Ubicado en la Corredera Baja de San Pablo, muy cerca de la esquina de Pez, El Circo de las Tapas forma parte de una trilogía gastronómica catalogada en la ruta de propuestas gastronómicas de Grupo Bamboleo.
Su vecino Malpica Bar y Tobogan –empadronado en Legazpi (muy cerca de Matadero)- completan el proyecto que hace unos años iniciaron Marta y Atonio. Su personalidad bon vivant son el relato de una atmósfera ecléctica. Las costas y la búsqueda palpitan en el corazón de uno de los establecimientos más preciosistas (cuando no manieristas) al suroeste de Malasaña.
El Circo de las Tapas forma parte del mapa emocional de un barrio que ha vivido la gentrificación desde la amable resistencia. Es bohemio, divertido colorista y reina en Zona Liberada como la promesa de un mundo por venir.
Escribo esto desde allí. Desde un discreto patio desde el que evoco los días en los que sentimos toda la tierra rodar. Días en los que pensamos que todo estaba por hacer. Una vez más. Todo por hacer. Y días y noches de toque de queda inciertos en los que debatimos sobre la construcción de un nuevo mundo.
El Circo de las Tapas es uno de esos lugares en el mundo que ha marcado mi vida. Un lugar al que siempre volveré. Incluso cuando ya no crea en el mito de Malasaña y todo lo que ocurrió en estos últimos años ha sido, a veces, un sueño, y, otras una pesadilla. Bebí tequilas en su vibrante barra repleta de personajes que me temo que me acompañarán para siempre. El Circo de las Tapas fue mi after,mi bar, mi oficina, mi coworking y mi lugar de reuniones. El Circo de las Tapas me hace invocar mi etapa inaugural. La belleza fundacional de días de revolución en los que la locura de un mundo y una ciudad a la deriva solicitaron transformación.
De aquella etapa queda El Circo de las Tapas. Vuelvo casi todos los días. La luz entra y recorta la silueta feroz y desnuda de una calle que deja atrás el fin de semana para dar paso a la vida que interpela a la identidad de una ciudad despiadada, fiera y abyecta que busca respuestas en cada esquina.
Objetivamente El Circo de las Tapas es uno de esos restaurantes de la novísima hornada madrileña en los que todo y nada puede pasar.
Objetivamente El Circo de las Tapas es un muy buen restaurante donde degustar unos mejillones al vapor, un brunch a base de huevos benedictinos y hamburguesas de excelente calidad y no se cuantas cosas más. Entraña de la mejor carne de res, tostas, papas arrugás, ensaladas, pastas, empanadas y unas cuantas propuestas culinarias hacen de El Circo de las Tapas un imprescindible de la ruta gastronómica de “Malasaña Baja” –el Triball errático-, de la ciudad visible y de aquella furtiva que se redescubre y se reinventa y cuenta como nadie su propia historia.
Hoy he vuelto. Todo y nada ha cambiado.