El salón de belleza está regentado por el hijo de Jean G. −fundador de la Orden de Los Nadadores Nocturnos−, que es el niño con el que concluía la función de Los nadadores en Matadero y que sobrevivió al ataque final e incendio de la Orden. Así pues, en este salón de belleza nos encontraremos, por un lado, con la intrahistoria de ese niño, es decir, con el intento de concepción real de un hijo biológico y natural −con múltiples y surrealistas avatares médico-logísticos propios de una screwball comedy− por parte del autor de la pieza y su traductora al alemán; y, por otro lado, con la vida de todos los personajes que acuden a este decimonónico salón de belleza en busca de la liberación de viejos dolores y, al mismo tiempo, prepararse −y ponerse monísimos− para cruzar el umbral. Humor negro. Chismes y cotilleos. Prensa del corazón. Cine clásico. Chopin. Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Boleros y Radiohead.
Salón de belleza mantiene de alguna manera la idea original de Los nadadores, es decir, nos encontramos con un caleidoscopio de fragmentos y trozos de vida de personajes-tipo de nuestro mundo actual que no logran encajar en las exigencias de nuestra sociedad y que, de alguna manera, se nos muestran como los residuos de nuestro propio sistema, es decir, sus excrecencias, lo que el sistema expulsa como resultado de una idea de progreso devoradora de humanidades. Pero, en este caso, estos personajes, en lugar de reunirse en una piscina y follar hasta el agotamiento, se encuentran en un salón de belleza, que es una zona liminar, un umbral hacia la muerte −o hacia una nueva vida −, un balneario donde estos personajes ajustan cuentas consigo mismos y se preparan física y moralmente para cruzar la orilla. Este salón de belleza es también un spa en el que todos aquellos que ya están cansados del mundo pero que, en el fondo de sus corazones, saben que no hay nada más importante que los cuidados compartidos, encuentran un lugar en el que guarecerse.
Los nadadores diurnos en