
Ignacio Campoy, autor de varios libros sobre liderazgo y gestión en las empresas y organizaciones, es uno de los “obligados” en foros y conferencias donde se debate sobre el modelo de liderazgo que lleva a las empresas a ser sostenibles en el tiempo, pero es ante todo un inconformista consigo mismo, “constantemente estoy investigando, preparándome, como diría Stephen Covey, afilando la sierra, porque la primera señal de que ya estás fuera es cuando crees saberlo todo o haber llegado a la meta”.
Ignacio Campoy es curioso por naturaleza, buen conversador y sobre todo escuchador de todos los que como él dice tienen algo que contarle, porque “aprendo mucho escuchando”, este experto en gestión de Organizaciones y Gestión de Empresas atesora a lo largo de su carrera profesional numerosos reconocimientos y galardones, por su contribución al ámbito formativo, docente y empresarial. Valga como muestra el doctorado honoris causa otorgado por la Universidad Clea (México), el premio CEO del año que le otorgó el diario La Razón, el premio europeo al Talento Empresarial de la Asociación Europea de Industria, Tecnología e Innovación, o el premio europeo de Liderazgo que otorga anualmente la Asociación Europea de Economía y Competitividad por citar algunos (donde además le concedieron la medalla al mérito al trabajo).
Ignacio Campoy es habitual de publicaciones especializadas en el ámbito económico y empresarial, ha centrado gran parte de sus investigaciones en un concepto que hoy cobra una relevancia especial en el mundo de los negocios, metaliderazgo. Una de sus máximas es que no hay buenos ni malos profesionales, sino líderes que saben o no sacar lo mejor de sus equipos y para ello defiende que el metaliderazgo, es un modelo de liderazgo superior que conjuga los cuatro comportamientos de personalidad universales y que pivota sobre la capacidad del jefe o líder para conjugar las tareas y las personas y permite a los jefes o líderes conocer y dominar sus cuatro comportamientos de personalidad universales. Dicho de otra manera, toda una revolución que en palabras de Campoy “Tiene la capacidad de provocar el cambio en el estilo de dirección”.
Los hábitos de Ignacio Campoy para un líder productivo que se precie:
- Me levanto temprano. No significa que abra el “club de las 5 de la mañana” pero al ser cero nocturno, a las siete de la mañana ya estoy listo y desayunado.
- Mi check list diaria imprescindible. Mi hoja de ruta donde organizo diariamente las tareas de las diferentes áreas de trabajo de la empresa. Y ¡ojo!, la cumplo a rajatabla.
- Priorizar las tareas más que un deber, es para mí es una necesidad. Desde que descubrí y me formé en los siete hábitos de la gente altamente efectiva de Covey, tengo interiorizado que “lo primero es lo primero”.
- Nada de reunirse por reunirse. Las reuniones tienen que ser productivas. Si te quieres reunir conmigo para plantearme un problema, ven con la solución. Si no hay solución, no hay problema.
- Saber decir “no”. Casi siempre estoy disponible, pero si se da el caso, un “no” a tiempo puede ser más rentable que un “si” bajo presión.
- Evito las distracciones. Cada vez detecto mejor a los “ladrones de tiempo”.
- Mi mantra “no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy”. Y a veces uno tiene que esforzarse para ello.
- Tomar de decisiones de forma rápida. Yo he aprendido a ser un alquimista, aplico el enfoque “ensayo error” sobre la idea del producto mínimo viable.
- Delegar lo delegable. Lo que es competencia de otro responsable o directivo, déjaselo hacer. Después revisamos juntos y “me rindes cuentas” pero no soy nada intrusivo en las tareas de los demás.
- Un CEO no tiene horas. Esto significa estar al pie del cañón 24×7.
- Trabajo con metas y objetivos. Semanales, mensuales, trimestrales, semestrales y anuales. Convivo con ellos y nos llevamos muy bien.
- Nada de esperar a que las cosas pasen. La proactividad es básica.
- Soy una persona de acción. Nada de procastinar.
- Empiezo todos los días con un fin en la mente (la victoria privada que diría Stephen Covey). Sin claridad mental no hay foco en lo realmente importante.
- Siempre busco “ganar ganar” con todos mis stakeholders. Si una de las partes no obtiene un beneficio no me interesa el acuerdo al que lleguemos.
- Sinergizar con mis stakeholders.
- Entender a los demás, para que luego te entiendan. Hay que adaptarse a los demás, sólo desde la comprensión y el entendimiento se consiguen equipos, personas y organizaciones productivas.