Angélica Liddell se extrae sangre en pleno escenario, y da una vuelta de tuerca a su show desquiciado de la mano de Yukio Mishima
A las 5:45 de la madrugada, cuando incluso los pájaros bostezan y las farolas dudan entre seguir alumbrando o entregarse al amanecer, un grupo de valientes —o insomnes irremediables— acudió al estreno de “Seppuku”, la nueva ceremonia de autoflagelación estética de Angélica Liddell que supuestamente homenajea en su centenario a Yukio Mishima (1925-1970), un influyente y multifacético escritor japonés, considerado uno de los autores más importantes de la posguerra . Allí estaban, los espectadores disciplinados y expectantes, dispuestos a recibir lo que la gurú de la vanguardia teatral ha decidido servir este año: una invitación al suicidio, sangre fresca, y la promesa de que el teatro todavía puede ser una liturgia… siempre y cuando uno esté dispuesto a dejar la razón en la puerta. Dos enfermeros extraen dos bolsas de sangre a Liddell , que luego es usada para escribir caracteres nipones y teñir una gasa, mientras algunos espectadores caen desmayados por esta pornografía del dolor innecesaria y amarillista que podría parecer transgresora, pero es solo una burda insinuación iconoclasta de vampiros sin gracia intelectual, rebeldes abrumados por un escenario lleno de bilis y sangre. Es realmente indignante que Temporada Alta no solo permita, sino que celebre este tipo de espectáculos cuyas entradas, por cierto, se agotaron en 5 minutos ¿Dónde están los límites legales de esta clase de montajes, que enarbolan la pornografía de la violencia, el dolor y la apología del suicidio?









