Un verso de Caetano Veloso, escrito en 1971 —«Si sostienes una piedra (Marinheiro só) / Sosténla en tu mano / Si sientes el peso / Nunca llegarás tarde / A comprender»— funciona como clave poética para entender la trayectoria de Clark. Veloso, figura mayor del tropicalismo, concibió esta canción como un homenaje íntimo a una creadora que trastocó las nociones habituales de obra, autoría y participación.
Nacida en Belo Horizonte en 1920 y fallecida en Río de Janeiro en 1988, Lygia Clark se consolidó como una de las figuras imprescindibles del arte sudamericano. Su producción reescribió los vínculos entre autor, objeto artístico y público. Al renunciar a los formatos tradicionales de cuadro o escultura, apostó por procesos abiertos que solo alcanzaban sentido pleno mediante la interacción directa de las personas. Su aproximación cuestionaba frontalmente tanto el rol del museo como la idea de una obra cerrada y estable. Clark proponía un arte total, donde cuerpo, sensorialidad y relación se funden en un único flujo vivencial.
Como figura clave del Neoconcretismo —movimiento surgido en Río de Janeiro en 1959— Clark impulsó desde los años sesenta un arte cuyo núcleo era la experiencia corporal. Este grupo, formado por alrededor de diez artistas, partía de las bases modulares y constructivas establecidas por pioneros como Theo van Doesburg y Max Bill, pero se independizaba de la rigidez racional para situar la intuición humana por encima de lo matemático.
En Europa, el arte concreto había sido defendido por Van Doesburg entre guerras y por Bill tras la Segunda Guerra Mundial como un lenguaje con vocación democrática. Su premisa: cada elemento plástico —un color, un módulo, un cuadrado— posee el mismo valor, igual que cada ciudadano ocupa un lugar equiparable dentro de una sociedad libre. Esta visión también operó como respuesta al uso del realismo como herramienta propagandística en los totalitarismos del siglo XX. En Brasil, tales ideas fueron recibidas con entusiasmo, abriendo una vía fértil para las derivas neoconcretas.
Del plano al espacio, y del espacio al cuerpo
Clark inició su recorrido ampliando la superficie pictórica hacia el entorno. Más tarde, sus piezas escultóricas fueron estrechando lazos con el cuerpo hasta que, en los años setenta, abandonó por completo la materialidad objetual. Desde entonces, sus instalaciones itinerantes transformaron al público en protagonista, en agente indispensable del proceso creativo.
Durante los últimos 25 años de su vida, Clark se consagró a indagar en la corporalidad individual y colectiva en colaboración con quienes se acercaban a su obra. Las piezas dejaron de ser objetos únicos para convertirse en «proposiciones»: guías para activar vestimentas, máscaras o dispositivos ópticos especialmente diseñados, capaces de abrir formas inéditas de percibir el mundo y, simultáneamente, de tomar conciencia de uno mismo. Este procedimiento poseía, según la propia artista, un potencial transformador e incluso sanador, afinidad que se alinea con la atención constante que la Kunsthaus ha dedicado a estas cuestiones.
La retrospectiva reúne, por primera vez con esta intensidad, unas 120 obras originales de su periodo temprano y unas 50 réplicas participativas accesibles al público.
Clark lo expresó con claridad: «Para mí, hacer arte es desarrollarse como persona, que es lo más importante de todo. El arte no debe buscar emular un nombre o cualquier tipo de concepto». Su práctica reflejó tanto los impulsos de cambio vividos durante su exilio parisino de los sesenta y setenta como las huellas de la represión política en Brasil. A día de hoy, su relevancia no se ha erosionado.
Entre sus grupos de obras más reconocidos destacan los «Bichos» —estructuras de láminas metálicas articuladas que solo adquieren forma mediante el contacto del participante, como criaturas vivas cuya esencia surge del intercambio— y «Caminhando» (1963), pieza que supuso una inflexión radical. Inspirándose en la exploración de la cinta de Möbius realizada por Max Bill, Clark ideó una serie de instrucciones donde la acción, más que el resultado material, se convierte en la obra. «La acción es lo que produce “Caminhando”. Nada existe antes de ella, y nada después», escribió. Con estas propuestas rompió con la representación convencional y se aproximó, sin mimetizarse, al arte concreto nacido en Zúrich.
Una retrospectiva sin precedentes en el ámbito germanohablante
Kunsthaus Zürich, junto con la Neue Nationalgalerie Berlin, firma la primera gran retrospectiva de Clark en un territorio de habla alemana, así como la más amplia desde el MoMA. El recorrido exhibe alrededor de 120 piezas históricas provenientes de prestigiosas colecciones públicas y privadas de Brasil, Europa y Estados Unidos, muchas de ellas presentadas por primera vez ante el público.
En paralelo, la Associação Cultural O Mundo de Lygia Clark ha producido unas 50 obras activables, concebidas como réplicas que permiten experimentar la dimensión procesual de la artista. La combinación de originales y dispositivos participativos —inusual por su densidad y complejidad— ha supuesto un desafío notable tanto en lo logístico como en las estrategias de mediación.
La muestra se ha realizado en colaboración estrecha con la Associação Cultural O Mundo de Lygia Clark. Está comisariada por Cathérine Hug, con Irina Hiebert Grun y Maike Steinkamp como responsables de la idea y el enfoque conceptual. Además, una exposición paralela en la Haus Konstruktiv de Zúrich —del 23 de octubre de 2025 al 11 de enero de 2026, curada por Evelyne Bucher— examina la relación cultural entre Suiza y Brasil, ampliando así la perspectiva de este homenaje múltiple.









