
Para adentrarnos en el sur de Marruecos puedes comenzar por visitar Essaouira, «la ciudad feliz». Aquí, lo primero que verás es una muralla circular, separando medina de playa, tradición de modernidad, pescadores de surfistas, antiguos cafés de flamantes beach clubs, y la música bereber del pop internacional. Despídete de ella cabalgando por la orilla del mar durante la puesta de sol.

Continúa bordeando la costa y encontrarás pequeñas poblaciones pesqueras -como Sidi Kaouki, Iftane, Tafedna, Imsouane o Taghazout- en las que puedes degustar un plato de pescado fresco recién cocinado tras terminar tu sesión de surf.

Sigue hasta llegar a Tiznit. Aquí, respira, relájate, camina despacio o, mejor, siéntate a beber un té y observa la vida relajada de esta población. Saluda a la gente que se te aproxima sin otro interés que conocerte a diferencia de otros lugares más turísticos, donde casi siempre quieren venderte algún producto. Disfruta de la cultura amazigh, de su música, de sus tradiciones o de sus símbolos y letras pintadas en las fachadas de las casas. Descubre lugares escondidos en los que querrás quedarte más tiempo, porque no te quedará más alternativa de que disfrutar su belleza cautivadora. Te recomiendo encontrar un alojamiento que te acoja como si fuera tu propia casa como por ejemplo el Riad Janoub (riad del sur). Cena en algún café inspirador, por ejemplo À l´ombre du figuier, y aprovecha aquí para conversar un rato con Abdel, su propietario. Recorre la ciudad de la mano de Agoulid, que, aunque siempre está ocupado, encontrará sin dudarlo un momento para enseñarte su colección de antigüedades locales, las antiguas juderías de la ciudad, o tan solo transmitirte su pasión por la cultura de su tierra.

Atiende los consejos de la gente que vas conociendo, como Aby, y así encontrarás mágicos lugares. Playas con arcos y puentes naturales que las dividen -busca Legzira en tu maps- o dunas enormes a orillas del Atlántico. Acantilados desde los que despegan parapentes al atardecer. Oasis como el de Tighmert, donde beberás un té en la acogedora casa de Habib mientras habláis acerca de la cultura saharaui. Pueblos con encanto: Mirleft, Tafraout y ruinas cargadas de enigmas escondidos en sus muros de adobe, en Illigh y en Icht. Cañones que acogen y protegen algún río mientras discurre entre vastos palmerales, en Ait Mansour. El trabajo colosal de un artista que ha bañado de pintura unas enormes rocas en medio de un paraje semidesértico…

Yesine dice que tienes que ir a su ciudad natal, Guelmim, un sábado, para visitar el mercado de camellos. Ya que estás, acércate a Sidi Ifni. Contempla su antigua catedral católica, o alguna calle que conserva grabado su nombre español en una antigua placa. Crúzate con surfistas que caminan entre el mar y su alojamiento, usando chilabas a modo de albornoces, con sus tablas bajo el brazo.

De regreso a Tiznit, tras el ocaso, vas a encontrar sus murallas iluminadas de color rojo y rodeadas de jaimas. Sorprendido, mientras caminas buscando dónde comerás tu próximo tajín -de la carne que sea, pero siempre con limón encurtido, por favor- te toparás con un grupo de mujeres sentadas en el suelo que cantan mientras tocan sus panderos. Se acerca el comienzo del año nuevo amazigh 2975. Se celebrará un festival que, durante cuatro días, que llenará la ciudad de música, espectáculos callejeros, puestos culinarios tradicionales y artesanía.

Un último consejo: no dejes este viaje para más adelante. Marruecos está cambiando mucho y de forma muy acelerada. Cuanto menos tardes en venir, mayor será el impacto con el que esta tierra conmoverá tu alma.
José M. Diéguez Millán
Lee los primeros capítulos de su libro «OESTE» aquí