La repercusión y la importancia que tuvo en su momento el desarrollo de esta inciativa, no se puede entender sin una valoración del contexto en el cuál surgió, ya que el proyecto participaba del espíritu renovador que se extendió a todos los órdenes de la vida nacional durante la última etapa del franquismo.
Por otra parte, en su planteamiento como Museo, está en relación con las nuevas corrientes museológicas que aparecen en Europa y América a partir de la Segunda Guerra Mundial, y que dieron lugar a la creación de diversos tipos de espacios expositivos al aire libre. En el campo de la escultura surgen recintos como el Parque Vigeland en Oslo (1947), el Middelheim de Amberes (1950) o el Hishhorn Museum and Sculpture Garden de Washington (1966). El Museo de la Castellana fue el primero de estas características que se creó en nuestro país y ha sido un ejemplo a seguir en otras ciudades españolas.
Los artistas representados en el Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana pertenecen cronológicamente a dos generaciones de la vanguardia española.
- La primera es la denominada “vanguardia histórica”, formada por todos aquellos que, durante los años veinte y treinta, abrieron nuevos caminos frente al arte establecido. Esta representación, pese a la calidad de los autores que la integran -Alberto, González y Miró-, debe entenderse como una muestra simbólica de la gran aportación española al arte del siglo veinte. Mientras Alberto representa a los artistas que desarrollaron su obra en España, Miró y Julio González pertenecen a la vanguardia española en París. Es evidente que faltan figuras capitales como Picasso, Gargallo o Ángel Ferrant. Los organizadores del Museo intentaron conseguir, al menos, la cabeza de Apollinaire de Picasso, pero la delicada salud de su viuda Jacqueline, imposibilitó que se llevara a efecto la donación.
El segundo grupo está formado por la generación de los años cincuenta, heredera del espíritu vanguardista anterior a la Guerra Civil. En este caso sí se consiguió reunir una importante colección de obras, que como decía la prensa del momento “haría palidecer de envidia a cualquier museo del mundo”. Todos los artistas seleccionados eran figuras reconocidas internacionalmente y representativas de las más variadas tendencias de la abstracción española, desde el informalismo hasta el constructivismo y las corrientes geométricas, aunque quizá para ofrecer un panorama completo faltarían obras de escultores tan significativos como Jorge Oteiza.









