brazos expuestos en Fráncfort— no intentan imitar la anatomía humana, sino reinterpretarla. Convertidas en extensiones artísticas, estas piezas desafían la noción de reparación médica: en lugar de ocultar la falta, celebran la diferencia y el empoderamiento. Aquí el cuerpo se reinventa, se diseña, se amplía; deja de ser un límite para convertirse en un acto de creación personal.

Uno de los hitos históricos de la muestra es la Venus anatómica (ca. 1782), del escultor florentino Clemente Susini. Por primera vez en Alemania, el público podrá contemplar esta figura femenina de tamaño natural, reclinada como una bella durmiente, con el torso abierto para mostrar sus órganos internos. Creada en pleno siglo XVIII, la Venus simboliza la era de la Ilustración y la fascinación por el conocimiento científico. Susini logró unir precisión anatómica y belleza ideal, fundiendo ciencia y arte en una misma imagen.
En colaboración con la Universidad de Bolonia, la exposición incluye además nueve esculturas anatómicas adicionales del propio Susini, procedentes de las colecciones “Luigi Cattaneo” y del Museo Palazzo Poggi. A esta sección se suma la película “Die Anatomin” (La anatomista), de Iris Fegerl, que recupera la figura pionera de Anna Morandi Manzolini, primera mujer que en el siglo XVIII accedió al estudio anatómico universitario.

Ciencia, inmersión y experiencia corporal
El visitante pasa del siglo XVIII a la más avanzada tecnología del siglo XXI con la instalación Evolver, del colectivo londinense Marshmallow Laser Feast, en colaboración con el Instituto Fraunhofer de Medicina Digital MEVIS de Bremen. Mediante una experiencia inmersiva de realidad virtual, el público recorre el interior del cuerpo humano a partir de datos médicos reales: resonancias magnéticas, angiografías y mediciones del flujo sanguíneo.
La obra comienza con una meditación guiada por la voz de Cate Blanchett, que conduce a los visitantes hacia el ritmo sereno de su respiración antes de emprender un viaje visual de 24 minutos por vasos sanguíneos, pulmones y un corazón palpitante. La proyección de quince metros ofrece una experiencia sensorial y estética del interior corporal, uniendo emoción y ciencia. Además, quienes lo deseen pueden participar en una versión interactiva previa inscripción.

La Asociación de Arte de Fráncfort ha tejido un diálogo directo con la Clínica Universitaria de Fráncfort, cuya Colección de Dermatología, Venerología y Alergología aporta modelos de cera de enfermedades cutáneas. Estos “moulages”, creados con fines formativos, reproducen lesiones reales con detalle extremo. A diferencia de las esculturas anatómicas italianas, que aspiraban a una belleza idealizada, los moulages capturan la singularidad y el sufrimiento de cuerpos concretos, humanizando el conocimiento médico.

Esculturas de Yein Lee y la materialidad de lo híbrido
La artista surcoreana Yein Lee (Incheon, 1988), residente en Viena, propone una mirada crítica al mito del cuerpo perfecto. Sus cinco esculturas humanas, construidas con cables, tubos, piezas electrónicas, ramas y objetos cotidianos, muestran seres frágiles suspendidos entre lo orgánico y lo tecnológico. En sus estructuras abiertas conviven lo natural y lo sintético, lo humano y lo mecánico. Lee explora así la vulnerabilidad como una condición vital y no como un defecto.

Exvotos: plegarias corporales a lo largo de los siglos
Otro eje de la exposición son los exvotos, ofrendas votivas que desde hace milenios materializan plegarias por la curación o la protección. El Kunstverein presenta 23 exvotos etruscos de terracota procedentes de la colección de la Universidad Justus Liebig de Giessen, datados entre los siglos III y II a. C. Estas piezas, adquiridas por el anatomista Ludwig Stieda en 1899, constituyen uno de los testimonios más antiguos de la práctica de ofrendar al cuerpo para invocar lo divino.
Frente a ellos se exhiben exvotos de cera y madera de la colección Hans y Benedikt Hipp (Pfaffenhofen), datados desde el siglo XVII. Fabricados en el sur de Alemania, sus formas reproducen partes del cuerpo teñidas de rojo sangre. Aunque muchas piezas fueron moldeadas en serie, cada una conserva el rastro de un deseo o agradecimiento individual. La cera, con su textura orgánica y su maleabilidad, conecta simbólicamente con la carne y la vulnerabilidad humanas.
Este diálogo se amplía con las pinturas de Chiara Enzo (Venecia, 1989), cuyas obras hiperrealistas muestran fragmentos de piel marcados por heridas, cicatrices o intervenciones. Enzo convierte la epidermis en un territorio de memoria y experiencia, planteando interrogantes sobre la enfermedad, la intimidad y la forma en que construimos nuestra percepción de la realidad.


El cierre de la exposición llega con la monumental instalación de Agnes Questionmark (Roma, 1995), que combina tres esculturas de tamaño natural y seis piezas murales creadas expresamente para Fráncfort. Inspirada en imágenes de operaciones a corazón abierto, la artista manipula digital y analógicamente esas representaciones médicas, moldeándolas en silicona y cera. El resultado son paneles que evocan lo visceral del cuerpo, recordando su crudeza material.
En el centro de la sala, tres figuras híbridas —entre lo humano, lo animal y lo alienígena— encarnan la disidencia frente a las categorías binarias. Questionmark cuestiona el poder de la mirada médica que clasifica, patologiza y asigna géneros, proponiendo en cambio un arte de la transformación. Su obra es un acto de empoderamiento que trasciende los límites entre lo sano y lo enfermo, lo masculino y lo femenino, lo humano y lo monstruoso.

“Anatomía de la fragilidad” no es solo una exposición sobre anatomía, sino sobre la condición humana. En cada pieza —desde el mármol arcaico hasta la simulación digital— late la misma tensión: la de un cuerpo que intenta comprenderse a sí mismo, entre la ciencia y el mito, entre la norma y la diferencia.
Con esta muestra, el Frankfurter Kunstverein reafirma su vocación programática de tender puentes entre el arte contemporáneo y la investigación científica como expresiones equivalentes del deseo humano de conocimiento y de sentido. En última instancia, la exposición nos devuelve una imagen incómoda y luminosa: la del cuerpo como archivo de poder, pero también como espacio de libertad, fragilidad y reinvención.
