#ZonaLiberada, por Jaume Amills.
Editorial.
Una de las pocas cosas que les reconozco a las RRSS, es la posibilidad de descubrir a personas, talentos y experiencias que escondidas en ese magma de vulgaridad, griterío, postverdad, narcisismo y sobre todo, intrusismo profesional, emergen devolviéndonos la esperanza en un siglo XXI, que según avanza me va pareciendo más y más decepcionante. No es de eso de lo que quiero hablar. Me espanta parecer una actriz de cine mudo despotricando del cine sonoro. Gracias a mi amiga Mar Souto he aprendido que “el universo es abundante” y que no hay que estar “en resistencia”.
Así que en ese ejercicio de “sacar la mejor versión de mi mismo -y convertir en una oportunidad cualquier crisis, pataleta o traición (me cuesta una barbaridad ser tan banal y estúpidamente positivo)-, me sumerjo en en Instagram para ver qué se cuece; hallando tal vez inspiración o evasión.
Bueno, pues en uno de esos viajes de introspección, descubrí a José Diéguez. Resulta que este vasco, afincado en Palma de Mallorca, y oftalmólogo de profesión, decidió darse un tiempo. Lo dejó todo, y comenzó a dar la vuelta al mundo. Documenta cada uno de sus viajes y experiencias en series fotográficas tomadas con su teléfono móvil.
Me puse en contacto con él. Le propuse ser nuestro colaborador. Decidimos llamar a su sección “Viajes sin retorno”.
Hoy, cualquier puede saber el bar de moda en Katmandú, los habitantes de Maputo, o los lugares de interés de Phoenix, Arizona, gracias a Google. Pero no todo el mundo puede relatar la crónica de un viaje como lo hace José Diéguez; su narración subjetiva me emocionó y me enamoré de su visión del viaje.
Tráiler Revista Urban Beat nº2.
Ayer, cuando estaba pensando en qué escribir en este editorial, José Dieguez me mandó el manuscrito del que será su segundo libro -Sur (el primero fue Este)-, y en el que recrea aquel momento inaugural en el que nos conocimos:
“Físicamente exhausto, tras este largo día de senderismo y ejercicio acuático. Relajado tras una buena ducha, me tumbo en la hamaca del jardín del hostal en el que me alojo. Dedico ese momento de quietud a repasar correos electrónicos y actualizar las noticias de las redes sociales en mi teléfono.
Súbitamente, una notificación me avisa de que alguien me ha escrito un mensaje en Instagram y procedo a abrir esta aplicación para leerlo. Me dices:
[Jaume] Me encanta tu trabajo. Me gustaría publicarlo en mi revista.
Tras trabajar años en televisión, te has propuesto lanzar una revista digital de la que seleccionas unos cuantos artículos para incluirlos en una edición en papel cada cierto tiempo.
Sorprendido, comienzo por aclararte que mis fotos están hechas con mi teléfono. Este tema no parece importarte mucho. Me propones que te escriba un artículo de alrededor de seiscientas palabras, acompañadas con unas cuantas fotos tomadas por mí, para la sección de viajes de tu publicación.
Así empieza mi andadura en el mundo de la redacción. Desde entonces, ilusionado, te envío dos narraciones mensuales. Hasta hoy. Tanto los textos como las fotos que los acompañan muestran mi punto de vista subjetivo de algunos lugares del mundo que he ido conociendo.
—¡Me encanta! —Sueles repetirme.
Prácticamente desde el principio, decidimos conjuntamente titular a la sección «Viajes sin retorno», haciendo referencia a esas experiencias descritas en mis narraciones que, una vez vividas, hacen que uno no vuelva a ser el de antes.”