Julia Jacklin creció en Blue Mountains, Australia, en una familia de maestros. Inspirada en Britney Spears a la edad de 10 tomó lecciones de canto clásico antes de unirse a una banda de instituto la cual hacía covers de Avril Lavigne y Evanescence. Estudió política social en la Universidad de Sídney, y después de graduarse vivió en un garaje en Glebe, un suburbio de Sídney, y trabajó en una fábrica haciendo aceites esenciales. Al crecer, Jacklin no conocía a nadie que fuera un músico de tiempo completo, y su familia no entendía lo qué significaba ser un músico: “no lo veían como algo que iba a funcionar, en lo absoluto” contó Jacklin en una entrevista con Sound of Boston. Jacklin continuó actuando localmente, y formó la banda Salta junto con Liz Hughes en 2012.
Desde que publicó su álbum debut “Don’t Let the Kids Win” en 2016, Julia Jacklin se ha ganado una gran reputación como letrista directa, dispuesta a excavar todos los parámetros de la intimidad en canciones tanto descarnadas como crudas, sueltas y juguetonas.The Guardian lo describió como “uno de esos álbumes que lentamente se adentran en los sentimientos de un gran número de personas” mientras Rolling Stone Australia encontró sus canciones “sencillas y sin adornar”. Jacklin Trabajaba en una fábrica de aceites esenciales para ahorrar dinero y así grabar con el productor Ben Edwards, habiendo sido inspiradao en e álbum de debut de Aldous Harding. El álbum fue grabado y producido por Edwards en Lyttelton, Nueva Zelanda en un periodo de tres semanas. Incluye a Eddie Boyd (guitarra), Tom Stephens (percusión, bass), Mitchell Lloyd (bass), Joe McCallum (percusión).
En 2019, “Crushing”, fue descrita como “un triunfo” por The Independent, y como “candidata a la mejor canción de autor de este año” por Rolling Stone, y su último álbum, “PRE PLEASURE”, ha recibido elogios similares y sigue consolidando a Jacklin como un pilar del mundo indie.
Al describir los próximos conciertos, Jacklin dice: “La idea de la residencia surgió porque, con el espíritu de hacer lo que quiero el año que viene, aunque no tenga sentido, decidí que quería hacer una residencia en Las Vegas. La idea me hizo reír, y quiero poder reírme más, que haya más alegría en las giras del indie rock. Siento que me subí a un tren en 2016 cuando saqué mi primer disco y hace tiempo que me pregunto por qué sigo en el tren o quién lo conduce. Afronto los shows de los próximos años con ganas de jugar y divertirme. Quiero escribir sobre la marcha, probar cosas y ralentizar el ritmo por un segundo. Quiero quedarme en la misma ciudad más de una noche, tener un respiro entre cada concierto para pensar realmente en lo que hago, por qué me atrae componer canciones y actuar en público y cómo puedo cambiar mis prácticas para que sean más sostenibles. Tal vez incluso pueda superar mi miedo escénico en salas íntimas donde pueda ver las caras de la gente, sentir su apoyo y recordar que, al fin y al cabo, se trata de conectar con otras personas.
Tocaré sola, tendré invitados, amigos, ¡quién sabe! Voy a ver cómo me siento y a dejar espacio para explorar y experimentar. Espero veros allí”.