 
															La brecha salarial, el techo de cristal, el debate sobre prostitución, maternidad subrogada, la transformación en las estructuras sociales o la reasignación de roles en el ámbito familiar, forman parte de un discurso que el feminismo clásico ha construido desde los valores occidentales y que se ha desarrollado a lo largo del siglo XX, a partir de una perspectiva laica, con vocación internacionalista y amparada en el progresismo social que se enmarca en el liberalismo capitalista.
Abordar desde el prisma feminista el uso del hiyab, el diálogo intercultural, la multiconfesionalidad o la inclusión de la realidad trans en el discurso hegemónico respecto a la emancipación de la mujer, sitúa al feminismo clásico frente a un espejo. Y en esa imagen aparecen en profundidad de campo, y algo desenfocadas, nuevas formas de entender la reivindicación. El feminismo islámico o racializado, parecen colisionar con la herencia colonialista, supremacista y etnocéntrica del feminismo progresista occidental que insiste en imponer un concepto de libertad, ignorando que la libertad, si se impone, ya no es libertad.
 
															En esta retrospectiva, el fotógrafo mallorquín Cristian Bustos indaga en la no imposición de la prevalencia cultural, la recuperación de perfiles como parte de la lucha, la relación de la mujer con la maternidad, el medio ambiente y la sostenibilidad; la revisión de estereotipos, la soledad, la evaporación de la juventud o la pluralidad en la forma de entender la emancipación, son algunas de las reflexiones que Bustos retrata, a partir de la mirada de mujeres capturadas en su objetivo. Una radiografía amable, preciosista e implacable, que nos habla de pérdida, de búsqueda, de aprendizaje , de huida y de regreso, dando visibilidad a algunos de esos fantasmas que han sobrevivido a esta lucha.
 
															Emancipación y supervivencia atravesando el tiempo.
- Madurez y decrepitud:
La edad dorada es el ocaso de la vida para muchos que se ven decrépitos, indefensos frente al implacable paso del tiempo. Para otros – quizás más optimistas – es el tercer acto de nuestra propia película. Aquel en el que las tramas cobran sentido y logramos alcanzar esa esplendida e inevitable madurez que siempre buscamos evitar.
 
															- Soledad:
No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Tiene una mala reputación, la soledad. Dicen que quien está cómodo al estar sólo demuestra inteligencia. Quizás. Pero también es valentía para enfrentar aquello que otros, por un miedo paralizante y justificado, aún no han podrido enfrentar.
Perdida del paraíso: Como un ángel caído del paraíso terrenal, donde la luz se mezcla con la sombra y se pierde la inocencia. Se abren paso la belleza y la nostalgia de aquello que tuvimos que ya no volverá.
 
															- Cancelación emocional:
En un mundo en que ha triunfado la razón sobre la emoción, en el que llorar era de niñas y un síntoma de debilidad, atreverse a sentir es un acto revolucionario.
- Colectivismo:
El colectivismo es sororidad, es entrelazar los brazos, alzar la voz y demostrar que no hay nada que demostrar.
- Identidad:
La mujer será quien quiera ser, pensará como quiera pensar, amará a quien quiera amar. El resto es ruido de fondo.
 
															- Renacimiento:
Renacisteis como un fénix de entre las cenizas que quedaron tras las hogueras de Salem.
- Medio ambiente y sostenibilidad desde el género:
Alza la voz como Greta, lucha como Jacinda, respeta como la Pachamama. Sólo tenemos un hogar, y es hora de escuchar. No hay un plan(eta) b.
 
															Por Jaume Amills.
 
								 
															 
								 
								 
								









